Apuntes de Psicología

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Libro de Silo incluido en el Volumen II de las Obras Completas.


Explicación

Ediciones

Publicado por primera vez


Traducciones

Ha sido traducido en francés, inglés, italiano.


Texto completo: Apuntes de Psicología

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Introducción

Estos «Apuntes de psicología» del pensador latinoamericano Mario Rodríguez Cobos, Silo, son recopilaciones de conferencias dadas por él en 1975 en la isla griega de Corfú; en 1976 y 1978, en las Palmas de Canarias de España y en 2006 en Parque La Reja de Buenos Aires. En «Psicología I» se estudia al psiquismo en general como función de la vida, en su relación con el medio y en su expresión humana. Se pasa luego a exponer las características de los “aparatos” del psiquismo en los sentidos, la memoria y la conciencia. También se expone la teoría de los impulsos y del comportamiento.

En «Psicología II» se estudian las tres vías de la experiencia hu mana: sensación, imagen y recuerdo. Inmediatamente se da cuenta de las respuestas que el psiquismo da a los estímulos externos al cuerpo y a los estímulos del intracuerpo. Los niveles de trabajo de la conciencia y los mecanismos del comportamiento son revisados a la luz de la teoría del espacio de representación. Finalmente, se va ilustrando la producción y transformación de impulsos siguiendo el recorrido de las sensaciones, las imágenes y los recuerdos al tiempo que se los ordena en una presentación morfológica de signos, símbolos y alegorías.

En «Psicología III» se estudia el sistema de operativa capaz de intervenir en la producción y transformación de los impulsos. Un esquema simplificado del trabajo integrado del psiquismo contribuye a la comprensión de los temas de operativa. Finalmente, se establecen distinciones entre la conciencia y el “yo” contrastando los estados de reversibilidad con los estados alterados de conciencia.

En «Psicología IV» se estudia sumariamente el desdoblamiento de los impulsos; luego se estudian las diferencias entre la conciencia, la atención y el “yo”; se estudia también la espacialidad y temporalidad de los fenómenos de conciencia; para finalmente definir e incursionar en las estructuras de conciencia. Estructuras como la “conciencia inspirada” se pasean por los distintos quehaceres humanos: como la “conciencia inspirada” en la filosofía, la ciencia, el arte y la mística. Hay por ultimo una incursión en los niveles profundos de las estructuras de conciencia y es con estos parágrafos finales con los que se termina cerrando esta psicología, que empezó en la analítica de los impulsos más elementales, para terminar en la síntesis de las estructuras de conciencia más complejas.

Estos escritos, sumados a «Psicología de la imagen» -que constituye la primera parte del libro «Contribuciones al pensamiento»- y a «Experiencias guiadas», ambos publicados en Obras Completas I del mismo autor, se pueden considerar como los escritos raíces de una Psicología del Nuevo Humanismo. Siguiendo estos desarrollos ya se han publicado «Autoliberación» de Luis A. Ammann y «Morfología. Símbolos, signos y alegorías» de José Caballero y seguramente veremos a futuro otros estudios que amplíen y enriquezcan estos planteos iniciales. No sería tampoco de extrañar que más adelante algunos psicólogos prácticos desarrollen una nueva psicoterapia que tome como base estas descripciones del psiquismo humano.


Los editores


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Psicología I

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Resumen realizado por los asistentes a las conferencias dadas por Silo a mediados de noviembre de 1975 en Corfú, Grecia.

El «Apéndice sobre las bases fisiológicas del psiquismo» se agregó a fines del mismo año.


El psiquismo

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Como función de la vida

La vida desde sus comienzos se ha manifestado en numerosas formas. Muchas son las especies que han desaparecido por no adaptarse al medio, a las nuevas circunstancias. Los seres vivos tienen necesidades que van a satisfacer en su medio ambiente. Esta situación en el medio ecológico se da en continuo movimiento y cambio. La relación es inestable y desequilibrada, provocando en el organismo respuestas que tienden a compensar ese desequilibrio y así poder mantener la estructura, que de otro modo desaparecería bruscamente. Así, ve­mos a la naturaleza viviente desplegarse con variedad de formas en un medio ambiente de numerosas características, distintas y cambiantes, y en su base mecanismos simples de compensación frente al desequilibrio que hace peligrar la permanencia de la estructura.

La adaptación al cambio externo implica también un cambio interno en el organismo para su supervivencia. Cuando este cambio interno no se produce en los seres vivos, éstos van desapareciendo y la vida elige otras vías para seguir su expansión creciente. Siempre en lo vital estará presente el mecanis­mo de responder compensatoriamente al desequilibrio, que se­gún el desarrollo de cada especie, tendrá mayor o menor complejidad. Esta tarea de compensar al medio externo, y también a las carencias internas, se va a comprender como adaptación (y específicamente como adaptación creciente), como única manera de permanecer en la dinámica de la inestabilidad en movimiento.

La vida animal, particularmente, se va a desarrollar según funciones de nutrición, reproducción y locomoción. Desde luego que también en la vida vegetal y aún en los seres unicelulares existen estas funciones, pero claramente en los animales estas funciones relacionan constantemente el organismo con su medio manteniendo la estabilidad interna de la estructura, lo que se va a expresar más especializadamente como tendencias vegetativas, como “instintos” de conservación y de reproducción. El primero mantiene la estructura individual y el segundo de la especie. En esta preparación de los organismos para conservarse como individuos y perpetuarse como especie, se expresa la inercia (diríamos la “memoria”), que tiende a asegurar la permanencia y continuidad a pesar de las variaciones.

En los animales, las funciones de nutrición y reproducción van a necesitar de la locomoción para poder desenvolverse. Ésta permite el desplazamiento en el espacio para la consecución de alimentos; internamente hay también una movilidad, un transporte de sustancias para ser asimiladas por los organismos. La reproducción va a ser interna en el individuo y externa en la multiplicación de individuos. La primera se verifica como generación y regeneración de tejidos, la segunda, como producción de individuos dentro de la misma especie. Ambas van a hacer uso de la locomoción para cumplir su cometido.

La tendencia hacia el ambiente en la búsqueda de fuentes de abastecimiento, hacia la huida o encubrimiento frente al peligro, dan dirección y movilidad a los seres vivos. Estas tendencias particulares en cada especie forman un equipo de tropismos. El tropismo más sencillo consiste en dar respuesta frente al estímulo. Esta mínima operación de responder a un elemento ajeno al organismo que provoca un desequilibrio en la estructura, para compensar y restablecer la estabilidad, va a manifestarse luego de manera diversa y compleja. Todas las operaciones van a dejar “huellas” que para las nuevas respuestas serán vías de preferencia (en un tiempo 2 se opera sobre la base de las condiciones obtenidas en un tiempo 1). Esta posibilidad de grabación es de suma importancia para la permanencia de la estructura en un medio externo cambiante y un medio interno variable.

Tendiendo el organismo hacia el medio ambiente para adaptarse a éste y sobrevivir, deberá hacerlo venciendo resistencias. En el medio hay posibilidades pero también hay inconvenientes, y para sobrepasar dificultades y vencer resistencias hay que invertir energía, hay que hacer un trabajo que demanda energía. Esta energía disponible estará ocupada en ese trabajo de vencer resistencias ambientales. Hasta tanto no se superen esas dificultades y se termine el trabajo, no habrá nuevamente energía disponible. Las grabaciones de huellas (memoria) permitirán responder sobre la base de experiencias anteriores, lo que dejará energía libre dispo­nible para nuevos pasos evolutivos. Sin disponibilidad energética no es posible hacer trabajos más complejos de adaptación creciente. Por otra parte, las condiciones ambientales se presentan al organismo en desarrollo como alternativas de elección y son también las huellas las que permiten decidir ante las diferentes alternativas de adaptación. Además, esta adap­tación se efectúa buscando la menor resistencia frente a distintas alternativas y con el menor esfuerzo. Este menor esfuerzo implica menos gasto de energía. Así es que concomitantemente a vencer resistencias se trata de hacerlo con el mínimo de energía posible, para que la energía libre disponible se pueda invertir en nuevos pasos de evolución. En todo momento evolutivo hay transformación, tanto del medio como del ser vivo. He aquí una paradoja interesante: la estructura para conservar su unidad, debe transformar al medio y transformarse también a sí misma.

Sería erróneo pensar que las estructuras vivas cambian y transforman sólo al medio ambiente, ya que este medio se complica crecientemente y no es posible adaptarse manteniendo la individualidad tal como ha sido creada en su comienzo. Este es el caso del hombre, cuyo medio, con el paso del tiempo, deja de ser sólo natural para ser además social y técnico. Las complejas relaciones entre los grupos sociales y la experiencia social e histórica acumulada, ponen un ambiente y una situación en la que va a ser necesaria la transformación interna del hombre. Tras este rodeo en el que la vida aparece organizándose con funciones, tropismos y memoria para compensar un medio variable, y así adaptarse crecientemente, vemos que es necesaria también una coordinación (por mínima que fuere) entre estos factores, y para la orientación oportuna hacia las condiciones favorables de desarrollo. Al aparecer esta mí­nima coordinación, surge el psiquismo como función de la vida en adaptación creciente, en evolución.

La función del psiquismo consiste en coordinar todas las operaciones de compensación de la inestabilidad del ser vivo con su medio. Sin coordinación, los organismos responderían parcialmente sin completar las distintas partes compositivas, sin mantener las relaciones necesarias y, por último, sin conservar la estructura en el proceso dinámico de adaptación.


En relación con el medio

Este psiquismo que coordina las funciones vitales se vale de los sentidos y de la memoria para la percepción de las variaciones del medio. Estos sentidos, que de muy simples se han ido complejificando con el paso del tiempo (como todas las partes de los organismos) van dando información del ambiente, que va a ser estructurada en orientación adaptativa. Por su parte, el ambiente es muy variado, y para el organismo son necesarias ciertas condiciones ambientales mínimas para el desarrollo. Allí donde esas condiciones físicas se dan, surge la vida, y una vez surgidos los primeros organismos las condiciones se van transformando de un modo cada vez más favorable para la vida. Pero de comienzo, los organismos necesitan de condiciones ambientales óptimas para el desarrollo. Las variaciones en la troposfera llegan a todos los organismos. Así, tanto el ciclaje diario y el ciclaje estacional, como la temperatura general, las radiacio­nes y la luz solar, son condiciones influyentes en el desarrollo de la vida. También lo es la composición de la Tierra, que en su riqueza, ofrece materia prima que será fuente de energía y de trabajo para los seres vivos. Los accidentes que puedan ocurrir en todo el planeta son también circunstancias decisivas para el desarrollo orgánico. Desde las glaciaciones, los hundimientos, los sismos y erupciones volcánicas, hasta la erosión del viento y del agua, son factores determinantes. Será distinta la vida en los desiertos, en las alturas montañosas, en los polos o en el borde del mar. Son grandes números de organismos y de diversas especies los que van apareciendo y desapareciendo de la superficie terrestre una vez llegada la vida desde los mares. Muchos individuos encuentran dificultades insalvables, y por ello perecen; también sucede con especies completas; especies que no pudieron autotransformarse ni transformar las nuevas situaciones que iban surgiendo en el proceso evolutivo. Sin embargo la vida, abarcando con grandes números y diversidad muchas posibilidades, va abriéndose paso continuamente.

Cuando diversas especies aparecen en un mismo espacio, surgen distintas relaciones entre ellas, aparte de las que existen dentro de la misma especie. Hay relaciones simbióticas, de asociación, parásitas, saprófitas, etcétera. Todas estas relaciones posibles pueden simplificarse en tres grandes tipos: relaciones de dominio, relaciones de intercambio y relaciones de destrucción. Los organismos mantienen entre sí estas relaciones, sobreviviendo unos y desapareciendo otros. Se trata de organismos en los que las funciones se van regulando por un psiquismo, que cuenta con sentidos para percibir al medio interno y al medio externo, y con una memoria, que no es sólo memoria genética de transmisión de caracteres de la especie (los instintos de reproducción y conservación), sino también grabaciones individuales de reflejos nuevos que permiten la decisión frente a alternativas. La memoria cumple también con otra función: el registro del tiempo; la memoria permite dar con­tinuidad frente al transcurrir. El primer circuito de reflejo corto (estímulo-respuesta) admite variaciones en su complejidad, especializándose así los sistemas nervioso y hormonal. Por otra parte, la posibilidad de adquirir nuevos reflejos da origen al aprendizaje y domesticación, especializando también mecanismos múltiples de respuesta, observándose entonces un comportamiento variable, una conducta variable en el ambiente, en el mundo.

Tras muchos intentos de la naturaleza, los mamíferos comenzaron su desarrollo, produciendo casos diferentes y cuantiosos; estos mamíferos dieron lugar a distintas ramas, entre ellas la de los homínidas de data reciente. A partir de éstos, el psiquismo comienza un desarrollo específico.


En el ser humano

Un salto notable se produce cuando comienza entre los homínidas la codificación de signos (sonidos y gestos). Luego los signos codificados se fijan con más permanencia (signos y símbolos grabados). Estos signos mejoran la comunicación que relaciona a los individuos entre sí y relata cuestiones de importancia para ellos referidas al ámbito en que viven. La memoria se amplía y no es ya sólo transmisión genética y memoria individual, sino que gracias a la codificación de señales, los datos pueden almacenarse y trasmitirse sígnicamente, creciendo la información y la experiencia social.

