El Paisaje Humano

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Libro de Silo incluido en Humanizar la Tierra. No se llegó ha publicar nunca como libro separado ya que su primera redacción y publicación, que datan de 1988, coincidieron con la aparición de Humanizar la Tierra. ...


Explicación

El paisaje humano, si bien mantiene los rasgos fundamentales del estilo de las dos producciones anteriores, a diferencia de ellas destaca particularidades del mundo cultural y social forzando un giro en el tratamiento de los temas que, inevitablemente, arrastra a todos los componentes de ese cuerpo literario.

El paisaje humano trata de fundamentar la acción en el mundo reorientando significados e interpretaciones sobre valores e instituciones que parecían indiscutibles y que se daban por definitivamente aceptados.

El orden de los temas es el siguiente:

I. LOS PAISAJES Y LAS MIRADAS - Establece diferencias entre paisaje interno, externo y humano. Comienzan las distinciones entre diferentes tipos de “miradas”.

II. LO HUMANO Y LA MIRADA EXTERNA - Se considera lo dicho sobre el ser humano desde la “mirada externa”.

III. EL CUERPO HUMANO COMO OBJETO DE LA INTENCIÓN - La intencionalidad y el gobierno del propio cuerpo sin intermediación. La objetivación del cuerpo del otro y el “vaciamiento” de su subjetividad.

IV. MEMORIA Y PAISAJE HUMANO - La no coincidencia entre paisaje humano percibido actualmente con el paisaje humano correspondiente al tiempo de formación del que percibe.

V. DISTANCIA QUE IMPONE EL PAISAJE HUMANO - Las distancias entre paisaje humano percibido y paisaje humano representado no están dadas solamente por una diferencia de tiempos sino de modos de estar en el mundo mediante la emoción y la presencia del propio cuerpo.

VI. LA EDUCACIÓN - Se opina que una educación integral debe tener en cuenta el pensar coherente como contacto con los propios registros del pensar; debe considerar la captación y el desenvolvimiento emotivo como contacto consigo mismo y con otros y no debe eludir prácticas que pongan en juego todos los recursos corporales. Se hacen distinciones entre educación como formación e información como incorporación de datos a través del estudio y de la práctica como forma de estudio.

VII. LA HISTORIA - Hasta ahora la Historia ha sido vista desde “afuera”, sin tener en cuenta la intencionalidad humana.

VIII. LAS IDEOLOGÍAS - En épocas de crisis de las ideologías surgen ideologemas que pretenden representar a la realidad misma. Es el caso del llamado “pragmatismo”.

IX. LA VIOLENCIA - La no-violencia como metodología de lucha política y social no requiere de justificaciones. Un sistema en el que domina la violencia, es el que necesita justificación para imponerse. Por otra parte, se establecen distinciones entre pacifismo y no-violencia.

X. LA LEY - Se discurre en torno al origen de la ley y al tema del poder como premisa de todo derecho.

XI. EL ESTADO - El Estado como aparato intermediador del poder real de una parte de la sociedad, con el todo social.

XII. LA RELIGIÓN - Las religiones como “externidad” en cuanto pretenden hablar de Dios y no del registro interno de Dios en el ser humano.

XIII. LOS CAMINOS ABIERTOS - Conclusión del libro e invitación al lector a que estudie y desarrolle temas importantes del paisaje humano que no han sido tratados en la obra.


Texto Completo

A continuación se reproduce el texto completo de El Paisaje Humano en su versión oficial, que se puede encontrar en www.silo.net


