Deshumanización
Proceso en el que se contrae la libertad humana. Es característico de la d. en la relación interpersonal, la negación de la subjetividad libre del otro y, por consiguiente, su cosificación práctica. Una mirada deshumanizante despoja a otros seres humanos de su esencia de libertad, poniendo de relieve ciertas características secundarias que pasan a ser sustantivas (sexo, raza, origen, ocupación, etc.). La mirada deshumanizante tiende a diferenciar en lugar de complementar, movida por la intención de naturalizar al otro. Existe también un naturalismo histórico mediante el cual se interpretan los procesos humanos por determinismos que pretenden ser consagrados por la ciencia de ese momento. La Geopolítica, el Darwinismo social y, en buena medida, el marxismo-leninismo ortodoxo, se inscriben en el determinismo deshumanizante.
En un largo período de la Edad Media (en el que la Iglesia concentraba el poder religioso, político y económico) se discutió si las mujeres tenían alma. Otro tanto ocurrió con los nativos de América en épocas de la Conquista, decidiéndose que aquellos pobladores eran “naturales”, no estrictamente seres humanos. Más adelante, y tal vez como remanente de esas concepciones, se ha seguido reduciendo la personalidad humana a simples funciones de la actividad o situación social en que se encuentran las personas y siempre destacando la relación de subordinación o dependencia. El Nuevo Humanismo recomienda un uso cuidadoso de ciertas designaciones porque por medio de ellas se puede implicar una reducción deshumanizante (“paciente”, respecto al médico; “adolescente”, como alguien incompleto; “contribuyente”, como ciudadano definido por su aporte al estado, etc.).
La d. como proceso social corresponde a momentos históricos antihumanistas (momento humanista) en los que la alienación colectiva invade todas las actividades humanas.