Posteriormente, se da un segundo salto de importancia: los datos de memoria se independizan del aparato genético y del individuo, apareciendo la memoria dispersa, que va prosperando desde los primeros signos en muros y tablillas de arcilla hasta alfabetos que posibilitan textos, bibliotecas, centros de enseñanza, etcétera. El aspecto más relevante que ha operado ahí, es que el psiquismo sale de sí, se plasma en el mundo.

La locomoción va parejamente ampliándose, gracias a la inventiva que crea aparatos naturalmente inexistentes por una parte, y domestica vegetales y animales por otra, permitiendo el traslado por agua, estepa, montaña y bosque. Desde las poblaciones nómadas hasta la locomoción y la comunicación que en nuestros días alcanza un notable desarrollo.

La nutrición se perfecciona desde la primitiva recolección, caza y pesca hasta la domesticación del vegetal de los primeros agricultores. Sigue desarrollándose con la domesticación de animales y con progresivos sistemas de almacenamiento, conservación y síntesis de nuevos alimentos, y su consecuente distribución.

La reproducción va organizando los primeros grupos sociales de horda, tribu y familia, que con la instalación en lugares fijos va dando lugar a poblaciones rudimentarias. Estas, más tarde, adquieren compleja forma de organización social con la participación concomitante de distintas generaciones en un mismo momento histórico y geográfico. La reproducción va sufriendo importantes transformaciones hasta el momento actual en el que se vislumbran ya técnicas de producción, modificación, conservación y mutación de embriones y genes.

El psiquismo se ha ido haciendo complejo, al par que refleja sus anteriores etapas. Especializa también aparatos de respuestas como son los centros neurohormonales que desde una original función vegetativa fue desarrollándose hasta un intelecto de complejidad creciente. Según el grado de trabajo interno y externo, la conciencia ha ganado niveles desde el sueño profundo al semisueño y, ulteriormente, a una vigilia cada vez más lúcida.

El psiquismo aparece como el coordinador de la estructura ser vivo-medio: es decir, de la estructura conciencia-mundo. El resultado de tal coordinación es el equilibrio inestable en que esta estructura va a trabajar y procesar. La información externa va a llegar al aparato especializado que trabajará en distintas franjas de captación. Estos aparatos son los sentidos externos. La información del medio interno, del intracuerpo, llegará a los aparatos de captación que son los sentidos internos. Las huellas de esta información interna y externa y también las huellas de las operaciones mismas de la conciencia en sus distintos niveles de trabajo, van a recibirse en el aparato de memoria. Así, el psiquismo va a coordinar datos sensoriales y grabaciones de memoria.

Por otra parte, el psiquismo en esta etapa de su desarrollo cuenta con aparatos de respuesta al mundo, respuestas muy elaboradas y de distinto tipo (como son las respuestas intelectuales, emotivas o motrices). Estos aparatos son los centros. En el centro vegetativo están las bases orgánicas de las funciones vitales del metabolismo, reproducción y locomoción (aún cuando ésta se ha especializado en el centro motriz), así como también los instintos de conservación y de reproducción. El psiquismo va a coordinar estos aparatos y también las funciones e instintos vitales.

Además, en el ser humano se da un sistema de relación con el medio al que no se puede considerar como un aparato con localizaciones neurofisiológicas, y al que llamamos “comportamiento”. Un caso particular del comportamiento psicológico en la relación interpersonal y social es el de la “personalidad”. La estructura de personalidad va sirviendo a la adaptación teniendo que ajustarse continuamente a situaciones distintas y variables del medio interpersonal; esta capacidad de adecuación acertada, exige de una compleja dinámica situacional que el psiquismo también deberá coordinar manteniendo la unidad de la estructura completa.

Por otra parte, el proceso biológico por el que atraviesa una persona —desde el nacimiento y la niñez, pasando por la adolescencia y la juventud, hasta la madurez y la vejez—, va modificando marcadamente la estructura interna que atraviesa etapas vitales de distintas necesidades y relaciones ambientales (al comienzo dependencia del ambiente, luego ins­talación y expansión en el mismo tendiendo a conservar la posición para, finalmente, alejarse). También este proceso va necesitando de una precisa coordinación. A efectos de lograr una visión integrada del trabajo del psiquismo humano, presentaremos sus distintas funciones que se podrían llegar a localizar fisiológicamente. [1] También tendremos en cuenta el sistema de impulsos capaz de generar, trasladar y transformar información entre los aparatos.


Aparatos del psiquismo

[2].

Por aparatos se entiende a las especializaciones sensoriales y de memoria que trabajan integradamente en la conciencia mediante impulsos. Estos, a su vez, sufren numerosas transformaciones según el ámbito psíquico en que actúan.


Sentidos

Los sentidos tienen por función recibir y suministrar datos a la conciencia y a la memoria, siendo organizados de distinta manera según necesidades y tendencias del psiquismo. El aparato de sentidos encuentra su origen en un tacto primitivo que progresivamente se ha ido especializando. Se puede diferenciar entre sentidos externos, según detecten información del medio externo, y sentidos internos, según capten información del interior del cuerpo. De acuerdo a su tipo de actividad pueden ordenarse como: sentidos químicos (gusto y olfato); sentidos mecánicos (el tacto propiamente dicho y los sentidos internos de cenestesia y kinestesia) y los sentidos físicos (oído y vista). En los sentidos internos, el cenestésico proporciona la información del intracuerpo; hay quimioceptores, termoceptores, baroceptores y otros; también la detección del dolor juega un papel importante. El trabajo de los centros es detectado cenestésicamente, como así también los distintos niveles del trabajo de la conciencia. En vigilia, la información cenestésica tiene un mínimo de registros por cuanto es el momento de los sentidos externos y todo el psiquismo está moviéndose en relación con ese mundo externo. Cuando la vigilia disminuye en su potencial, la cenestesia aumenta la emisión de impulsos, de los que se tiene un registro deformado, actuando como materia prima para las traducciones que se harán en semisueño y sueño. El sentido kinestésico suministra datos del movimiento y de la postura corporal, del equilibrio y desequilibrio físico.


Características comunes de los sentidos

  • a) Todos efectúan, en sí mismos, actividades de abstracción y estructuración de estímulos, según sus aptitudes. La percepción es producida por el dato más la actividad del sentido;
  • b) todos están en continuo movimiento barriendo franjas;
  • c) todos trabajan con memoria propia que permite el recono­cimiento del estímulo;
  • d) todos trabajan en “franjas” de acuerdo a un tono particular que les es propio y que debe ser alterado por el estímulo: para esto es necesario que el estímulo aparezca entre umbrales sensoriales (un umbral mínimo por debajo del cual no se percibe y un umbral de máxima tolerancia que cuando es sobrepasado produce irritación sensorial o saturación). En caso de que exista “fondo de ruido” (proveniente del mismo sentido o de otros sentidos, de la conciencia o de la memoria), el estímulo debe aumentar su intensidad para que sea registrable, sin sobrepasar el umbral máximo para que no haya saturación y bloqueo sensorial. Cuando tal cosa sucede, es imprescindible hacer desaparecer el ruido de fondo para que la señal llegue al sentido;
  • e) todos trabajan entre estos umbrales y límites de tolerancia que admiten variaciones según educación y necesidades metabólicas (que es donde se encuentra la raíz filogenética de la existencia sensorial). Esta característica de variabilidad es importante para distinguir errores sensoriales;
  • f) todos traducen las percepciones a un mismo sistema de impulsos electroquímicos que son los que se distribuirán por vía nerviosa al cerebro;
  • g) todos tienen localizaciones terminales nerviosas (precisas o difundidas) siempre conectadas al sistema nervioso central y periférico o autónomo, desde donde opera el apara­to de coordinación;
  • h) todos se encuentran vinculados con el aparato de memoria general del organismo;
  • i) todos presentan registros propios, dados por la variación del tono al presentarse el estímulo y en el hecho mismo de la percepción;
  • j) todos pueden cometer errores en la percepción. Estos errores pueden provenir del bloqueo del sentido (por irritación sensorial por ejemplo), por falla o deficiencia del sentido (miopías, sorderas, etcétera). También por falta de intervención de otro u otros sentidos que ayudan a dar parámetros a la percepción (se oye algo como “lejos” y al verlo, está “cerca”, por ejemplo). Existen errores de creación artificial, por condiciones mecánicas, tal es el caso de “ver luz” al hacer presión en los globos oculares; o la sensación de que el cuerpo se agranda, al haber una temperatura externa similar a la de la piel. A estos errores de los sentidos se los denomina, genéricamente, “ilusión”.


Memoria

La memoria tiene por función grabar y retener datos provenientes de los sentidos y/o de la conciencia; también suministra datos al coordinador cuando es necesario (el acto de recordar). A mayor cantidad de datos de memoria, más opciones en las respuestas. En las respuestas con antecedentes se ahorra energía, quedando un plus en disponibilidad. El trabajo de la memoria da referencias a la conciencia para su ubicación y continuidad en el tiempo. Los rudimentos de memoria aparecen en la inercia propia de los trabajos de cada sentido, ampliándose a todo el psiquismo como memoria general. El átomo mínimo teórico de memoria es la reminiscencia, pero lo registrable es que en memoria se reciben, procesan y ordenan datos provenientes de los sentidos y del coordinador en forma de grabaciones estructuradas. El ordenamiento se hace por franjas o zonas temáticas y según una cronología propia. De esto se deduce que el átomo real sería: dato + actividad del aparato.


Formas de grabación

Los datos son grabados por la memoria de distintas formas: por ‘shock’, es decir, por un estímulo que impresiona fuertemente; por entrada simultánea a través de distintos sentidos; por presentación del mismo dato de diferentes maneras; y por repetición. El dato es bien grabado en contexto y también cuando sobresale por falta o unidad de contexto. La calidad de la grabación aumenta cuando los estímulos son distinguibles y esto se produce en ausencia de fondo de ruido por nitidez de las señales. Cuando hay saturación por reiteración, se produce bloqueo, y cuando hay habituación se produce disminución en la grabación del estímulo. Cuando hay ausencia de estímulos externos, el primer estímulo que aparece es grabado fuertemente. También cuando la memoria no está entregando información al coordinador hay mayor disponibilidad para grabar. Serán bien grabados los datos recibidos en relación con la franja temática en la que está trabajando el coordinador.


Recuerdo y olvido

El recuerdo, o más precisamente la evocación, surge cuando la memoria entrega a la conciencia datos ya grabados. Esta evocación es producida intencionalmente por la conciencia, lo que la distingue de otro tipo de rememoración que se impone a la conciencia, como cuando ciertos recuerdos la invaden coincidiendo en ocasiones con búsquedas o con contradicciones psicológicas que aparecen sin participación del coordinador. Hay grados de evocación, según el dato se haya registrado con mayor o menor intensidad; cuando los datos pasan levemente el umbral de registro, la evocación será también leve e incluso hay casos en que no se recuerda, pero al volver a percibir el dato se lo reconoce. A partir de estos umbrales mínimos de evocación aparecen gradaciones más intensas hasta llegar al recuerdo automático, o veloz reconocimiento, que es por ejemplo el caso del lenguaje. El reconocimiento se produce cuando al recibir un dato y ser cotejado con anteriores, aparece como ya registrado siendo entonces reconocido. Sin reconocimiento, el psiquismo experimentaría un estar siempre por primera vez ante los fenómenos, a pesar de que estos se repitieran. El olvido es la imposibilidad para traer a la conciencia datos ya grabados. Esto ocurre por un bloqueo en la reminiscencia que impide la reaparición de la información. Hay, por otra parte, una suerte de olvido funcional que impide la aparición continua de recuerdos, gracias a mecanismos de interregulación que operan inhibiendo un aparato mientras funciona otro. Así, no hay recuerdo continuo cuando el coordinador está percibiendo, o está coordinando respuestas, o bien está evocando una franja particular. La gradación en la intensidad de la grabación y la evocación, se vincula con los campos de presencia y copresencia del coordinador.


Niveles de memoria

Distintos niveles surgen a partir de la permanencia y duración de las grabaciones. En la adquisición de la memoria individual, las primeras huellas quedan como sustrato para las posteriores, poniendo el ámbito en el que las nuevas grabaciones son cotejadas con las primeras. Por otra parte, las nuevas grabaciones son recibidas sobre la base de la disponibilidad energética y de trabajo que dejan las primeras, siendo éstas las bases para el reconocimiento. Hay un primer nivel de sustrato, o memoria antigua, que se va enriqueciendo a lo largo del tiempo. Hay un segundo nivel, o memoria mediata, que surge en la dinámica del trabajo psíquico, con grabaciones recientes que en ocasiones pasan al nivel de memoria antigua. Hay un tercer nivel, o memoria inmediata, que corresponde a las grabaciones actuales. Es un nivel de trabajo constantemente abierto a la llegada de información. En ese nivel hay selección, descarte y almacenamiento de datos.


Memoria y aprendizaje

En la grabación y en la memorización de la huella mnémica, la emoción tiene un papel muy importante. Resulta evidente que se memoriza y evoca mejor en climas amables y agradables, y esta característica es definitiva en las tareas de aprendizaje y enseñanza, en donde los datos se relacionan con un contexto situacional emotivo.