I. LOS PAISAJES Y LAS MIRADAS

1. Hablemos de paisajes y miradas retomando lo dicho en algún otro lugar: “Paisaje externo es lo que percibimos de las cosas, paisaje interno es lo que tamizamos de ellas con el cedazo de nuestro mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad”.
2. Ya en los objetos externos percibidos, una mirada ingenua puede hacer confundir “lo que se ve” con la realidad misma. Habrá quien vaya más lejos creyendo que recuerda la “realidad” tal cual ésta fue. Y no faltará un tercero que confunda su ilusión, su alucinación o las imágenes de sus sueños, con objetos materiales que en realidad han sido percibidos y transformados en diferentes estados de conciencia.
3. Que en los recuerdos y en los sueños aparezcan deformados objetos anteriormente percibidos, no parece traer dificultades a las gentes razonables. Pero que los objetos percibidos siempre estén cubiertos por el manto multicolor de otras percepciones simultáneas y de recuerdos que en ese momento actúan; que percibir sea un modo global de estar entre las cosas, un tono emotivo y un estado general del propio cuerpo... eso, como idea, desorganiza la simpleza de la práctica diaria del hacer con las cosas y entre las cosas.
4. Sucede que la mirada ingenua toma al mundo “externo” con el propio dolor o la propia alegría. Miro no sólo con el ojo sino también con el corazón, con el suave recuerdo, con la ominosa sospecha, con el cálculo frío, con la sigilosa comparación. Miro a través de alegorías, signos y símbolos que no veo en el mirar pero que actúan sobre él así como no veo el ojo ni el actuar del ojo cuando miro.
5. Por ello, por la complejidad del percibir, cuando hablo de realidad externa o interna prefiero hacerlo usando el vocablo “paisaje” en lugar de “objeto”. Y con ello doy por entendido que menciono bloques, estructuras y no la individualidad aislada y abstracta de un objeto. También me importa destacar que a esos paisajes corresponden actos del percibir a los que llamo “miradas” (invadiendo, tal vez ilegítimamente, numerosos campos que no se refieren a la visualización). Estas “miradas” son actos complejos y activos, organizadores de “paisajes” y no simples y pasivos actos de recepción de información externa (datos que llegan a mis sentidos externos), o actos de recepción de información interna (sensaciones del propio cuerpo, recuerdos y apercepciones). Demás está decir que en estas mutuas implicancias de “miradas” y “paisajes”, las distinciones entre lo interno y lo externo se establecen según direcciones de la intencionalidad de la conciencia y no como quisiera el esquematismo ingenuo que se presenta ante los escolares.
6. Si lo anterior está entendido, cuando hable de “paisaje humano” se comprenderá que estoy mentando a un tipo de paisaje externo constituido por personas y también por hechos e intenciones humanas plasmados en objetos, aún cuando el ser humano como tal no esté ocasionalmente presente.
7. Conviene, además, distinguir entre mundo interno y “paisaje interno”; entre naturaleza y “paisaje externo”; entre sociedad y “paisaje humano”, recalcando que al mencionar “paisaje”, siempre se está implicando a quien mira, a diferencia de los otros casos en los que mundo interno (o psicológico), naturaleza y sociedad, aparecen ingenuamente como existentes en sí, excluidos de toda interpretación.


II. LO HUMANO Y LA MIRADA EXTERNA

1. Nada sustancial nos dice aquella afirmación en torno a que “el hombre se constituye en un medio” y que merced a tal medio (natural para unos, social para otros y las dos cosas para algunos más), el ser humano se “constituye” (?). Tal inconsistencia se agrava si se destaca la relación “constituye”, dando por admitida la comprensión de los términos “hombre” y “medio”, ya que “medio” se supone que es lo que rodea o bien sumerge al ser humano y “hombre” es lo que está adentro o sumergido en tal “medio”. Seguimos pues como al principio en un círculo de vacuidades. No obstante advertimos que las dos expresiones relacionadas señalan a entidades separadas y que existe la intención de unir esta separación con una relación trucada, con la palabra “constituye”. La palabra “constituye” tiene implicancias de génesis, es decir, de explicación de algo desde su origen.
2. Lo anterior no sería de interés si no se nos presentara como un paradigma de distintas aserciones que durante milenios han venido presentando una imagen del ser humano visto desde el lado de las cosas y no visto desde la mirada que mira a las cosas. Porque decir “el hombre es el animal social”, o decir “el hombre está hecho a semejanza de Dios”, pone a la sociedad o a Dios como quienes miran al hombre, siendo que la sociedad y Dios solo se conciben, se niegan o se aceptan, desde la mirada humana.
3. Y así, en un mundo en el que desde muy antiguo se instaló una mirada inhumana, se instalaron también comportamientos e instituciones que anonadaron lo humano. De este modo en la observación de la naturaleza, entre otras cosas, se preguntó por la naturaleza del hombre y se respondió como se responde por un objeto natural.
4. Aún las corrientes de pensamiento que presentaron al ser humano como sujeto sometido a continua transformación, trabajaron pensando lo humano desde la mirada externa, desde distintos emplazamientos del naturalismo histórico.
5. Es la idea subyacente de “naturaleza humana” la que ha correspondido a la mirada externa sobre lo humano. Pero, sabiendo que el hombre es el ser histórico cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza, el concepto de “naturaleza humana” aparece supeditado al quehacer, al existir, y sometido a las transformaciones y develamientos que ese existir oriente. De este modo, el cuerpo como prótesis de la intención se extiende en sus potencialidades humanizando al mundo. Y ese mundo no puede ser ya visto como simple externidad sino como “paisaje” natural o humano, sometido a transformaciones humanas actuales o posibles. Es en ese hacer, en el que el hombre se transforma a sí mismo.


