Principio de proporción

De Humanipedia
Revisión del 13:33 3 may 2018 de Humanipedia (discusión | contribs.) (→‎Bibliografía)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Proporcion.png

“Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente”.

Cuarto de los doce Principios de Acción Válida.




Ir al siguiente Principio de conformidad

Anterior Principio de la acción oportuna


Explicación

Esto quiere decir, que si impulsados por un objetivo desacomodamos toda nuestra vida, el logro del resultado buscado se verá sometido a numerosos accidentes y aún, si efectivamente se consigue, tendrá amargas consecuencias. Si, para obtener dinero o prestigio, desacomodamos nuestra salud, sacrificamos nuestra gente querida, nos despreocupamos de otros valores, etc., es posible que surjan tales accidentes, que no logremos el resultado buscado.

En otros casos, puede ser que lo obtengamos pero ya no habrá salud para disfrutarlo, ni seres queridos con quienes compartir, ni otros valores que nos den sentido. “Las cosas están bien cuando marchan en conjunto” y esto es así, porque nuestra vida es un conjunto que requiere equilibrio y desarrollo adecuado, no parcial. Si bien hay cosas más importantes que otras, cada persona debería tener una verdadera escala de valores para que lo primario, lo secundario, lo terciario, pudieran cumplirse proporcionalmente. Con la fuerza que debe aplicarse a cada cosa de acuerdo a la importancia fijada, todas marcharían en verdadero conjunto.

Ilustremos lo explicado con una leyenda en las que las acciones desproporcionadas producen efectos desastrosos:

Leyenda

Cuatro magos vivían en amistad. Tres de ellos alcanzaron una gran instrucción pero carecían de juicio. El otro aborrecía la instrucción, pero su razonamiento era excelente. Uno de los magos dijo: “¿De qué vale el juicio sin instrucción? Podrá saberse qué es bueno y qué es malo, pero no cómo hacer una cosa u otra”.

Para ilustrar lo dicho, el menor de ellos comentó: “Mañana debemos estar en Persépolis pero hay hasta allá una gran distancia, de manera que en un día nuestros camellos no podrán recorrerla, pero con nuestra instrucción podremos hacerlo”. Entonces, le pidieron al juicioso que acercara uno de los camellos y así uno estiró sus piernas hasta la altura de una casa del silencio, el otro amplió sus lomos de manera que los cuatros cupieran en otras tantas jorobas y el restante mago se preocupó de darle al animal un cuello tan largo que pudiera divisar a la distancia cualquier punto de interés.

A la mañana siguiente, montaron sólo tres, porque el mago juicioso dijo: “Mejor tres que cuatro cuando los problemas se suman”. Y los tres magos montaron riendo del temeroso. La carrera comenzó a gran velocidad, pero al poco tiempo, no hubo agua que pudiera colmar la sed de semejante animal. Para colmo las fuertes areniscas daban en la cabeza altísima del enorme monstruo, de tal manera que en lugar de erguirla debía colocarla como serpiente que va veloz tras su presa.

Así, debilitado el camello y desequilibrado por la anormal postura de su cuello, terminó cayendo como una torre a la que le fallan los cimientos.

Triste fue el regreso de los magos, pero afortunadamente, el juicioso los esperaba para reconfortarlos. Sea como fuere, no llegaron a tiempo al lugar propuesto y perdieron sus negocios.

Otro día, los cuatro encontraron un animal muerto y que- riendo probar al juicioso, el valor de la instrucción, dijeron: “Ea, hagamos algo por este pobre león muerto. Pero ahora pongamos los tres de acuerdo a fin de que todas las partes coincidan bien y en un conjunto razonable, porque aquel asunto del camello fue habilidad de cada uno, pero no de los tres”.

El primero, entonces dijo: “Yo sé cómo unir el esqueleto”. El segundo dijo: “Yo puedo suministrar piel, carne y sangre”. El tercero dijo: “Yo puedo darle vida”.

De este modo, el primero juntó el esqueleto, el segundo proporcionó piel, carne y sangre. Y mientras el tercero intentaba darle vida, el mago aconsejó contra esto, observando: “Este es un león. Si tu le das vida, matará a cada uno de nosotros”. -¡Simplón! -dijo el otro-, yo seré el que reduzca tu buen juicio a nada. -En este caso -fue la contestación-espera un momento, mientras yo me trepo a este árbol.

Cuando hubo hecho esto, aquél dio vida al león, y éste se levantó y mató a los tres y luego que el león se hubo retirado, el mago juicioso, bajó del árbol y se fue a su casa.

Bibliografía

El Libro de La Comunidad Edición 2010

La Mirada Interna, Silo 1972


Ilustración: Rafael Edwards