Circuito de memoria

Las vías de entrada de los impulsos mnémicos son: los sentidos internos, los sentidos externos y las actividades del coordinador. Por estas vías corren los impulsos constituyentes de la información registrable que pasa a almacenarse en memoria. Por su parte, los estímulos que llegan siguen una doble vía: una que va al coordinador y otra que va a memoria. Es suficiente que los estímulos sobrepasen levemente los umbrales sensoriales para que sean registrables, y es suficiente una mínima actividad en los distintos niveles de conciencia para que haya grabación.


Relación entre memoria y coordinador

En el circuito entre sentidos y coordinador la memoria actúa como conectiva, como puente, compensando en ocasiones la falta de datos sensoriales, ya sea por evocación, ya sea por recuerdo involuntario (como si se tratara de “metabolizar” reservas). En el caso del sueño profundo, en donde no hay entrada de datos externos, llegan a la conciencia los datos cenestésicos combinados con los datos de memoria. Así, los datos mnémicos no aparecen evocados intencionalmente, pero de cualquier modo el coordinador está realizando un trabajo, está ordenando datos, está analizando, está haciendo operaciones con participación de memoria. En el nivel de sueño profundo hay reordenamiento de la materia prima vigílica (inmediata, reciente, o antigua) que ha llegado desordenadamente a la memoria. En el nivel de vigilia, el coordinador puede dirigirse a la memoria mediante la evocación (mecanismos de reversibilidad), formalizando en la conciencia objetos que no entran por los sentidos en ese momento, aunque lo hayan hecho anteriormente. De lo dicho se desprende que la memoria puede suministrar datos a requerimiento del coordinador, o estimularlo sin su participación, como por ejemplo, cuando faltan estímulos sensoriales.


Errores de memoria

El más general es el falso reconocimiento, que surge cuando un dato nuevo es relacionado incorrectamente con uno ante­rior. Una variante (o recuerdo equívoco) es suplantar por otro un dato que no aparece en memoria. Las amnesias se re­gistran como una imposibilidad total para evocar datos o secuencias com­pletas de datos. Inversamente, en la hipermnesia hay su­pera­bundancia de recuerdos. Por otra parte, toda grabación está asociada a otras contiguas. No hay pues recuerdo aislado, sino que el coordinador selecciona entre los recuerdos a aque­llos que le son necesarios. De modo que otro caso de error es el que se produce cuando recuerdos contiguos se ubi­­can como centrales. En la conducta pueden influir directamente datos de memoria que no pasan por coordinador y que motivan comportamientos inadecuados a la situación, a pesar de que pueda haber registro de es­­tas conductas inadecuadas. Otro caso de error es el “déjà vu”, cuando se experimenta frente a una situación totalmente nue­va la sensación de lo ya vivido.


Conciencia

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Puede definirse a la conciencia como el sistema de coordinación y registro que efectúa el psiquismo humano. De acuerdo a esto, no se considera consciente a ningún fenómeno que no sea registrado, ni tampoco ninguna operación del psiquismo en la que no participen tareas de coordinación. Esto es posible porque las posibilidades de registro y coordinación tienen un espectro muy amplio, apareciendo las mayores dificultades al considerar los umbrales, los límites de registro y coordinación. Esto nos lleva a una corta consideración: se suele vincular “conciencia” con “actividad vigílica”, quedando el resto fuera de la conciencia, lo que ha hecho surgir concepciones mal fundamentadas como la del “inconsciente”. Esto ha sido así por cuanto no se han estudiado suficientemente los diferentes niveles de trabajo de la conciencia y tampoco se ha observado la estructura de presencia y copresencia con la que trabaja el mecanismo atencional. Hay otras concepciones en las que a la conciencia se la ve como pasiva, siendo que la conciencia trabaja estruc­tu­ran­do activamente, coordinando las necesidades y tendencias del psiquismo con los aportes sensoriales y de memoria, mientras que orienta las variaciones constantes de la re­lación del cuerpo y el psiquismo, es decir, de la estructura psi­cofísica con el mundo.

Consideramos mecanismos fundamentales a los de re­ver­si­bilidad que permiten a la conciencia orientarse, por medio de la atención, hacia las fuentes de información sensorial (aper­cepción) y mnémica (evocación). Cuando la atención está dirigida sobre la evocación puede, además, descubrir o resaltar fenómenos que no se advirtieron en el momento de ser grabados. A este reconocimiento se lo considera de apercepción en la evo­cación. La actuación de los mecanismos de re­versibilidad está directamente relacionada con el nivel de trabajo de la conciencia. A medida que se desciende en niveles de conciencia, disminuye el trabajo de estos mecanismos, y viceversa.


Estructura de la conciencia

Su estructura mínima es la relación acto-objeto, ligada por los mecanismos de intencionalidad de la conciencia. Esta ligazón entre actos y objetos es permanente aún cuando existan actos lanzados en busca de objetos que en ese instante no se precisan. Es esta situación la que da dinámica a la con­cien­cia. Los objetos de conciencia (percepciones, recuerdos, re­presentaciones, abstracciones, etcétera), aparecen como los co­rrelatos intencionales de los actos de conciencia. La intencionalidad siempre está lanzada hacia el futuro, lo que se registra como tensión de búsqueda, y también hacia el pasado en la evocación. Así, los tiempos de conciencia se entrecru­zan en el instante presente. La conciencia futuriza y recuerda, pe­ro en el momento de la implesión trabaja en presente. En el caso de búsqueda de un recuerdo, cuando el objeto evocado aparece, “se hace presente” y hasta tanto esto no suceda, la conciencia no completa su acto. La acción com­pletiva, se registra como distensión. Cuando los actos en­cuentran su objeto, queda energía libre que es utilizada por la conciencia para nuevos traba­jos. Estas operaciones descriptas son características del nivel vi­gílico, ya que en otros niveles (como en el sueño, por ejemplo) la estructura del tiempo es distinta. Así, el tiempo psicológico depende del nivel de trabajo del psiquismo. El tiempo de trabajo del coordinador en vigilia es el presente, desde donde pueden efectuarse múltiples juegos temporales de pro­tensiones y retenciones, pero siempre entrecruzándose en el instante presente. La eficacia de los mecanismos de reversibilidad y el tiempo presente son características vigílicas.


Atención, presencia y copresencia

La atención es una aptitud de la conciencia que permite ob­ser­­var los fenómenos internos y externos. Así, cuando un es­­tí­mulo supera el umbral, despierta el interés de la conciencia que­d­ando en un campo central de presencia al cual se di­­rige la atención. Sucede lo mismo cuando la conciencia es la que se dirige a un determinado estímulo o dato por propio interés. Cuan­do la atención trabaja, hay objetos que apa­re­­cen como cen­trales y objetos que aparecen en la periferia, de modo co­pre­sente. Esta presencia y copresencia aten­cio­nal, se da tanto con los objetos externos como con los objetos internos. Al aten­der a un objeto se hace presente un aspec­to evidente y lo no evidente opera de modo copresente. “Se cuen­­ta con” esa par­te aunque no se la atienda. Esto es porque la conciencia tra­baja con más de lo que necesita atender, sobrepasa al objeto observado. La conciencia dirige actos a los objetos, pe­ro también hay otros actos copresentes que no se relacionan con el tema u objeto atendido presente­men­te. En los distintos niveles de conciencia se experimenta lo mismo; por ejemplo en vigilia hay copresencia de ensueños y en los sueños puede haber actos eminentemente vi­gí­li­­cos como el razonamiento. Así, la presencia se da en un cam­­­po de copresencia. En el conocimiento por ejemplo la ma­­sa de información copresente importa cuando es necesa­rio con­centrarse en un tema específico. El conocimiento se en­­­tiende en este horizonte de copresencia, por lo que al am­­­pliarlo, se amplía también la capacidad de relacionar. Pre­sen­cia y copresencia configuran la imagen del mundo que tie­ne un individuo. Aparte de conceptos e ideas, la con­cien­cia cuenta con elementos no pensados, copresentes, que son las opi­­nio­nes, creencias, supuestos, a los que rara vez se atiende. Cuan­do es­­te sustrato con el que se cuenta, varía o cae, es la imagen del mundo la que cambia o se transforma.


Abstracción y asociación

La capacidad de abstracción de la conciencia aumenta en el nivel vigílico y disminuye en los niveles inferiores, aumentando entonces los mecanismos asociativos. En vigilia trabajan tan­to los mecanismos de abstracción como los de asociación en su base. Consecuencia de los primeros es la “idea­­­ción” y de los segundos la “imaginación”. La ideación consiste en la for­mu­­lación de abstracciones que podemos definir como “conceptos”. Es­tos son reducciones de los objetos a sus caracteres esenciales (por ejem­­plo, de un campo se pue­­de abs­traer su forma triangular y calcular su área geo­mé­trica). La conceptualización no trabaja con elementos aislados, sino con conjuntos de elementos, y es a partir de esas concep­tua­liza­cio­nes que se pueden establecer clasificaciones (por ejemplo, se hace la abs­tracción “árbol”, pero resulta que hay distintos tipos de árboles, por lo que aparecen tam­­­bién clasificaciones en categorías, clases, géneros, etcé­te­ra). De acuerdo a esto, la ideación se da sobre la base de con­­­cep­tua­li­za­ciones y clasificaciones gracias a los mecanismos abstractivos de la conciencia. La imaginación surge con el trabajo de los mecanismos de asociación: por contraste (blanco-negro); por contigüidad (puente-río): y por similitud (rojo-sangre). Pueden distin­guir­­­se dos tipos de imaginación: la imaginación divagatoria y la imaginación plástica o dirigida. La primera se caracteriza por la asociación libre, sin guía, en la que las imágenes se sueltan y se imponen a la conciencia (en sueños y ensueños, por ejemplo). En la ima­­ginación plástica o dirigida, hay una cierta libertad operativa, ad­­mi­­­tién­­dose una dirección en tor­no a un plan de inventiva en el cual es de in­terés for­malizar algo inexistente aún. Según que los impulsos que lle­­gan a la conciencia sean trabajados por uno u otro de los me­ca­nis­mos se­­ña­lados (abstracción, clasificación, divagación o imaginación di­ri­gida), se obtendrán distintas traducciones formalizando múltiples re­presenta­ciones.


Niveles de conciencia

La conciencia puede encontrarse sumida en pleno sueño, en se­misueño, o en vigilia, pero también en momentos interme­dios o de transición. Hay gra­daciones entre los niveles de con­ciencia, no diferencias tajantes. Hablar de niveles, es ha­blar de diferentes operaciones y del registro de esas operacio­nes. Es gracias a ese registro que puede distinguirse entre dis­tin­tos niveles de conciencia, y no se puede tener regis­tro de los niveles como si éstos fueran ámbitos vacíos.


Características de los niveles

Se puede afirmar que los distintos niveles de conciencia cumplen con la función de compensar estructuradamente al mundo (entendiendo por “mundo” a la masa de percepciones, re­presentaciones, etcétera, que tienen su origen en los estí­mu­los del medio externo e interno). No se trata simplemente de que se den respuestas, sino que se dan respuestas com­pen­satorias estructurales. Esas respuestas son compensaciones para restable­cer el equilibrio, en esa relación inestable que es la relación conciencia–mun­do o psiquismo-medio. Cuando va quedando energía libre del trabajo que se hace en el funcionamiento vegetativo, los niveles van ascendiendo porque van recibiendo la energía que los abastece.


Sueño profundo

En este nivel, el trabajo de los sentidos externos es mínimo, no hay otra infor­mación del medio externo que aquella que supera el umbral que pone el mismo sueño. El trabajo del sen­tido cenestésico es predominante, aportando impulsos que son traducidos y transformados por el trabajo de los me­canismos asociativos dando lugar al surgimiento de las imá­genes oníricas. Las características sustantivas de las imágenes en este nivel son su gran poder de sugestionabilidad. El tiem­po psicológico y el espacio se en­­cuentran modificados con respecto a la vigilia, y la estructura acto-ob­jeto aparece fre­cuentemente sin correspondencia entre sus elementos. Del mis­mo modo, “climas” emotivos e imágenes se suelen indepen­dizar entre sí. Es típica la desaparición de los mecanis­mos críticos y autocríticos que a partir de este nivel van a ir au­mentando en su trabajo a medida que aumenta el nivel de conciencia. La inercia de los niveles y el ámbito for­mal pro­pio que colocan, hacen que la movilidad y el pasaje de uno a otro se hagan paulatinamente; (así, la salida y la entrada al sue­ño se harán pasando por el semisueño ). El tono de este nivel es igual que el de los demás: puede ir de un estado activo a otro pasivo y también pueden presentarse estados de alteración. El sueño pasivo es sin imágenes, mientras que el activo es con imágenes.