III. EL CUERPO HUMANO COMO OBJETO DE LA INTENCIÓN

1. El cuerpo como objeto natural es pasible de modificaciones naturales y, desde luego, susceptible de transformación no sólo en sus expresiones más externas sino en su íntimo funcionamiento, merced a la intención humana. Visto así, el propio cuerpo como prótesis de la intención cobra su mayor relevancia. Pero desde el gobierno inmediato (sin intermediación) del propio cuerpo, a la adecuación de éste a otras necesidades y otros designios, media un proceso social que no depende del individuo aislado sino que implica a otros.
2. La propiedad sobre mi estructura psicofísica se da gracias a la intencionalidad, mientras que los objetos externos se me aparecen como ajenos a mi propiedad inmediata y sólo son gobernables mediatamente (por acción de mi cuerpo). Pero un tipo particular de objeto es el cuerpo del otro al que intuyo como propiedad de una intención ajena. Y esa extrañeza me coloca “visto desde afuera”, visto desde la intención del otro. Por ello, la visión que tengo del extraño es una interpretación, un “paisaje” que se extenderá a todo objeto que lleve la marca de la intención humana aún cuando haya sido producido o manipulado por alguien actual o pretérito. En ese “paisaje humano” puedo anonadar la intención de otros considerándolos prótesis de mi propio cuerpo en cuyo caso debo “vaciar” su subjetividad totalmente o, por lo menos, en aquellas regiones del pensar, el sentir, o el actuar que deseo gobernar de modo inmediato. Tal objetivación necesariamente me deshumaniza y así justifico la situación por la acción de una fuerza mayor no controlada por mí (la “Pasión”, “Dios”, la “Causa”, la “Desigualdad natural”, el “Destino”, la “Sociedad”, etc.).


IV. MEMORIA Y PAISAJE HUMANO

1. Ante un paisaje desconocido apelo a mi memoria y advierto lo nuevo por “reconocimiento” de su ausencia en mí. Así me ocurre también con un paisaje humano en el que lenguaje, vestimentas y usos sociales contrastan fuertemente con aquel paisaje en el que tengo formados mis recuerdos. Pero en sociedades en que el cambio es lento mi paisaje anterior tiende a imponerse a estas novedades que percibo como “irrelevantes”.
2. Y ocurre que viviendo en sociedades de veloces modificaciones tiendo a desconocer el valor del cambio o a considerarlo como “desvío” sin entender que la pérdida interior que experimento, es la pérdida del paisaje social en el que se configuró mi memoria.
3. Por lo anterior comprendo que una generación cuando accede al poder tiende a plasmar externamente los mitos y las teorías, las apetencias y los valores de aquellos paisajes hoy inexistentes pero que aún viven y actúan desde el recuerdo social en que se formó ese conjunto. Y ese paisaje fue asimilado como paisaje humano por los hijos y como “irrelevancia” o “desvío” por sus padres. Y por más que luchen entre sí las generaciones, la que adviene al poder se convierte de inmediato en retardataria al imponer su paisaje de formación a un paisaje humano ya modificado o que ella misma contribuyó a modificar. De este modo, en la transformación que instaura un nuevo conjunto está el retraso que arrastra desde su época de formación. Y contra ese retraso choca un nuevo conjunto que se está formando.

Cuando he hablado del “poder” al que accede una generación, imagino que se ha entendido bien, me he referido a sus distintas expresiones: políticas, sociales, culturales y así siguiendo.


