Diferencia entre revisiones de «El Virus de Altura»
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Revisión actual - 03:06 3 abr 2018
Libro publicado por el escritor Juan Chambeaux Saavedra en base a escritos de Laura Rodríguez
Descripción
Juan Chambeaux, escritor y amigo personal de Laura Rodríguez fue el encargado, a su pedido, de completar el borrador de este libro, del que Laura anunciaba entusiasmada su publicación, sabiendo que se haría en forma póstuma. Ella había notado en carne propia cómo ciertas conductas o actitudes comienzan a afectar a quienes detentan posiciones de poder, más allá de sus intenciones, alejándolos del sentido original de su cargo o función, y vuelca sus experiencias y reflexiones en estos escritos con sinceridad e inteligencia.
Laura concluye que vivir rodeado de privilegios, aunque éstos respondan a una lógica de eficacia en el cargo, invierte la perspectiva de quien lo ejerce y lo disocia de sus representados: “Las modificaciones conductuales son de distintas características, pero la más evidente es aquella en que nuestra energía, nuestros intereses y toda nuestra atención es atrapada con mayor frecuencia por quienes tienen mayores privilegios que nosotros mismos, y quienes tienen menos, solamente están allí para satisfacernos. […] Sus tensiones, sus angustias y sus placeres cotidianos no tienen puntos de encuentro con los nuestros”.
Explicación
Fragmentos: “Síntomas del virus de altura(...)Se lo experimenta en el pecho como una suerte de escozor que da la sensación de amplitud y de dominio. Por otra parte se produce una amnesia brutal, convenciéndose que todos los logros que uno ha tenido han sido única y exclusivamente gracias a las propias aptitudes, olvidando el camino recorrido y cuantos colaboraron en él.
[…] Tal vez como una forma de adaptación, aquellos privilegios que se nos brindan, primero
son una asombrosa novedad, luego comenzamos a disfrutarlos, y por último terminamos considerándolos normales. La nueva situación de privilegio nos va exigiendo una conducta acorde con el trato, una conducta de privilegiado, una conducta de ‘autoridad’, que otros la perciben como exigiendo dichos privilegios”.
La Guardia de Palacio “Recuerdo aquel día en que asumiera el Presidente de la República y fuimos los presidentes de partidos de la Concertación a saludarlo a La Moneda. Todos nos sorprendimos y maravillamos cuando la Guardia de Palacio se cuadró ante nosotros al momento de nuestro ingreso. Fue el hecho que más me impactó de todas las novedosas experiencias que viví en esos días. Se lo comenté a mis amigos y familiares. No sé bien qué fue lo que me llamó la atención de aquello, tal vez los 17 años de dictadura en que sentía a los policías mirándome como sospechosa y ahora era para ellos alguien respetable. En menos de un año se ha producido en mí un cambio impresionante. Mis ingresos al Palacio de La Moneda son frecuentes, pero no puedo desconocer esa suerte de indignación que experimento cada vez que entro y algún guardia intenta detenerme. Afortunadamente, siempre aparece un oficial de mayor rango que me hace pasar, se disculpa una y otra vez y le explica al guardia quién soy. Entonces cruzo el Patio de los Naranjos con la frente en alto ‘tal como corresponde’. Aquello que en un momento me maravilló, ahora empiezo a exigirlo. He visto a muchos políticos tratando muy mal a los guardias de Palacio, a los más democráticos, a los renovados y he tenido que contenerme para no hacer causa común con ellos, con los políticos, pero internamente lo he hecho”. El carné de diputada “Pero el mayor de los privilegios que me ha brindado mi cargo es la palabra ‘diputada’ antes de mi nombre. Cuando inicié mi gestión parlamentaria y tenía que recurrir a algún lugar público, en los mesones de ingreso solían preguntarme cómo me llamaba y yo, obedientemente, respondía. Me pedían carné y prendían en mi solapa una tarjeta que decía ‘visita’. Un día me encontré con otro parlamentario y al realizar este trámite me dice: ‘Pasa nomás, tú eres parlamentaria’… Desde ese día nunca más estuve en las salas de espera como todas las personas. Casi como un gesto mecánico, cuando me piden mi carné ya no paso el de identidad sino uno rojo con tapa de cuero de la Cámara de Diputados, de esos ‘rompe fila’. Es tal la protección que me hace experimentar este documento, que cuando salgo de mi casa sin llevar cartera y ni siquiera dinero, lo único que pongo en mi bolsillo es el carné rojo. Es casi esquizofrénica la relación que he logrado con él. Cuando alguien me lo pide tiendo a indignarme, y si no me lo solicitan busco alguna artimaña para mostrarlo, por ejemplo cuando me han detenido por exceso de velocidad. De Laura Rodríguez pasé a ser ‘diputada’ Laura Rodríguez, e internamente he reconocido cómo la percepción de mí misma es efectivamente la de ‘diputada’. Tiendo a mirar la realidad desde este prisma y espero que así se me mire también. Que se sepa que tengo mi carné rojo con tapa de cuero”.
Contenido
PRIMERA PARTE
- Una extraña sensación
- El llamado esclarecedor
- Laura Rodríguez: Lala
- Qué fue sucediendo con Lala
- ¿Lala qué es el virus de altura ?
- Los escritos de Lala
- Vías de contagio del virus de altura
- Cambios externos y modificaciones internas
- Distorsión de la realidad
SEGUNDA PARTE
- Características sicosomáticas del virus de altura
- Características de comportamiento
- ¿ Cómo se contrae?
- Yo, me, mi, a mí
- La reinterpretación
- El político
- Virus de altura con poder: mezcla explosiva
- Cuando se da las espaldas al pueblo
- El portero
- El mozo de restaurant
- El padre
- La humildad
- Teofrasto
- La vanidad
- Antídotos
Ediciones
CESOC ediciones 1993