Semisueño

En este nivel, que antecede a la vigilia, los sentidos externos comienzan a enviar información a la conciencia, información que no es totalmente es­tructurada porque hay también interferencia de ensoñación y presencia de sensaciones internas. Los contenidos del sueño pierden poder sugestivo cuando siguen apareciendo, debido a la semi-percepción vigílica que da nuevos parámetros. La sugestionabilidad sigue actuando sobre todo en el ca­­­­so de algunas imágenes muy vívidas (llamadas “hipnagógicas”), que tie­­­­­nen gran fuerza. Por otra parte el sistema de ensueños frecuentes, que pue­­­de menguar en vigilia y desaparecer en el sueño, reaparece. Es en es­te nivel donde el núcleo de ensueño y los ensueños se­cun­­darios son más fácilmente registrables, por lo menos en sus climas y tensiones básicos. El modo de ensoñación propio de este nivel se suele trasladar por iner­­cia a la vigilia, pro­porcionando la materia prima para la divagación, aun­­que en ésta también aparezcan elementos de percepción vigílica. El coor­­dinador en este ámbito puede ya realizar algunas operaciones. Mencio­ne­mos también que este nivel es su­mamente inestable y por ello de fácil desequilibrio y alteración. También encontramos los estados de se­mi­sueño pasivo y activo; el primero de ellos ofrece un pasaje fácil al sue­­ño; el otro lo ofrece a la vigilia. Es conveniente hacer otra dis­­tinción: hay un se­misueño activo por alteración y otro más calmado y atento. El se­misue­ño al­terado, es la base de las ten­siones y climas que con fuerza e in­sistencia pueden llegar a la vigilia ocasionando “ruidos” y mo­dificando la conducta, haciéndola inadecuada a la situación am­biental. El rastreo de los climas y tensiones vigílicas puede ha­cerse en el semisue­ño activo al­te­rado. Los distintos estados, ac­tivos y pasivos, están dados por el tono e intensidad energé­tico propio de cada nivel. Los tonos dan la in­tensidad gradual que pueden tener tanto los climas emotivos, como las tensiones.


Vigilia

Aquí los sentidos externos aportan un mayor caudal de información, regulando por inhibición a los sentidos internos y posibilitando que el coordinador se oriente al mundo en el trabajo del psiquismo de compensación al medio. Funcionan aquí los mecanismos de abstracción y los mecanismos críticos y autocríticos, llegando a altos grados de manifestación e intervención en las tareas de coordinación y registro. Los mecanismos de reversibilidad, de los que en los niveles anteriores se tenía mínima manifestación, pueden aquí operar ampliamente permitiendo al coordinador equilibrar a los medios interno y externo. La sugestionabilidad en los contenidos vigílicos disminuye al aumentar los puntos de referencia. Hay un tono de vigilia activa que puede ser atenta, con máximo manejo de la apercepción, o bien un tono de vigilia alterada. En este último caso aparece la divagación silenciosa y los ensueños más o menos fijados.


Relación entre niveles

La relación entre niveles produce en general alteraciones recíprocas. Pueden citarse cuatro factores que inciden en esa re­lación: la inercia, el ruido, el efecto “rebote” y el “arrastre”.


Inercia

Cada nivel de conciencia tiende a mantener su nivel propio de trabajo manteniendo su actividad luego de finalizado su ciclo. Esto lleva a que el pasaje de un nivel a otro se haga con lentitud disminuyendo el primero al manifestarse el nuevo nivel (como en el caso de contenidos de semisueño que se imponen en vigilia). Los casos que a continuación se mencionan son consecuencias de esta inercia de cada ni­vel a mantener y extender su tipo de articulación característica.


Ruido

La inercia del nivel anterior aparece como fondo de ruido en el trabajo del nivel posterior; contenidos de la infravigilia irrumpen interfiriendo en el trabajo vigílico y a la inversa. Co­mo ruido podemos también distinguir: climas emotivos, tensiones, y contenidos no correspondientes al trabajo del coordinador en ese momento. En un ejemplo: si es el caso de realizar un trabajo intelectual, una cierta emoción deberá acompañar a ese trabajo (gusto por hacerlo), habrá una tensión producida por el trabajo mismo y se mentará con contenidos oportunos a las operaciones en marcha, pero si hay climas de otro tipo, si las tensiones no provienen del trabajo y los contenidos son alegorizantes, es obvio que inter­ferirán en la actividad introduciendo ruido, lo cual habrá de alterar la coordinación y consumirá la energía disponible.


Efecto rebote

Este fenómeno surge como respuesta de un nivel en el que se han introducido contenidos de un nivel distinto, superando las defensas de inercia. Contenidos propios del nivel inva­dido, aparecerán más tarde en el nivel desde el que se produjo la introducción.


Arrastre

Contenidos, climas y tonos propios de un nivel se trasladan y permanecen en otro nivel como arrastre. Esto será más re­­levante en el caso de climas, ten­siones o contenidos fijados en el psiquismo que son arrastrados por mu­­cho tiempo y que se representan en los distintos niveles. Por la importan­cia psicológica que pueden tener estos factores en la adaptación creciente y en la evolución del psiquismo, pueden ser considerados especialmente.


Tonos, climas, tensiones y contenidos

A los tonos se los considera en cuanto intensidad energética. Las operaciones en cada nivel pueden ser efectuadas con mayor o menor intensidad (con mayor o menor tono). Hay vivencias que pueden manifestarse con mayor o menor inten­si­dad de acuerdo al tono predominante y en ocasiones ser alteradas por éste, convirtiéndose en factor de ruido. Los climas son estados de ánimo que por su variabilidad apa­recen intermitentemente y pueden cubrir a la con­cien­cia du­rante un cierto tiempo, tiñendo todas las actividades del coor­dinador. En ocasiones los climas corresponden a las ope­ra­ciones que se efectúan, y acompañan conco­mi­tan­­te­men­te al coordinador sin perturbarlo, facilitándole en este caso su trabajo. Cuando esto no sucede así, oca­sio­nan ruido. Estos climas pueden fijarse en el psiquismo y perturbar a la estructura completa, impidiendo la movilidad y facilidad de desplazamiento de los climas oportunos. Los climas fijados circulan por los distintos niveles y así pueden pasar de la vigilia al sueño, continuar allí y volver a la vigilia durante lar­go tiempo, restando libertad operativa al coordinador. Otro tipo de clima es el situa­cio­nal, que aparece entor­pecien­do las respuestas adecuadas a una situación determinada. Las tensiones tienen una raíz más física, más corporal, ya que es el sis­­tema muscular el que interviene, siendo en la musculatura donde se tie­ne el registro más directo de ellas. La vinculación con el psiquismo no siem­pre es directa ya que al relax muscular no le acompaña directamente un relax men­tal, sino que la conciencia puede continuar con tensiones y al­teración mientras que el cuerpo ya ha conseguido relajarse. Esta diferencia entre tensiones psíquicas y físicas permite distinciones operativas más precisas. Las tensiones psíquicas están vinculadas a las expectativas excesivas en las que el psiquismo es llevado a una búsqueda, a una “espera de al­go” que ocasiona fuertes tensiones. Los contenidos mentales aparecen como objetos formales de conciencia, son formas compensatorias que la conciencia or­ganiza para responder al mundo. Aparece así la correspon­den­cia o no, entre las actividades o necesidades del psiquismo y los contenidos que aparecen en el coordina­dor. Si se está efectuando una operación matemática será oportuna allí la re­presentación numérica, pero una figura alegórica resultará inoportuna y actuará como ruido y como foco de distracción. Todos los factores de rui­do, además de entorpecer el tra­bajo suelen provocar desorientación y dispersión de energía. Los contenidos de conciencia, mientras actúan en su nivel de formación, tienen una significación de importancia pa­ra el coor­dinador, pero al salirse de su nivel formal característico entorpecen las tareas de coordinación. También resultan de gran utilidad los registros de los estados calmos en vigilia, ya que logran restablecer la normalidad del flujo de conciencia. En el caso de los climas que se fijan, hay una operatoria para transferir estos climas desde sus imágenes correspondientes a otras de menor importancia para la conciencia. De ese modo, los climas pueden ir perdiendo fijeza, disminuyendo la perturbación vigílica. En síntesis: los cuatro tipos de vivencias mencionados más arriba en tanto tienen adecuación a las operaciones del coordinador son factores favorables; cuando son ina­decuados por no corresponder a dichas operaciones, resultan factores de ruido y distracción, alterando al psiquismo.


Errores del coordinador

Hay que distinguir entre los errores propios de la conciencia y los errores de relación entre conciencia, sentidos y memoria. A estos últimos los de­­sig­namos genéricamente “dis­fun­cio­nes”. La alucinación es el error tí­pico del coordinador. Se produce cuando fenómenos que no han llegado di­rec­ta­mente por vía de los sentidos son experimentados como si operaran en el mundo externo con todas las características de la per­cepción sen­sorial. Se trata de configuraciones que hace la conciencia sobre la ba­se de memoria. Estas alucinaciones pueden surgir en situaciones de gran agotamiento, por carencia de sustancias necesarias al metabolismo ce­­rebral, por anoxia, por carencia de estímulos (como en situacio­nes de supresión sensorial), por acción de drogas, en el de­li­rium tremens propio del alcoholismo, y también en situa­cio­nes de peligro de muerte. Son fre­cuentes en casos de debilidad física y en casos de “conciencia emocionada”, en los que el coordinador pierde su facultad de desplazarse en el tiempo. Como disfunciones con los sentidos pueden mencionarse la incapacidad de relacionar datos provenientes de distintas vías sensoriales (son los casos conocidos como “desintegración eidética”). Las dis­fun­cio­nes con la memoria se registran como olvidos y bloqueos.


Circuito integrado entre sentidos, memoria y coordinador

Las conectivas entre sentidos, memoria y conciencia, revelan as­­pec­tos de importancia del funcionamiento del psiquismo. Estos cir­cuitos co­nec­ti­vos trabajan en una compleja autorre­gu­­lación . Así, cuando el coordinador hace apercepción de la per­­cep­ción queda inhibida la evocación e, in­­versamente, la aper­­cepción de memoria inhibe la percepción. Cuando es­tán actuando los sentidos externos se frena la entrada de es­tímulos in­­ternos y viceversa. La mayor interregulación aparece en los cambios de nivel de trabajo, en donde al ir aumen­tando el sueño (o disminuyendo la vigilia), se bloquean los me­­canismos de reversibilidad, soltándose entonces con fuerza los mecanismos asociativos; por su parte, los mecanismos crí­ticos al par que comienzan su trabajo inhiben a los mecanismos asociativos, al aumentar la vigilia. Entre los sentidos también hay interregulación automática: cuando la vista amplía su umbral medio dismi­nuyen el tacto, el olfato y el oí­do, sucediendo esto entre todos los sen­tidos (por ejemplo, se suele cerrar los ojos para oír mejor).


Impulsos

[3].

Los impulsos que llegan al coordinador, provenientes de los sentidos y de la memoria, son transformados en representaciones, procesándose estas estructuras de percepción y evocación a fin de elaborar respuestas eficaces en el trabajo de equilibrar a los medios interno y externo. Así, por ejem­plo, mientras un ensueño es una elaboración-respuesta al medio interno, un desplazamiento motriz es un movimiento-respuesta al medio externo, o en el caso de las representaciones, una ideación llevada a ni­veles sígnicos es otro tipo de representación-respuesta al medio externo. Por otra parte, cualquier representación que se ponga en el campo de presencia del coordinador suscita cadenas asociativas entre el objeto y su co­presencia. Así, mientras el objeto es apresado con precisión de detalle en el campo de presencia, en el campo de copresencia aparecen re­la­ciones de otros objetos no presentes pero vinculados con él. Se ad­­­vierte la importancia que tienen los campos de presencia y co­pre­sen­cia en la traduc­ción de impulsos, como en el caso de la traducción ale­­­górica en la que mu­cha materia prima proviene de datos llegados a la copresencia vigílica.

Es importante un estudio de los impulsos por el particular trabajo que el coordinador realiza con las representaciones. Dos son las vías posibles: la abstractiva, que opera reduciendo la multiplicidad fenoménica a sus caracteres esenciales, y la asociativa, que estructura las representaciones sobre la base de similitud, contigüidad y contraste. Sobre la base de estas vías de abstracción y de asociación, se estructuran formas, que son nexos entre la conciencia que las constituye y aquellos fenómenos del mundo objetal a los cuales están referidas.


Morfología de los impulsos

En este nivel expositivo, entendemos a las “formas” como fenómenos de per­cepción o de representación. La morfología de los impulsos estudia a las formas como estructuras traducidas y transformadas por el aparato psicofísico en su trabajo de respuesta a los estímulos. De un mismo objeto puede tenerse distintas formas según los canales de sensación usados, según la perspectiva con res­­pecto a dicho objeto y según el tipo de es­truc­tu­­ra­ción que efec­túe la conciencia. Los distintos niveles de conciencia ponen, cada uno, su propio ámbito formal. Ca­da nivel pro­cede como estructura de ámbito característico, liga­do a for­mas tam­bién características. Las formas que emergen en la con­­­ciencia son reales compensaciones estructuradoras fren­te al estímu­lo. La forma es el ob­jeto del acto de com­pen­­sa­ción estructuradora. El es­­tímulo se convierte en forma cuando la conciencia lo estructura des­de su nivel de trabajo. Así, un mismo estímulo se tra­duce en for­mas dis­­tintas según res­pues­­tas estructuradoras de dis­­­tin­tos niveles de con­cien­cia. Los diferentes niveles cumplen con la función de compensar es­­­tructuradamente al mundo. El color tiene gran importancia psicológica pero aun cuando sirve a la ponderación de las formas, no modifica su esencia. Para comprender el origen y significado de las formas se debe distinguir entre sensación, percepción y representación.