V. DISTANCIA QUE IMPONE EL PAISAJE HUMANO

1. Toda generación tiene su astucia y no vacilará en apelar a la más sofisticada renovación si con ese recurso aumenta su poder. Sin embargo, esto la lleva a innumerables dificultades por cuanto la transformación que ha puesto en marcha arrastra hacia el futuro a esa sociedad que en la dinámica del hoy es ya contradictoria con el paisaje social interno que se quería mantener. Por esto digo que “cada generación tiene su astucia”, pero también tiene su trampa.
2. ¿Con qué paisaje humano se está enfrentando la injustificada apetencia? Por lo pronto con un paisaje humano percibido, diferente al paisaje recordado. Pero además, con un paisaje humano que no coincide con el tono afectivo, con el clima emotivo general del recuerdo de personas, edificios, calles, oficios, instituciones. Y ese “alejamiento” o “extrañeza”, muestra a las claras que todo paisaje percibido es una realidad distinta y global de aquella recordada, aún cuando se trate de lo cotidiano o familiar. Así es que las apetencias que durante tanto tiempo acariciaron la posesión de objetos (cosas, personas, situaciones), resultaron defraudadas en su cumplimiento. ¡Y esa es la distancia que impone la dinámica del paisaje humano a todo recuerdo sostenido individual o colectivamente; sostenido por uno o por muchos, o por toda una generación que coexistiendo en un mismo espacio social está nimbada por un trasfondo emotivo similar! ¡Cuánto más alejado se torna el acuerdo, respecto de un objeto, cuando es considerado por diferentes generaciones o representantes de distintas épocas que coexisten en el mismo espacio! Y si parece que estamos hablando de enemigos, debo destacar que estos abismos se abren ya entre aquellos que parecen coincidir en sus intereses.
3. Nunca se toca del mismo modo un mismo objeto, ni jamás se siente dos veces una misma intención. Y esto que creo percibir como intención en otros es sólo una distancia que interpreto cada vez de manera diferente. Así, el paisaje humano cuya nota distintiva es la intención, pone de relieve el extrañamiento que en su momento muchos advirtieron pensando que sería, tal vez, producto de condiciones objetivas de una sociedad no solidaria que arrojaba al exilio a la conciencia desposeída. Y, al haber equivocado aquellos su apreciación respecto a la esencia de la intención humana, encontraron que la sociedad construida por ellos con esfuerzo, se abismó generacionalmente y se extrañó ante sí misma a medida que aumentó la aceleración de su paisaje humano. Otras sociedades desplegadas según esquemas diferentes, recibieron idéntico impacto con lo cual queda hoy demostrado que los problemas fundamentales del ser humano deben ser resueltos teniendo como objetivo la intención que trasciende al objeto y de la cual el objeto social es solo su morada. Y, asimismo, toda la naturaleza, incluida en ella el cuerpo humano, debe ser comprendida como hogar de la intención transformadora.
4. La percepción del paisaje humano, es cotejo de mí mismo y compromiso emotivo, algo que me niega o me lanza hacia adelante. Y desde mi “hoy”, agregando recuerdos, soy succionado por la intención de futuro. Ese futuro que condiciona el hoy, esa imagen, ese sentimiento confundido o querido, ese hacer elegido o impuesto, también marca mi pasado porque cambia lo que creo que ha sido mi pasado.


VI. LA EDUCACIÓN

1. La percepción del paisaje externo y su acción sobre él, comprometen al cuerpo y a un modo emotivo de estar en el mundo. Desde luego que también compromete a la misma visión de la realidad, conforme he comentado en su momento. Por ello creo que educar es básicamente habilitar a las nuevas generaciones en el ejercicio de una visión no ingenua de la realidad de manera que su mirada tenga en cuenta al mundo no como una supuesta realidad objetiva en sí misma, sino como el objeto de transformación al cual aplica el ser humano su acción. Pero no estoy hablando en este momento de la información sobre el mundo, sino del ejercicio intelectual de una particular visión desprejuiciada sobre los paisajes y de una atenta práctica sobre la propia mirada. Una educación elemental debe tener en cuenta el ejercicio del pensar coherente. En este caso, no se está hablando de conocimiento estricto sino de contacto con los propios registros del pensar.
2. En segundo lugar, la educación debería contar con el acicate de la captación y el desenvolvimiento emotivo. Por esto, el ejercicio de la representación por una parte y el de la expresión por otra, así como la pericia en el manejo de la armonía y el ritmo, tendrían que ser considerados a la hora de planificar una formación integral. Pero lo comentado no tiene por objeto la instrumentación de procedimientos con la pretensión de “producir” talentos artísticos, sino con la intención de que los individuos tomen contacto emotivo consigo mismo y con otros, sin los trastornos a que induce una educación de la separatividad y la inhibición.
3. En tercer lugar, debería tenerse en cuenta a una práctica que pusiera en juego todos los recursos corporales de modo armónico y esta disciplina se parecería más a una gimnasia realizada con arte que al deporte, ya que éste no forma integralmente sino de manera unilateral. Porque aquí se trata de tomar contacto con el propio cuerpo y de gobernarlo con soltura. Por esto, el deporte no tendría que ser considerado como una actividad formativa pero sería importante su cultivo teniendo por base la disciplina comentada.
4. Hasta aquí he hablado de la educación entendiéndola desde el punto de vista de actividades formativas para el ser humano en su paisaje humano, pero no he hablado de la información que se relaciona con el conocimiento, con la incorporación de datos a través del estudio y de la práctica como forma de estudio.