Funciones de la representación interna

1. Fijar la percepción como memoria.
2. Transformar lo percibido de acuerdo a necesidades de la conciencia.
3. Traducir impulsos internos a niveles perceptibles.


Funciones de la representación externa

1. Abstraer lo esencial para ordenar (símbolo).
2. Expresar convencionalmente abstracciones para poder operar en el mundo (signo).
3. Concretar lo abstracto para recordar (alegoría).


Características del signo, la alegoría y el símbolo

El signo es convencional, operativo, asociativo, a veces figurativo, a veces no figurativo. La alegoría es centrífuga, mul­­tiplicativa, asociativa, epocal y figurativa. El símbolo es centrípeto, sintético, no asociativo, no epocal y no figurativo.


Simbólica

.

El símbolo como acto visual

El símbolo en el espacio y como percepción visual nos hace re­flexionar acerca del movimiento del ojo. Una visión de un pun­to sin referencias permite el movimiento del ojo en todas las direcciones. La línea horizontal lleva al ojo en esa dirección sin esfuerzo. La línea vertical provoca tensión, fatiga y ador­mecimiento. La comprensión del símbolo, (inicialmente una configuración y movimiento visual), permite considerar seriamente a la acción que aquel efectúa desde el mundo externo sobre el psiquismo (cuando el símbolo se presenta como percepción desde un objeto cultural), y permite pesquisar el trabajo de la representación (cuando la imagen se expresa como símbolo en una producción personal interna, o se proyecta en una producción cultural externa).


El símbolo como resultado de la transformación de lo percibido

Aquí surge la función compensatoria del símbolo como referencial y ordenador del espacio. El símbolo contribuye a la fijación del centro en el campo abierto y al detenimiento del tiempo. Los monumentos símbolo dan unidad psicológica y política a los pueblos. También está el sím­­bolo que responde a producciones no colectivas, en el que se observa la función compensatoria de la conciencia frente a los datos de la realidad.


El símbolo como traducción de los impulsos internos

El simbolismo en el sueño y en la producción artística, generalmente responde a impulsos cenestésicos traducidos a niveles de representación visual. Otro caso de manifestación simbólica como traducción de impulsos internos es el de ciertos gestos, conocidos en Oriente como “mudras”. Algunas actitudes corporales generales y sus significados son conocidos en todo el mundo y corresponden a las distinciones hechas en cuanto a los símbolos de punta y círculo (por ejemplo, el cuerpo erguido y los brazos abiertos expresan, simbólicamente, situaciones mentales opuestas a las del cuerpo encerrado sobre sí mismo como en la posición fetal).


Sígnica

El signo cumple con la función de expresar convencionalmente abstracciones para operar en el mundo, unificando en un mismo nivel de len­guaje, fenómenos de naturaleza di­ferente. Ex­presión y significado son una estructura. Cuando el significado de una expresión es descono­cido, el signo pierde valor ope­rativo. Las expresiones equívocas o mul­­tívocas son aquellas que admiten varios significados y su compren­sión surge por contexto. El contexto uniforma el nivel de lenguaje. Pe­ro los contextos suelen estar puestos fuera del ámbito de un ni­vel de lenguaje dado, surgiendo las expresiones sin­ca­te­go­re­má­­ticas u ocasionales (por ejemplo, ante una misma llamada a la puerta, al pre­­­­guntarse “¿quién llama?”, distintas per­sonas res­ponden: “yo”, en­­­ten­diéndose en cada caso de quién se trata por la voz, la hora, la cir­­­­­cunstancia de espera de una visita, et­cétera. Es de­cir, por contextos que es­tán fuera del nivel de len­guaje en el que se ex­presa siempre: “yo”). En cuanto al sig­­no como tal, éste puede ser la expresión de un sig­ni­fi­ca­do, o cumplir con la función de señalar a otra entidad por carácter asociativo.


Diferencias entre signos y categorías sígnicas

Las conectivas entre signos son formalizaciones de relaciones siendo ellas, a su vez, signos. Cuando los signos pierden su significado por traslado cultural, suelen ser considerados como símbolos.


La función sígnica de símbolos y alegorías

Cuando a un símbolo se le da valor convencional y se lo to­ma en sentido operativo, se lo convierte en signo. Las alegorías también cumplen con funciones sígnicas.


Alegórica

Las alegorías son narraciones transformadas plásticamente en las que se fija lo diverso o se multiplica por alusión, pero también en donde se concreta lo abstracto. El carácter mul­ti­plicativo de lo alegórico tiene que ver con el proceso asociativo de la conciencia.


Leyes asociativas de lo alegórico

La similitud guía a la conciencia cuando ésta busca lo pareci­do a un ob­­jeto dado. La contigüidad cuando busca lo propio, o lo que está, estuvo o estará en contacto con un objeto da­do. El contraste cuando busca aquello que se opone o que está en relación dialéctica con un objeto dado.


Lo situacional de lo alegórico

Lo alegórico es dinámico y relata situaciones referidas a la mente individual (sueños, cuentos, arte, patología, mística), al psiquismo colectivo (cuentos, arte, folklore, mitos y religiones) y al hombre de distintas épocas frente a la naturaleza y a la historia.


Funciones y tipos de alegorías

Relata situaciones compensando dificultades de abarcamiento total. Al apresar situaciones alegóricamente, se puede operar sobre las situaciones reales de modo indirecto.


El “clima” de lo alegórico y el sistema de ideación

En lo alegórico, el factor emotivo no es dependiente de la representación. El clima forma parte del sistema de ideación y es el que delata el significado para la conciencia. Lo alegórico no respeta el tiempo lineal ni la estructuración del espacio del estado vigílico.


El sistema de tensión y la alegoría como descarga

La risa, el llanto, el acto amoroso y la confrontación agresiva son medios de descarga de tensiones internas. Determinadas alegorías cumplen con la función de provocar esas descargas.


Composición de lo alegórico

Continentes (guardan, protegen o encierran aquello que está en su interior); contenidos (aquellos que están incluidos en un ámbito); conectivas (entidades que facilitan o impiden la conexión entre contenidos, ámbitos, o entre ámbitos y contenidos); atributos (manifiestos cuando se destacan, tácitos cuando están encubiertos). En lo alegórico se destacan los niveles (importancias, jerarquías), las texturas (calidad y significado de la calidad de un objeto), y los momentos de proceso (edades). Las alegorías se presentan a la conciencia con dinámica y gran capacidad de transformismo, inversión, expansión o re­ducción. Para hacer una interpretación completa de un sistema alegórico es con­­veniente observar un plan de trabajo que comience por separar los com­ponentes simbólicos y sígnicos. Posteriormente, se debe tratar de com­­­­prender la función con que cumple cada uno de los elementos con­side­ra­dos y el origen de la materia prima alegórica (si se trata de objetos cul­tu­­ra­les, de recuerdos entremezclados, de ensueños, o de imágenes oní­ricas).


Comportamiento

.

Hemos visto al psiquismo como coordinador de relaciones entre medios diferentes: el medio interno del cuerpo y el medio externo o ambiental. De ambos medios el psiquismo obtiene información por los sentidos, almacena experiencia por memoria y procede al ajuste por centros. A este ajuste entre medios lo llamamos “comportamiento”, considerándolo como un caso particular de expresión del psiquismo. Sus mecanismos de base son los instintos de conservación individual y de la especie y las tendencias intencionales. El comportamiento se estructura sobre la base de cualidades innatas propias de la estructura biológica a que pertenece el individuo y a cualidades adquiridas codificadas sobre la base de las experiencias de acierto o error, con sus registros de placer o displacer. Las cualidades innatas ponen la condición biológica al coordinador, que cuenta con ellas y no puede aislarlas sin perjuicio. Esta base biológica tiene una inercia que se expresa conservando y logrando con­diciones aptas para su expansión. Las cualidades adquiri­das surgen del aprendizaje individual en el desplazamiento de la estructura psicofísica por el espacio y el tiempo. El apren­di­zaje va modificando el comportamiento con relación a las ex­­periencias de acierto y error. Estos ensayos van dando pau­tas para la mejor adaptación del individuo, que se logra con las menores resistencias en el medio, el menor esfuerzo en el trabajo y el menor desgaste energético. Esta forma de adap­tación posibilita un plus energético (energía libre) que pue­de ser utilizado en nuevos pasos de adaptación creciente. En todo proceso de adaptación la estructura psicofísica se orien­ta por los indicadores de placer y displacer. El displacer se conforma como se­ñal de lo que es peligroso para la vida, de lo que es tóxico, represivo o, en general, perjudicial para la estructura psicofísica. El placer, a la par que estimula y mo­tiva al psiquismo, traza las direcciones óptimas a seguir. Por otra parte, el comportamiento encuentra límites en las po­si­bi­li­­da­des del psiquismo, en las posibilidades del cuerpo y en las posibilidades que presentan las distintas circunstancias. Los lí­mites del psiquismo van am­pliándose sobre la base de las cua­lidades adquiridas, pero los lí­mites cor­porales no pue­­den am­pliarse en la misma proporción, e incluso la li­­mita­ción aumenta con la edad. Esto no significa que el cuerpo no tenga to­­das las facultades para actuar eficazmente en el me­­dio, sino que el cuer­­po pone límites y condiciones que el psi­­­quismo no puede dejar de la­­do sin perjudicarse a sí mismo. En las relaciones entre psiquismo, cuerpo y medio, el cuerpo efec­tuará sus operaciones objetales con mayor o me­­­nor acierto. En el primer caso habrá adaptación, en el segundo ina­dapta­ción.


Los centros como especializaciones de respuestas de relación

El simple mecanismo original de estímulo-respuesta aparece altamente complejo en la estructura humana, siendo característica de ésta la “respuesta diferida” que se diferencia de la “respuesta refleja” por la intervención de los circuitos de coor­dinación y por la posibilidad de canalizar la respuesta por distintos centros de actividad neuroendócrina. Los centros trabajan estructurados entre sí y con registros propios, a la par del registro general que tiene el coordinador por la in­for­mación que llega desde los sentidos internos en el momento de accionar en el medio, y también por las conexiones entre centros y coordinador.


El centro vegetativo

Cada ser vivo, sobre la base del “plan” de su cuerpo, de sus có­digos ge­néticos, asimila substancias del medio externo y ge­­nera la energía psi­­co­física necesaria para la conservación y desarrollo de la vida. En el ser hu­mano, el centro vegetativo dis­tribuye la energía dando instrucciones desde sus numero­sas localizaciones nerviosas y glandulares. Es pues el centro básico del psiquismo. Desde él actúan los instintos de con­servación individual y de la especie, regulando el sueño, el hambre y el sexo. Bá­sicamente, las señales que dan instrucción (información) a es­te centro se registran cenes­té­si­ca­men­te, pero también señales que provienen de los sentidos externos tienen capacidad para movilizarlo o inhibirlo.


El centro sexual

Es el recolector y distribuidor energético que opera por con­cen­tración y di­fusión alternada movilizando la energía psi­cofísica en forma localizada o difundida. Su trabajo es volun­ta­rio e involuntario. De la tensión en este cen­tro se tiene regis­tro cenestésico, como así también de la distribución de energía al resto de los centros. La disminución de la tensión se produce por descargas propias de este centro y por descargas a través de los de­­­más centros. También puede conectar tensiones del cuerpo y de los otros centros. La estructura vegetativo sexual es la base filogenética a par­tir de la cual se han ido organizando los demás centros en el proceso evolutivo de adaptación.


El centro motriz

Actúa como regulador de los reflejos externos, condicionados e incondicionados, y de los hábitos de movimiento. Permite el desplazamiento del cuerpo en el espacio. Trabaja con tensiones y relajaciones musculares activadas por señales nerviosas y químicas.


El centro emotivo

Es el regulador y sintetizador de respuestas situacionales, mediante un trabajo de adhesión o rechazo. Cuando el centro emotivo da respuestas desbordantes, se producen alteraciones en la sincronización de los otros centros por bloqueos parciales.


El centro intelectual

Responde sobre la base de mecanismos de abstracción, clasificación y asociación. Trabaja por selección o confusión en una gama que va desde las ideas a las distintas formas de imaginación, dirigida o divagatoria, pudiendo elaborar distintas formas simbólicas, sígnicas y alegóricas. Cuando las respuestas incorrectas de este centro se desbordan de su ámbito producen confusión en el resto de la estructura y por tanto en el comportamiento.


Estructuralidad del trabajo de los centros

Existe diferente velocidad en el dictado de respuestas al medio, siendo aquella proporcional a la complejidad del centro. Mientras el intelecto elabora una respuesta lenta, la emoción y la motricidad lo hacen con más velocidad y el centro vegetativo (en algunas de sus expresiones como el reflejo corto), muestra la mayor velocidad de repuesta. El trabajo de los cen­­­­tros es estructural, lo que se verifica por las concomitancias en los otros cen­tros cuando uno está actuando como pri­­ma­rio. Ejemplificando: la actividad intelectual es acompañada por un tono emotivo (“gusto por estudiar”), que ayuda a mantener el interés mientras el nivel de trabajo de la mo­tri­ci­dad se reduce al mínimo. Si se trata de la recomposición ve­ge­tativa (por enfermedad, por ejemplo), toda la energía es ocupada en ese trabajo y la actividad de los otros centros se reduce al mínimo. Los centros pueden trabajar desincronizadamente ocasionándose errores en la respuesta. Del trabajo estructural de los centros se tiene registro cenestésico y percepción psicológica y, por ello, en las experiencias de mucho conflicto interno el trabajo de los centros se experimenta como contradicción entre el pensar, el sentir y el actuar.


Caracterología

Las múltiples tendencias de las personas, sus diferentes conformaciones físicas y la diversidad de acciones con las que responden al mundo, hacen muy difícil la tarea de establecer clasificaciones de carácter sobre la base de rasgos comunes. Un estudio de este tipo debería tener en cuenta que la situación de los individuos en el medio es dinámica y va­riable; que a lo largo de la vida se va adquiriendo experiencia y se puede sufrir accidentes que produzcan profundas transformaciones de conducta. Una posible “caracterología” debería atender a lo innato combinado con lo adquirido. Las disposiciones innatas, también susceptibles de cambio, se reflejan en actitudes psíquicas y en formas corporales más o menos típicas. Por otra parte, esa tipicidad va a resultar del trabajo predominante de alguno de los centros sobre los otros, con su velocidad de resonancia y dirección de la energía característica, pero esto será modificable según la estructura de situación. Es decir que se podría establecer también una tipología situacional, ya que se descubren distintas respuestas en los mismos tipos básicos. Al tipo básico se le suman las formas culturales de la época, la situación social, el género de tareas cotidianas, etcétera, y todo aquello configura lo que llamamos “personalidad”.


Ciclaje del psiquismo

El psiquismo humano, de notable complejidad, tiene como antecedentes a otras formas orgánicas condicionadas por los macrociclos de la naturaleza como las estaciones y el pasaje del día a la noche. Numerosas variaciones modifican las condiciones internas y externas del psiquismo. Hay variaciones de temperatura, de luminosidad, y también variaciones climatológicas de cada estación. Todos los organismos sufren un mayor o menor determinismo de los ciclos naturales. El ser humano no está tan condicionado como las otras especies a la ciclicidad orgánica y su psiquismo logra modificaciones y una independencia cada vez mayor. Un caso muy claro se da en el ejercicio del sexo que, a diferencia de las otras especies, se independiza de los ciclos estacionales. En los mecanismos de conciencia hay distintos ritmos como muestran diversas descargas bioeléctricas reflejadas en el electroencefalógrafo. Los centros tienen su ritmo particular y los niveles de conciencia evidencian sus ciclos de trabajo. Cuando la vigilia cumple con su tiempo de tra­­bajo diario, “baja” su actividad y se comienza a entrar en el período de sue­ño. Así, el período de sueño compensa al período de trabajo vigílico. En la mecánica de los distintos niveles de conciencia operan los ciclajes del metabolismo y los ritmos vegetativos en general.

El ciclo mayor del ser humano está dado por el tiempo vi­tal, que se va completando al pasar por las distintas etapas exis­ten­ciales: nacimiento, niñez, adolescencia, juventud, pri­mera y segunda madurez, vejez, ancianidad y muerte. En ca­da eta­pa hay transformación del psiquismo según las nece­si­da­des orgánicas, según los intereses, según las posibilidades que ofrece el medio, etcétera. Finalmente, los ciclos y rit­­mos psicosomá­ti­cos muestran modificaciones importantes de acuerdo a los cambios de di­­rec­ción que se producen en los momentos de surgimiento y desgaste de ca­da etapa vital.


Las respuestas al mundo

La conciencia frente al mundo tiende a compensarlo estruc­tu­ra­damente me­diante un complejo sistema de respuestas. Al­gunas respuestas llegan al mundo objetal directamente (expresadas a través de los centros), pero otras quedan en la conciencia y llegan al mundo indirectamente por alguna manifestación de conducta. Estas compensaciones de la conciencia tienden a equilibrar el medio interno respecto del externo. Tal vinculación se establece por exigencias, encontrándose el individuo urgido a responder a un mundo complejo: natural, humano, social, cultural, técnico, etcéte­ra. Surge el “núcleo de ensueño” como una respuesta compensatoria im­­portante y los “ensueños secundarios” como respuestas par­ticulares a esas exigencias. Los ensueños son visualizables co­mo imágenes, no así el núcleo que se percibe como un cli­ma alusivo mientras se va conformando con el tiempo y va ga­nando en poder de dirección de las tendencias, de las as­pi­raciones personales. En la etapa de desgaste del núcleo de ensueño, cuando cesa de dirigir al psiquismo, se pueden observar las for­mas e imágenes que ha adoptado. Por esto, el núcleo es más fácil de re­gistrar tanto al comienzo como al fin de su proceso, no así en su etapa me­dia que es aquella en la cual más dirige la actividad psíquica. Se da la pa­­radoja de que el ser humano no percibe aquello que más determina su con­­ducta, al estar operando el núcleo como trasfondo que responde to­ta­li­zadoramente a las múltiples exigencias de la vida cotidiana.

El núcleo de ensueño rige las aspiraciones, ideales, e ilu­sio­nes que en ca­da etapa vital van cambiando. Tras estos cambios o variaciones en el nú­cleo, la existencia se orienta en otras direcciones y se producen con­co­mi­tantemente cambios en la personalidad. Este núcleo se desgasta indi­vi­­­dual­mente, como se desgastan los ensueños epocales que di­rigen la ac­­ti­vi­dad de toda una sociedad. Mientras que por una parte el núcleo da una respuesta general a las exigencias del medio, por otro compensa las deficiencias y carencias básicas de la personalidad, imprimiendo una determinada dirección a la conducta. Esta dirección puede ponderarse según se en­camine o no en la línea de la adaptación creciente. Los en­sue­ños y el núcleo imprimen a la conciencia su su­ges­tio­nabilidad produciendo ese característico bloqueo de la crítica y autocrítica propio de los niveles infravigílicos. Por esto es inútil toda confrontación u oposición directa a la sugestión del núcleo de ensueño ya que este termina reforzando su compulsión. La posibilidad de producir un cambio de di­rec­ción hacia una línea evolutiva, está en realizar modificacio­nes graduales. El núcleo puede regresar o puede fijarse. En el primer caso el psiquismo vue­lve a eta­pas anteriores, au­men­tando los desacuerdos entre procesos y situación en el medio. En el segundo caso, cuando el núcleo se fija, va des­vin­culando al individuo de su medio produciendo una conduc­ta que no se ajusta a la dinámica de los acontecimientos.

El núcleo de ensueño lanza al ser humano en persecución de espejis­mos que al no cumplirse producen estados dolorosos (des-ilusiones), mien­­tras que los cumplimientos parciales producen situaciones placenteras. Así descubrimos que en la raíz del sufrimiento psicológico están los ensueños y su núcleo. Es en los grandes fracasos, al caer las ex­pec­ta­ti­vas y desvanecerse los espejismos, cuando surge la posibilidad de una nueva dirección de vida. En tal situación queda al descubierto ese “nudo de dolor”, ese nudo biográfico que durante tanto tiempo sufrió la conciencia.


Personalidad

Los sistemas de respuesta (no hay respuestas aisladas) van organizando una personalidad, mediadora con el ambiente, que para su mejor dinámica articula distintos roles como sis­temas codificados de respuesta.

La personalidad cumple con una función precisa, que es la de buscar la menor resistencia en el medio. Esta organización de roles que ofrecen menor dificultad en la relación ambiental se va codificando de acuerdo al aprendizaje por acierto y error. La acumulación de conducta ordena un sistema de roles ligados a situaciones, en donde unos aparecen mientras otros se ocultan. Este caso es muy ilustrativo como sistema de adaptación. Con el tiempo se van organizando lo que podríamos llamar “círculos de personalidad”, en distintas capas de profundidad. Estos círculos se articulan de acuerdo a las indicaciones de los ensueños y a los medios ambientales de mayor frecuentación. Ahora bien, en este juego de roles que tratan de ofrecer menor resistencia al medio, éstos pueden ajustarse o no a un consenso convencionalmente aceptado, dando respuestas típicas o atípicas, respectivamente. Las respuestas típicas no sólo son codificadas por el individuo sino también por grupos sociales amplios, de tal manera que cuando en estos grupos surge una respuesta distinta a la habitual puede resultar desconcertante. Esto puede ocurrir sobre todo en situaciones nuevas, para las que no hay respuesta codificada. La respuesta que se da en esos casos puede re­­sultar oportuna o inoportuna. Así, apa­recen las respuestas atípicas sin coin­cidencia con la situación, pudién­dose ponderar el grado de ina­de­cua­­ción que manifiestan. Las respuestas tí­picas, si bien pueden ser ade­­cuadas en un medio que se mantiene sin mayores cambios, no lo son en un medio cambiante que en su dinámica mo­difica costumbres, va­­lores, etcétera. En ocasiones, la ti­pi­ci­dad de las respuestas es un blo­­queo para la adaptación al cambio. Hay otras manifestaciones atípicas que actúan como catarsis de tensiones, o manifestando emociones ne­­ga­ti­vas como catarsis de climas. Ambas respuestas atí­pi­cas surgen por presión de los impulsos internos que se expresan en si­tua­cio­nes no ne­cesariamente coincidentes. En este caso, las ten­­sio­nes y los climas operan como ruido situacional, irrum­piendo en el medio con brus­quedad. Desde el punto de vista de la adaptación creciente, los tipos de conducta que interesan son aquellos que cuentan con numerosas opcio­nes de respuesta, situación que permitirá un ahorro de energía utilizable para nuevos pasos de adaptación. Por tanto, habrá respuestas de adaptación creciente, pero también respuestas de adaptación decreciente y esto habrá de suceder tanto en las respuestas atípicas como en las típicas con sus distintos grados de oportunidad. Así, la conducta particular puede cumplir o no con una función adaptativa.

Podemos ponderar los cambios de conducta como significativos o circunstanciales. Un cambio será significativo si la nueva orientación es hacia la línea evolutiva y será circunstancial cuando sólo haya reemplazo de roles, de ideología, ampliación de los círculos de personalidad, apogeo o decadencia de ensueños, etcétera. Nada de esto último es indicador de un cambio interno de importancia. Hay cambio significativo de conducta, desde un punto de vista más general, cuando se agota una instancia psíquica porque los contenidos vigentes en una instancia (con su temática y ar­gumentación características), se van desgastando hasta agotarse. El psi­quismo se orienta entonces hacia una nueva instancia como respuesta articulada en su relación con el mundo. La conducta es un indicador de los cambios que interesan. Muchas de­ci­siones de cambio, o planes de cambio, que­dan encerrados en el psi­quis­mo y por esto no indican modifi­ca­ción, mientras que cuando se expresan en verdaderos cambios de conducta es porque ha ocurrido alguna mo­dificación en la estructura conciencia-mundo.


Apéndice: Bases fisiológicas del psiquismo


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Sentidos

Los sentidos son los límites del sistema neuroendócrino aptos para enviar señales de información acerca del medio exter­no e interno a los centros de procesamiento, coordinación y respuesta. La especialización informativa es realizada por células (o equipos de células) conversoras de energía ambiental que tienen la propiedad de transformar impulsos heterogé­neos provenientes del exterior a ellas, en impulsos homogéneos comunes a todo tipo de sentido. La forma de energía que llega a los recepto­res es variada: mecánica (como presión o contacto), electromagnética (como luz o calor), química (como olor, sabor, contenido de oxígeno-an­hídrido carbónico en sangre). Estas formas de energía heterogénea, sufren ya en cada receptor sensorial un primer procesamiento y se convierten en impulso nervioso llegando a los centros de información como “bits” (señales) que difieren entre sí en cuanto a la frecuencia de señal y si­lencio. Las células receptoras son numerosas en su clase y actividad trans­formadora, reconociéndose por el momento alrededor de 30 tipos distintos, que se estructuran de modo particular dando lugar a los llamados “sentidos”.