VII. LA HISTORIA

1. En tanto se siga pensando al proceso histórico desde una mirada externa, será inútil explicarlo como el despliegue creciente de la intencionalidad humana en su lucha por superar el dolor (físico) y el sufrimiento (mental). De aquel modo se preocuparán algunos por develar las leyes íntimas del acontecer humano desde la materia, desde el espíritu, desde cierta razón, pero en verdad que el mecanismo interno que se busque siempre estará visto desde “afuera” del hombre.
2. Desde luego que se continuará entendiendo el proceso histórico como el desarrollo de una forma que, en suma, no será sino la forma mental de quienes así ven las cosas. Y no importa a qué tipo de dogma se apele porque el trasfondo que dicte tal adhesión siempre será aquello que se quiera ver.


VIII. LAS IDEOLOGÍAS

1. Las ideologías que en algunos momentos históricos se imponían y mostraban su utilidad para orientar la acción e interpretar el mundo en que se desenvolvían tanto individuos como conjuntos humanos, fueron desplazadas por otras cuyo mayor logro consistió en aparecer como la realidad misma, como lo más concreto e inmediato y exento de toda “ideología”.
2. Así, los oportunistas de otros tiempos que se caracterizaron por traicionar todo compromiso, aparecieron en las épocas de la crisis de las ideologías llamándose a sí mismos “pragmáticos”, o “realistas”, sin saber de dónde provenían tales palabras. En todo caso exhibieron con total impudicia su falso esquematismo presentándolo como el máximo nivel del “desarrollo” de la inteligencia y la virtud.
3. Al acelerarse el cambio social, las sucesivas generaciones se alejaron entre sí más rápidamente ya que el paisaje humano en que se formaron se distanció progresivamente del paisaje humano en que debían actuar. Esto las dejó huérfanas de toda teoría y de todo modelo de conducta. Por tanto, necesitaron dar respuestas cada vez más veloces y más improvisadas haciéndose “coyunturales” y puntuales en la aplicación de la acción, con lo cual toda idea de proceso y toda noción de historicidad fue declinando, creciendo en cambio una mirada analítica y fragmentaria.
4. Los cínicos pragmáticos resultaron ser nietos vergonzantes de aquellos esforzados constructores de “conciencias desdichadas” e hijos de quienes denunciaron a las ideologías como “enmascaramientos” de la realidad. Por ello, en todo pragmatismo, quedó la huella del absolutismo de familia. Y así se les escuchó decir: “Hay que atenerse a la realidad y no a teorías”. Pero esto les trajo innumerables dificultades cuando emergieron corrientes irracionalistas que a su vez afirmaron: “Hay que atenerse a nuestra realidad y no a vuestras teorías”.


IX. LA VIOLENCIA

1. Cuando se habla de metodología de acción referida a la lucha política y social, frecuentemente se alude al tema de la violencia. Pero hay cuestiones previas a las que el tema mencionado no es ajeno.
2. Hasta tanto el ser humano no realice plenamente una sociedad humana, es decir, una sociedad en la que el poder esté en el todo social y no en una parte de él (sometiendo y objetivando al conjunto), la violencia será el signo bajo el cual se realice toda actividad social. Por ello, al hablar de violencia hay que mencionar al mundo instituido y si a ese mundo se opone una lucha no-violenta debe destacarse en primer lugar que una actitud no-violenta es tal porque no tolera la violencia. De manera que no es el caso de justificar un determinado tipo de lucha sino de definir las condiciones de violencia que impone ese sistema inhumano.
3. Por otra parte, confundir no-violencia con pacifismo lleva a innumerables errores. La no-violencia no necesita justificación como metodología de acción, pero el pacifismo necesita establecer ponderaciones sobre los hechos que acercan o alejan de la paz, entendiendo a ésta como un estado de no-beligerancia. Por esto el pacifismo encara temas como los del desarme haciendo de esto la prioridad esencial de una sociedad, cuando en realidad el armamentismo es un caso de amenaza de violencia física que responde al poder instituido por una minoría que manipula al Estado. El tema del desarme es de importancia capital y si bien el pacifismo se aboca a esta urgencia, aún cuando tenga éxito en sus demandas no modificará por ello el contexto de la violencia y, desde luego, no podrá extenderse sino artificiosamente al planteo de la modificación de la estructura social. Es claro que también existen distintos modelos de pacifismo y distintos basamentos teóricos dentro de tal corriente, pero no deriva de ella un planteo mayor. Si su visión del mundo fuera más amplia seguramente estaríamos en presencia de una doctrina que incluiría al pacifismo. En este caso deberíamos discutir los fundamentos de esa doctrina antes de adherir o rechazar al tipo de pacifismo que de ella derive.