Las variables energéticas del ambiente, no obstante, son mu­cho más numerosas que la cantidad de sentidos aptos para recogerlas, como sucede en el caso de la vista, receptor de sólo 1/70 partes del espectro electro­mag­­nético aceptado y que es reconocido como luz visible. Este caso mues­tra cómo los receptores son especializaciones de detección fe­no­mé­nica restringida, derivando de esto, enormes franjas de silencio para el equipo de percepción. Aquí admitimos otros seis casos más (oído, olfato, gusto, tacto, kinestesia y cenestesia) de lo cual resulta una enorme franja de silencio perceptual, si se suman las insuficiencias de cada sentido. Importa considerar a los receptores con respecto a la distancia de la fuente emisora (telerecepción, exterocepción, interocepción, etcétera); a la distribución de los receptores en el cuerpo; a las vías sensorias por las que se desplazan los impulsos homogéneos y a los centros de procesamiento y coordinación a los que estos impulsos homogéneos llegan. Allí se diferencian nuevamente resultando la “vivencia informativa”, que permite al aparato hacer distinciones perceptuales, para trabajar posteriormente con estructuras de interpretación y estructuras de respuesta adecuadas a la “porción” de mundo detectado. Llamamos “franja perceptible” a la forma particular de energía a la cual un receptor es más sensible. Ejemplificando: el estímulo adecuado para las células receptoras del ojo, es la luz; la presión es captada específicamente por otro tipo de re­cep­­tor­es, pero la presión sobre el globo ocular estimulará también a los re­ceptores luminosos. De esto resulta que existen franjas específicas para cada tipo de receptor y no específicas que en determinadas condiciones pueden ampliar o reducir sus umbrales considerablemente. Es ne­cesario distinguir además entre la franja (que se refiere a la cualidad del fenómeno) y los umbrales (que se refieren a la cantidad o intensidad) del fe­nómeno. Estos umbrales trabajan con captaciones mínimas y con máximos variables de tolerancia. Cada sentido ha sido organizado teniendo en cuenta:

1. Órgano: incluye una mínima descripción anatómico-fisiológica del órgano o de los receptores según fuera el caso.
2. Mecánica: describe, simplificadamente, los posibles modos de operación de los receptores al transformar la energía proveniente del medio en impulso nervioso.
3. Vía nerviosa y localización: indica brevemente el camino que siguen esos impulsos hasta el punto de destino en la zona correspondiente de la corteza.

Lo explicado, vale para los sentidos externos. En cuanto a los internos (ki­nestesia y cenestesia) hay pequeñas variaciones expositivas debido a las particularidades que presentan.

Vista

Órgano. Los ojos son órganos complejos sensibles a la luz. Por su ubicación permiten al ser humano, una visión tri­di­men­­sional de los objetos. Desde luego que la visión tri­di­men­sional está integrada a un sistema de interpretación per­cep­tual bas­tan­te más complejo que el órgano mismo. Equipados con mús­culos rectos y oblicuos, poseen una amplitud de movimiento inferior a 180º. Desde hace tiempo se viene describien­do alegóricamente al ojo como una cámara fotográfica: un sis­­tema de “lentes” (córnea y cristalino), enfoca las imágenes sobre un estrato fotosensible (retina) ubicado en el fondo del ojo; párpados e iris contribuyen a la protección del sis­tema y a la re­gulación (a modo de diafragma en el segun­do ca­so) de la in­tensidad luminosa recibida por los receptores.

Mecánica. Se acepta que la retina es una delgada película compuesta por varias capas de células nerviosas. La luz pasa a través de ellas hasta lle­gar a los fotorreceptores. A éstos los han agrupado en dos tipos principales: a) de cuerpos gruesos o “conos” que se encuentran concentrados sobre todo en el centro de la retina (fovea) y que informarían sobre colo­res, trabajando mejor a plena luz y b) de cuerpos finos llama­dos “bastonci­llos” concentrados máximamente en la periferia retinal, más numerosos que los conos y sensibles a la penumbra, informarían sobre claroscuros. Conos y bastoncillos contienen pigmentos que al absorber distintos tipos de luz resultarían alterados en su estructura molecular. Esta alteración estaría relacionada con el impulso nervioso que es enviado al cerebro.

Vía nerviosa y localización. Ya transformado el impulso externo en impulso nervioso, viaja a través del nervio óptico pasando, luego de etapas intermedias, a la corteza occipital de ambos hemisferios cerebrales.

Oído

Órgano. Las ondas sonoras, penetrando por los conductos del oído externo, golpean la membrana timpánica que retransmite las vibraciones a tres huecesillos localizados en el oído medio. Estos, trabajando a modo de palancas, amplifican las vibraciones recibidas de 10 a 15 veces, y las retransmiten a los líquidos de la cóclea, donde son convertidas en impulsos nerviosos (oído interno).

Mecánica. La cóclea o caracol, está dividida internamente y a lo largo, por dos membranas, formándose tres túneles o escalas, que contienen distintos líquidos. La vibración transmitida en forma de presiones de distinta intensidad por los huecesillos, al provocar diversas flexiones en estas membranas, activará las células receptoras (células ciliadas) ubicadas sobre una de las membranas (la basilar). Esta activación sería la que da origen a diferencias de potencial eléctrico y a la estimulación de las terminaciones nerviosas que conducen los impulsos a la localización cerebral.

Vía nerviosa y localización. Las terminaciones de las fibras nerviosas dis­tribuidas en la membrana basilar, forman la rama auditiva del nervio acús­tico que conduce los impulsos nerviosos a la parte superior del lóbulo tem­poral luego de pasar por etapas intermedias que incluyen bulbo raquídeo y tálamo.

Olfato

Órgano. La membrana olfatoria, de unos 5 cm2 de superficie, se encuentra ubicada en la parte superior de la cavidad nasal. Las moléculas productoras de olores, son transportadas por el aire que llega a través de las fosas nasales o de la faringe, disolviéndose en las secreciones de las células de sostén de la membrana. Entre estas células se distribuyen 10 a 20 millones de receptores, cada uno de los cua­les es una neurona.

Mecánica. Las neuronas receptoras terminan en la parte superficial de la mucosa con terminaciones expandidas (bastones olfatorios) desde donde proyectan cilios de unos dos micrones de longitud. La manera como reaccionan las moléculas odoríferas con los receptores es desconocida, aunque existen numerosas hipótesis al respecto. El impulso nervioso generado, es transmitido por los receptores que terminan en el bulbo olfatorio situado sobre cada fosa nasal.

Vía nerviosa y localización. En cada uno de los bulbos olfatorios las terminaciones de las neuronas forman glomérulos, desde los que salen tres haces de fibras nerviosas que terminan en el bulbo olfatorio opuesto, en el sistema límbico y en el área olfatoria de la corteza límbica (allocortex) respectivamente.

Gusto

Órgano. Los órganos del gusto o botones gustativos son pequeños cuerpos formados por células de sostén y por células ciliares (receptoras). Se encuentran concentrados sobre todo en las paredes de las papilas gustativas en la superficie dorsal de la lengua.

Mecánica. Los receptores del gusto (células ciliares), son qui­mio­rreceptores que responden a las substancias disueltas en los líquidos de la boca. Cómo es que las moléculas en solución interaccionan con las moléculas receptoras para producir el impulso nervioso, es un punto que se desconoce, aunque existen hipótesis al respecto. Hay cuatro sensaciones gustativas que se registran en distintas zonas de la lengua. Salado y dulce, en la punta; ácido en los bordes y amargo en la parte posterior. Los botones gustativos de cada una de estas áreas parecen no diferenciarse en su estructura celular, pero algunos de ellos y según la zona en que se encuentran, responderían sólo a los estímulos amargos, otros a los salados, etcétera.

Vía nerviosa y localización. Los impulsos nerviosos parten de los botones gustativos a través de tres vías nerviosas que pasan por el bulbo raquídeo y el tálamo llegando al área de proyección gustativa de la corteza cerebral al pie de la circunvolución post rolándica.

Tacto

Órgano. Los receptores de este sentido, se encuentran distribuidos en distintas capas de la piel. Su concentración es mayor en algunas zonas del cuerpo y menor en otras, determinando distintos grados de sensibilidad. Estos receptores son especializaciones nerviosas que estarían capacitadas diferenciadamente para distinguir variaciones de temperatura, de presión, contacto y dolor.

Mecánica. A la variación de los estímulos acompaña una va­riación en la frecuencia de los impulsos nerviosos que los receptores envían de continuo a través de las fibras nerviosas. Esta variación en la frecuencia de los impulsos es el resul­ta­­do de un proceso electroquímico, poco elucidado, desencadenado por el estímulo.

Vía nerviosa y localización. Las fibras procedentes de los re­ceptores ascienden por los haces medulares hasta el tálamo y de allí hasta la corteza sensitiva somática (circunvolución post-rolándica).

Kinestesia

Órgano. El sentido kinestésico, detecta posturas y movimientos corporales por medio de receptores especializados que serían capaces de discriminar entre variaciones de tono mus­cular (husos musculares); posición articular (corpúsculos articulares); tensión tendinosa, y aceleración lineal y angular de la cabeza y el cuerpo, incluyendo fenómenos producidos por la gravedad (receptores alojados en los canales semicirculares, sáculo y utrículo del oído interno).

Mecánica. Al producirse o suprimirse un movimiento, los receptores (propioceptores), registran variaciones en su tono. Mediante un oscuro sistema electroquímico, convierten el estímulo primario en variación de impulsos conducidos como in­formación.

Vía nerviosa y localización. Los nervios sensitivos transmiten los impulsos por vía espinal hasta el cerebelo y corteza; algunas ramas nerviosas derivan a la capa sensitiva y otras al área de localización motora de la corteza cerebral.

Cenestesia

Mecánica. Algunas variaciones del medio interno, son recogi­das por un conjunto de receptores nerviosos denominados “interoceptores”. La información psíquica que proporcionan, normalmente se registra de un modo distorsionado (deformación y traducción de impulsos). Ahora bien, estos organúsculos (receptores) están relacionados con puntos de coordinación vegetativa automática (hipotálamo, tálamo y bulbo raquídeo), interviniendo básicamente en los ajustes respiratorios, cardiovasculares, de temperatura e incitando al cuerpo en general a satisfacer sus necesidades mediante traducciones de “hambre” (diferencia arteriovenosa en la glucosa sanguínea), “sed” (presión osmótica del plasma) y “dolor”. El dolor visceral como el somático profundo, inicia la contracción refleja de los músculos esqueléticos cercanos y estas contracciones a su vez generan dolor, formándose un círculo vicioso. Por otra parte, frecuentemente la excitación de una víscera produce dolor, no en ella sino en alguna otra estructura que puede estar a distancia. Este dolor “referido” tiene numerosas variantes o formas de irradiación. Las variaciones en la economía del sexo, son también registradas cenestésicamente.

Vía nerviosa y localización. Las fibras nerviosas sensitivas alcanzan el sistema nervioso central a través de vías simpáticas y parasimpáticas. La zona cortical de recepción, abarca prácticamente todo el arquicortex (corteza límbica) y parte del paleocortex, manteniendo conexiones especializadas con otras áreas. La teoría de la convergencia, trata de explicar el caso del “dolor referido” antes citado: existe convergencia de fibras aferentes viscerales y somáticas que actúan sobre las mis­mas neuronas espinotalámicas. Por cuanto el dolor somático es más común y ha “grabado” la citada vía, los impulsos provenientes de áreas viscerales son “proyectados” sobre áreas somáticas. En síntesis, se tratará de un error de interpretación de la señal.


Memoria

En el terreno de la memoria, la investigación fisiológica ha te­nido avances importantes pero las experimentaciones no re­sul­tan aún totalmente relacionadas entre sí (año 1975). Por esto, no se puede presentar un panorama satisfactorio para acompañar a las explicaciones psicológicas. Pueden mencionarse como significativos los resultados obtenidos por la elec­tro­encefalografía; por la aplicación de electrodos en el cerebro; por las observaciones en hipocampo y por los trabajos de reflexología. Pero la naturaleza misma de la reminiscencia estable, permanece sin revelarse. Los progresos en el terreno de la genética son más importantes: descubriendo la participación del dna, en la memoria genética se investiga actualmente a ciertos aminoácidos básicos que intervienen en el fenómeno. A grandes rasgos y en el estado actual de las investigaciones, podemos establecer una clasificación de la memoria: la heredada o genética (por transmisión de caracteres de la misma especie, de progenitores a descendientes) y la individual o adquirida. En el primer tipo, ade­más de mantener a los individuos dentro de la misma especie, el código genético regula los cambios orgánicos de las distintas etapas vitales de los individuos. La memoria adquirida, por su parte, va dándose en capas de profundidad desde una más antigua a otra re­ciente y a la inmediata, según va pasando el tiempo. Mucho más no puede agregarse, salvo que su localización cerebral no es precisa.

Franja. La franja de grabación es idéntica a la de los sentidos (al cam­bio de tono sensorial, hay información que va a grabación) y a la de la actividad de la conciencia en sus niveles. Se acepta que todo lo que lle­ga a conciencia o ésta produce, se memoriza, aunque no todo sea evo­­cable. Teóricamente, sólo no habría grabación en el caso de sueño pro­­fundo pasivo (sin imágenes) con un mínimo de cenestesia.

Localizaciones nerviosas. Se acepta que no habría localización precisa, sino difundida por todo el sistema nervioso, en el que se mencionan niveles “bajos y altos” de ubicación de huellas mnémicas. Por los primeros se entienden médula y sistema límbico, por los segundos la corteza en sus áreas de asociación: frontal, temporal, y pario occipital. La estimulación de áreas temporales permite inferir que no se almacenan allí los recuerdos, sino que en este lóbulo funcionan “llaves” de liberación de memoria ubicada en cualquier parte del sn, trabajando normalmente por semejanza entre recuerdo e impulso sensorio, o corriente de pensamiento. Por otra parte, las áreas de lenguaje, visión y escritura, ha­rían grabación específica al par que trabajo específico. Experimentalmente se habría comprobado la imprescindibilidad de corteza para la memoria y la importancia del hipocampo para la “grabación”. Se sabe que a los daños de un hemisferio (del que quedan huellas), el otro va regenerando memoria aunque no completamente. Así, se supone que la me­moria es difusa y difundida por el encéfalo y tallo cerebral.