X. LA LEY

1. “El derecho de uno termina donde empieza el derecho de los demás”, por tanto “el derecho de los demás termina donde empieza el de uno”. Pero como se enfatiza en la primera y no en la segunda frase, todo hace sospechar que los sostenedores de tal planteo se mencionan a sí mismos como “los demás”, es decir como representantes de los demás, como representantes de un sistema establecido que se da por justificado.
2. No han faltado quienes derivan la ley de una supuesta “naturaleza” humana, pero como esto ya fue discutido anteriormente, no agrega nada al punto.
3. Gentes prácticas no se han perdido en teorizaciones y han declarado que es necesaria una ley para que exista la convivencia social. También se ha afirmado que la ley se hace para defender los intereses de quienes la imponen.
4. Al parecer, es la situación previa de poder la que instala una determinada ley que a su vez legaliza al poder. Así es que el poder como imposición de una intención, aceptada o no, es el tema central. Se dice que la fuerza no genera derechos, pero este contrasentido puede aceptarse si se piensa a la fuerza sólo como hecho físico brutal, cuando en realidad la fuerza (económica, política, etc.) no necesita ser expuesta perceptualmente para hacerse presente e imponer respeto. Por otra parte, aún la fuerza física (la de las armas p. ej.), expresada en su descarnada amenaza impone situaciones que son justificadas legalmente. Y no debemos desconocer que el uso de las armas en una u otra dirección depende de la intención humana y no de un derecho.
5. Quien viola una ley desconoce una situación impuesta en el presente, exponiendo su temporalidad (su futuro), a las decisiones de otros. Pero es claro que aquel “presente” en el que la ley comienza a tener vigencia tiene raíces en el pasado. La costumbre, la moral, la religión o el consenso social suelen ser las fuentes invocadas para justificar la existencia de la ley. Cada una de ellas, a su vez, depende del poder que la impuso Y estas fuentes son revisadas cuando el poder que las originó ha decaído o se ha transformado de tal modo que el mantenimiento del orden jurídico anterior comienza a chocar contra “lo razonable”, contra “el sentido común”, etc. Cuando el legislador cambia una ley, o bien un conjunto de representantes del pueblo cambian la Carta Fundamental de un país, no se viola aparentemente la ley porque quienes actúan no quedan expuestos a las decisiones de otros, es decir, porque tienen en sus manos el poder o actúan como representantes de un poder y en esas situaciones queda en claro que el poder genera derechos y obligaciones, y no a la inversa.
6. Los Derechos Humanos no tienen la vigencia universal que sería deseable porque no dependen del poder universal del ser humano sino del poder de una parte sobre el todo y si los más elementales reclamos sobre el gobierno del propio cuerpo son pisoteados en todas las latitudes, sólo podemos hablar de aspiraciones que tendrán que convertirse en derechos. Los Derechos Humanos no pertenecen al pasado, están allí en el futuro succionando la intencionalidad, alimentando una lucha que se reaviva en cada nueva violación al destino del hombre. Por esto, todo reclamo que se haga a favor de ellos tiene sentido porque muestra a los poderes actuales que no son omnipotentes y que no tienen controlado el futuro.


XI. EL ESTADO

1. Se ha dicho que una nación es una entidad jurídica formada por el conjunto de habitantes de un país regido por el mismo gobierno. Luego se ha extendido la idea al territorio de ese país. Pero verdaderamente una nación puede existir a lo largo de milenios sin estar regida por un mismo gobierno, sin estar incluida en un mismo territorio y sin ser reconocida jurídicamente por ningún Estado. Lo que define a una nación es el reconocimiento mutuo que establecen entre sí las personas que se identifican con similares valores y que aspiran a un futuro común y ello no tiene que ver ni con la raza, ni con la lengua, ni con la historia entendida como una “larga duración que arranca en un pasado mítico”. Una nación puede formarse hoy, puede crecer hacia el futuro o fracasar mañana y puede también incorporar a otros conjuntos a su proyecto. En ese sentido, puede hablarse de la formación de una nación humana que no se ha consolidado como tal y que ha padecido innumerables persecuciones y fracasos... por sobre todo ha padecido el fracaso del paisaje futuro.
2. Al Estado que tiene que ver con determinadas formas de gobierno reguladas jurídicamente, se atribuye la extraña capacidad de formar nacionalidades y de ser él mismo la nación. Esta reciente ficción, la de los estados nacionales, está sufriendo el embate de la rápida transformación del paisaje humano. Por ello, los poderes que formaron al Estado actual y que lo dotaron de simples atributos de intermediación, se encuentran en situación de superar la forma de ese aparato aparentemente concentrador del poder de una nación.
3. Los “poderes” del Estado, no son los poderes reales que generan derechos y obligaciones, que administran o ejecutan determinadas pautas. Pero al crecer el monopolio del aparato y convertirse en el sucesivo (o permanente) botín de guerra de facciones, ha terminado trabando la libertad de acción de los poderes reales y también entorpeciendo la actividad del pueblo, sólo en beneficio de una burocracia cada vez más inactual. Por ello, a nadie conviene la forma del Estado actual, salvo a los elementos más retardatarios de una sociedad. El punto es que a la progresiva descentralización y disminución del poder estatal debería corresponder el crecimiento del poder del todo social. Aquello que autogeste y supervise solidariamente el pueblo, sin el paternalismo de una facción, será la única garantía de que el grotesco Estado actual no sea reemplazado por el poder sin freno de los mismos intereses que le dieron origen y que luchan hoy por imponer su prescindencia.
4. Y un pueblo que esté en situación de aumentar su poder real (no intermediado por el Estado o por el poder de minorías) estará en la mejor condición para proyectarse hacia el futuro como vanguardia de la nación humana universal.
5. No se debe creer que la artificial unión de países en entidades supranacionales acrecienta el poder de decisión de sus respectivos pueblos, como tampoco lo acrecentaron los imperios que anexaron territorios y naciones bajo el dominio homogéneo del interés de lo particular.
6. Si bien está en las expectativas de los pueblos la unidad regional de riquezas (o pobrezas), en dialéctica con poderes extraregionales, y si ocurre que resultan beneficios provisionales de tales uniones, no queda por ello resuelto el problema fundamental de una sociedad plenamente humana. Y cualquier tipo de sociedad que no sea plenamente humana, estará sometida a las asechanzas y a las catástrofes que depara el extrañamiento de sus decisiones a la voluntad de los intereses de lo particular.
7. Si como resultado de uniones regionales emerge un monstruoso Supraestado o el dominio sin freno de los intereses de antaño (ahora totalmente homogeneizados), imponiendo sofisticadamente su poder al todo social, surgirán innumerables conflictos que afectarán la base misma de tales uniones y las fuerzas centrífugas tomarán impulso devastador. Si, en cambio, el poder decisorio del pueblo avanza, la integración de las diversas comunidades será también vanguardia de integración de la nación humana en desarrollo.


XII. LA RELIGIÓN

1. Lo que se dice de las cosas y los hechos, no son las cosas ni los hechos sino “figuras” de ellos y tienen en común con ellos una cierta estructura. Gracias a esa común estructura es que se puede mencionar las cosas y los hechos. A su vez, esa estructura no puede mencionarse del mismo modo en que se menciona a las cosas porque es la estructura de lo que se dice (así como la estructura de las cosas y los hechos). Conforme esto, el lenguaje puede mostrar pero no decir cuando se refiere a lo que “incluye” todo (también al mismo lenguaje). Tal es el caso de “Dios”.
2. Se ha dicho de Dios diferentes cosas pero ello aparece como un contrasentido en cuanto se advierte lo que se dice, lo que se pretende decir.
3. De Dios nada puede decirse. Sólo puede decirse acerca de lo dicho sobre Dios. Son muchas las cosas dichas sobre él y mucho lo que puede decirse sobre estos decires sin que por ello avancemos sobre el tema de Dios en cuanto a Dios mismo se refiere.
4. Independientemente de estos trabalenguas, las religiones pueden ser de interés profundo sólo si pretenden mostrar a Dios y no decir sobre él.
5. Pero las religiones muestran lo que existe en sus respectivos paisajes. Por esto, una religión no es ni verdadera ni falsa porque su valor no es lógico. Su valor radica en el tipo de registro interior que suscita, en el acuerdo de paisajes entre lo que se quiere mostrar y lo que efectivamente es mostrado.
6. La literatura religiosa suele estar ligada a paisajes externos y humanos, no escapando a esos paisajes las características y los atributos de sus dioses. No obstante, aun cuando los paisajes externos y humanos se modifiquen, la literatura religiosa puede avanzar hacia otros tiempos. Ello no es extraño ya que otro tipo de literatura (no religiosa), también puede ser seguida con interés y con viva emoción en épocas muy distantes. Tampoco dice mucho sobre la “verdad” de un culto su permanencia en el tiempo, ya que formalidades legales y ceremonias sociales pasan de cultura en cultura y se siguen observando aun desconociendo sus significados de origen.
7. Las religiones irrumpen en un paisaje humano y en un tiempo histórico y se suele decir que entonces Dios se “revela” al hombre. Pero algo ha pasado en el paisaje interno del ser humano para que en ese momento histórico se acepte tal revelación. La interpretación de ese cambio se ha hecho generalmente desde “afuera” del hombre, colocando el cambio en el mundo externo o en el mundo social y con ello se ha ganado en ciertos aspectos pero se ha perdido en comprensión del fenómeno religioso en cuanto registro interno.
8. Pero también las religiones se han presentado como externidad y con ello han preparado el campo a las interpretaciones mencionadas.
9. Cuando hablo de “religión externa” no me estoy refiriendo a las imágenes psicológicas proyectadas en iconos, pinturas, estatuas, construcciones, reliquias (propias de la percepción visual). Tampoco menciono la proyección en cánticos, oraciones (propias de la percepción auditiva) y la proyección en gestos, posturas y orientaciones del cuerpo en determinadas direcciones (propias de la percepción kinestésica y cenestésica). Por último, tampoco digo que una religión sea externa porque cuente con sus libros sagrados o con sacramentos. Ni siquiera señalo a una religión como externa porque a su liturgia agregue una iglesia, una organización, unas fechas de culto, un estado físico o una edad de los creyentes para efectuar determinadas operaciones. No, esa forma en que los partidarios de una u otra religión luchan mundanamente entre sí, atribuyendo al otro bando diverso grado de idolatría por el tipo de imagen preferencial con la que unos y otros trabajan, no hace a la sustancia del asunto (aparte de mostrar la total ignorancia psicológica de los contendientes).
10. Llamo “religión externa” a toda religión que pretende decir sobre Dios y la voluntad de Dios en lugar de decir sobre lo religioso y sobre el íntimo registro del ser humano. Y aún el apoyo en un culto externalizado tendría sentido si con tales prácticas los creyentes despertaran en sí mismos (mostraran) la presencia de Dios.
11. Pero el hecho de que las religiones hayan sido hasta hoy externas corresponde al paisaje humano en que nacieron y se fueron desarrollando. Sin embargo, es posible el nacimiento de una religión interna o la conversión de las religiones a la religiosidad interna si es que aquellas van a sobrevivir. Pero ello ocurrirá en la medida en que el paisaje interno esté en condiciones de aceptar una nueva revelación. Esto, a su vez, comienza a vislumbrarse en aquellas sociedades en que el paisaje humano está experimentando cambios tan severos que la necesidad de referencias internas se hace cada vez más imperiosa.
12. Nada de lo dicho sobre las religiones puede mantenerse hoy en pie, porque los que han hecho apología o detracción hace tiempo que han dejado de advertir el cambio interno en el ser humano. Si algunos pensaban a las religiones como adormecedoras de la actividad política o social, hoy se enfrentan a ellas por su poderoso impulso en esos campos. Si otros las imaginaban imponiendo su mensaje, encuentran que su mensaje ha cambiado. Quienes creían que iban a permanecer por siempre, hoy dudan de su eternidad y aquellos que suponían su desaparición en corto plazo, asisten con sorpresa a la irrupción de formas manifiesta o larvadamente místicas.
13. Y en este campo muy pocos son los que intuyen lo que depara el futuro porque son escasos los que se abocan a la tarea de comprender en qué dirección marcha la intencionalidad humana que, definitivamente, trasciende al individuo humano. Si el hombre quiere que algo nuevo se “muestre” es porque aquello que tiende a mostrarse está ya operando en su paisaje interno. Pero no es pretendiendo ser representante de un dios, como el registro interno del hombre se convierte en habitación o en paisaje de una mirada (de una intención) trascendente.


XIII. LOS CAMINOS ABIERTOS

1. ¿Qué hay del trabajo, del dinero, del amor, de la muerte y de tantos aspectos del paisaje humano apenas soslayados en estos comentarios? Hay, por cierto, todo lo que cualquiera puede responder siempre que quiera hacerlo teniendo en cuenta esta forma de encarar los temas, refiriendo miradas a paisajes y comprendiendo que los paisajes cambian las miradas.
2. Por lo anterior, es innecesario hablar de nuevas cosas si es que hay quienes se interesan en ellas y en la forma que hemos usado para hablar hasta aquí, porque ellos pueden hablar del mismo modo en que lo haríamos nosotros. Y, en cambio, si habláramos sobre cosas que no interesan a nadie, o con una forma de expresión que no permitiera develarlas, sería un contrasentido seguir hablando para otros.


Enlaces

http://silo.net/es/collected_works/humanize_the_earth


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