Niveles de memoria

Según información heredada puede haber un nivel de memoria genética y según información adquirida, hay memoria adquirida que a su vez tiene tres niveles según momento de grabación y duración de la misma; estos son: de memoria inmediata, memoria reciente y memoria remota. La herencia tiene su base bioquímica en los cromosomas celulares que transmiten caracteres genéticos de progenitores a descendientes, mencionándose 22 aminoácidos básicos responsables del “código genético”. La memoria inmediata es susceptible de perderse fácilmente, no así la memoria reciente. La memoria remota persiste a daños severos del cerebro. Se ha observado en experiencias controladas con electroencefalógrafos que el hipocampo está implicado en memoria reciente; el hipotálamo en mantenimiento y retención de memoria, y los tejidos hipocampales de los lóbulos temporales en memoria duradera. Por otra parte, la terapia clínica relata casos de amnesia tales como la anterógrada (olvido posterior a un ‘shock’), la retrógrada (antes del ‘shock’) y su combinación retroanterógrada (olvido antes, durante y después del ‘shock’). En todo caso la memoria remota es difícilmente afectada, al menos en sus trazos generales. La recuperación de memoria es gradual, primero en imágenes aisladas que se van completando, hasta aparecer fi­nalmente los actos de reconocimiento con permanencia. La na­­turaleza del engrama estable se desconoce totalmente, pero su resistencia al electroshock y concusión, hace presumir su ba­­se en un cambio bioquímico en el núcleo celular, en el arn. El uso de drogas que facilitan la rememoración o grabación como cafeína, ni­cotina, anfetamina, o que inhiben memoria co­­­mo la puromicina, hacen ver la alteración química. La elec­tro­gra­­fía cerebral por último, rescata las ondas eléctricas del tra­­ba­­jo celular, evidenciándose la base elec­tro­quí­mica del fenóme­no.

Mecanismos de memoria

Ciertas conexiones neuronales, explicarían los niveles inmediatos y recientes por reverberación: el refuerzo de grabación, la asociación lateral y el olvido. Esto porque axones descendentes de las células piramidales mayores emiten cola­te­rales que retroalimentan con neuronas de asociación, a las den­dritas originales. Las colaterales recurrentes conectan además, con neuronas vecinas que asocian otra información y con una inhibitoria que vuelven a la neurona original. Estas fibras profundas reciben fibras talámicas específicas y no específicas, que terminan en la primera y cuarta capa de corteza.

Hay indicios de la participación del hipocampo en la memoria reciente y cifrado de memoria, así es que en él podría haber una “recolección” que se distribuiría por la conexión anatómica del circuito cerrado que con tálamo y amígdala, incluye las áreas frontales de corteza. La información podría llegar aquí a seguir una distribución cortical y su almacenaje definitivo, teniendo en cuenta que el lóbulo frontal está mencionado como importante para tareas de abstracción y también relacionado con la conducta emotiva. Habría así, un “recolector”, “distribuidores” y “almacenado” en la información. Por su parte, el tálamo se conecta con la formación re­ticular. Por esta formación pasan vías no específicas y específicas (o vías clásicas) que llevan información a difundirse en la corteza. Este sería el circuito sensorio directo o memoria que estaría estrechamente ligado a los niveles de trabajo del sistema nervioso y podría explicar el me­­jor grabado de memoria en vigilia. La difusión que podría hacerse a tra­vés de tálamo (sistema reticular activador) sería una vía indirecta de base límbica, que daría el sustrato emotivo a toda actividad mnémica. La hipótesis en torno a la difusión específica que podría hacer la sustancia reticular, explicaría una distribución de estímulos muy variada. La interconexión entre lóbulos, explicaría las com­bi­naciones posibles de efectuarse (por ejemplo frontal con occipital y temporal, y como en temporal se relacionan tacto y vista, el fenómeno de estereognosis sería base de un tipo de rememoración al par que de traducción de impulsos). Un punto problemático es el cifrado y discriminación del dato: ¿es que a memoria llega imagen, o ésta se forma allí y se graba? Tal pregunta es difícil de responder en la actualidad. El “circuito interno” hace que se pien­se y se recuerden los pensamientos propios, o se recuer­den imágenes de sueños y ensueños. Estos impulsos se origi­na­rían en neocortex, por ejemplo, y por transmisión de axones (sustancia blanca) se relacionaría con otras áreas corticales; o podría también intervenir el tálamo y sustancia reticular. Como se verá más adelante (niveles de conciencia) la participación de ésta, es fundamental para activar y mantener la vigilia, nivel indispensable para el aprendizaje complejo.

La reversibilidad en memoria

En cuanto a la reversibilidad de los mecanismos, ésta no es muy clara, pero sí lo es la necesidad de nivel vigílico: aquí hay una sincronización en­tre el amplio grado de percepción ex­terna, que va disminuyendo hacia el sueño, en el que au­men­tan la percepción interna con imaginación trans­for­ma­do­ra de impulsos, con datos de memoria espontánea e involuntaria. Así es que la evocación sólo puede ser en vigilia. Podría suponerse que un dato al llegar a su punto de almacenaje, a la par que sería grabado, provocaría un recuerdo lo que explicaría el reconocimiento automático (es decir, reconocer todos aquellos objetos habituales súbitamente, por acon­di­­­cionamiento progresivo). La evocación, por último, iría trabajando por “vías preferenciales” es decir, por aquellas en que se va efectuando la huella.

Memoria y aprendizaje

Se sabe que para aprendizajes simples basta la médula para trabajar, pe­ro ya en los más complejos actúa lo subcortical, y para grandes áreas de almacenaje, la corteza. El aprendizaje es entendido como acondicionamiento, en el sentido que bajo ciertas condiciones repetitivas, el animal u hombre responde como se lo está acondicionando o enseñando. En el hombre no es tan simple por sus complejos mecanismos de entendimiento y comprensión, pero en todo caso aprender algo exige reiteración de hue­lla mné­mica para que ésta salga como respuesta. En los procesos de me­moria y aprendiza­je hay distintos casos, como el descifrado de señales para re­tener el concepto, o la asociación con imágenes similares, con­tiguas o contrastadas, simple reflejo motriz repetido y aso­cia­do a otros, admitiendo estas formas numerosas combinaciones. La mecánica básica es: relacionar un reflejo incon­di­cionado (hambre, por ejemplo) a un estímulo condicionante (luz, por ejemplo) de tal manera que al relacionar un estímulo artificial hay una respuesta acondicionada. Importa en este simple trabajo, que puede complejificarse, la brevedad o reiteración del acondicionamiento, la insistencia que lleva a saturación o bloqueo. Cuando los reflejos van dirigidos a algo específico, se habla de “reflejos discriminados”; cuando se condicionan a respuesta veloz, de “reflejo inmediato” y a respuesta lenta, de “reflejo retardado”.

Se sabe que hay más efectividad en el acondicionamiento cuando hay re­compensa o según alternativa premio-castigo, agrado-desagrado. Hay un “reflejo elusivo” que lleva a evitar las situaciones desagrada­bles y un estado de alerta o vigi­lancia que puede ser considerado como “reflejo de orientación”. Cuando el acondicionamiento va dedicado no sólo a responder sino a operar en el mundo, se menciona al “refle­jo ope­­rante”. En ge­neral, la habituación y los estímulos con­tra­­dic­torios van disminuyendo la respuesta refleja. Originalmente se pensó en la ba­se cortical para los re­­flejos, pero luego se vio que actuaba la gran ba­se de es­tructura sub­cor­tical, talámica e infratalámica (observaciones con eeg). Las experiencias con electroencefalógrafo también mos­tra­ron como ante la presencia de un objeto desconocido había detección de respuestas evocadas secunda­rias. Esto permitió inferir con evidencia también en memoria, la actividad constante y estructuradora de la conciencia. La relación entre aprendizaje y vigilia es básica para las grabaciones com­plejas pero es variable en otros aspectos, por ejemplo: un re­cuerdo súbito puede despertar al dur­mien­te, o un estímulo que auto­má­ticamente sería reconocido en vigilia no lo es en semisueño. Los da­tos sensoriales bruscos pueden despertar al dur­miente, pero también la desaparición de los estímulos habituales o la distinción de un estímulo particular entre otros. Estas relaciones variables han hecho pensar en un posible “analizador” de información ubicado en el ámbito de cor­teza, para hacer todas las distinciones del caso. Tal “analizador”, sería un factor de importancia en la coordinación del psiquismo.


Niveles de conciencia

El aparato responsable de la dinámica de los niveles, es el encéfalo. Rea­­liza este trabajo, con diversos componentes. Destacamos aquí los más notables.

Vía sensitiva (clásica). Haz nervioso que asciende por el tronco llevan­do impulsos sensoriales directamente al cortex. En su ascenso desprende ramales al cerebelo y a la fra, que procesan esa información, distribuyéndola en el subcortex, antes de enviarla, vía tálamo, también al cortex.

Tronco cerebral. Conecta la médula espinal (recolector de im­pulsos de todo el organismo) con el encéfalo. A su vez, está co­nectado con el ce­rebelo. Contiene anatómicamente la for­­ma­ción reticular y funcionalmente los centros reguladores de fun­ciones vegetativas como el latir, la respiración y la digestión.

Formación reticular activadora FRA. No constituye una uni­dad anatómica, sino que es una masa de tejidos formada por una fina red de fibras y neuronas de estructuras muy dis­tintas entre sí. Se ubican lon­gi­tu­di­nal­men­te en el centro del tronco y en el mesencéfalo. Todas las fibras provenientes de los sentidos pasan por ella que, a su vez, se conecta con todas las partes del subcortex (vía hipotálamo) y con el cortex (vía tálamo). En sí se analiza y evalúa la información sensorial. En conjunto con los otros cen­tros subcorticales transmite impulsos “inespecíficos” (sensoriales) que modifican la reac­­tividad de la corteza. Desde nuestro interés, aparece co­mo el centro de gravedad del circuito alternante de los niveles de conciencia.

Hipotálamo. Ubicado por encima del tronco, es un núcleo ner­vioso en­dócrino, conectado al cortex por el tálamo y a la hi­­pófisis por numerosos capilares sanguíneos y fibras nervio­sas. Con esta última forman una estructura de interes­ti­mu­la­ción neurohormonal, a través de la cual integra y coordina diversas funciones vegetativas autónomas en conjunto con to­do el sistema hormonal. En sí mismo, coordina la información (especialmente la cenestésica) entre las distintas zonas encefálicas.

Hipófisis. Glándula endócrina compuesta por un lóbulo an­terior, una parte intermedia (ambas de tejido glandular) y un lóbulo posterior (de tejido nervioso), cada una de funciones distintas. Es estimulada y regulada por hormonas hipo­ta­lámicas. Por el hipotálamo (feed-back) se conecta con el en­­cé­falo y el sistema nervioso en general: por otra parte, por vía san­guínea regula y controla todo el sistema hormonal (y más específicamente estimula la tiroides, las gónadas y las suprarrenales, y funciones tales como el crecimiento, diuresis y vaso presión entre otras).

Tálamo. Transmisor de información proveniente del subcor­tex al cor­tex. Centro de control e integración de impulsos, y reelevador de la tensión.

Sistema límbico. Antiguo sistema de regiones nerviosas ubi­cadas en el sub-cortex en el que se asientan funciones emo­cio­­nales y funciones vitales tales como la nutrición, la ve­getativa en general y en parte la sexual. Esta estructura de fun­­ciones emotivo-vegetativa explica la sico-somasis. Entre otras estructuras de importancia incluye el hipotálamo.

Corteza o cortex. Capa encefálica más externa (2 mm. de espesor) o sustancia gris (cuerpos neuronales). Controla el centro límbico, la sensación y el movimiento en general (loca­li­­zación motriz) y es la base de las “funciones superiores o pen­­santes” (intelectual) dada por localizaciones mul­ti­rre­la­cio­­nadas de control y coordinación de respuesta, sobre la base del rescate de información sensorial actual y de memoria.

El subcortex comprende al sistema límbico, hipotálamo, tá­la­mo y me­sencéfalo. La sustancia blanca es una masa de fi­bras conectivas (axones) entre la sub corteza y la corteza (sustancia gris).

Funcionamiento de los niveles de conciencia

El sistema nervioso recibe la información acerca de los cambios en los medios externo e interno, a través de los órganos de los sen­tidos. Ante estos cambios, lleva a cabo ajustes por mecanismos efectores de respuesta que incluyen cambios en la secreción de hormonas y se expresan por acción de los centros.

Las diferentes vías sensitivas llevan impulsos desde los ór­ga­nos de los sentidos, mediante cadenas de neuronas, a si­tios particulares de interpretación y coordinación en la corteza cerebral. Además de estos sistemas con­ductores, existe otro sistema de ingreso, la formación reticular ac­ti­va­do­ra (FRA) transmisor-modulador de impulsos provenientes de todos los sentidos (conductor inespecífico) que está ubicada en el eje central del tron­co cerebral. Esta modulación de los im­pulsos sensoriales va a tener relación con nuestro tema: los niveles de conciencia. La primera evidencia de que el encéfalo (masa ce­rebral) regula la generación de impulsos sensoriales o su trans­misión en las vías específicas, fue la observación de que la estimulación de la FRA, inhibe la transmisión en diversos núcleos y vías nerviosas sensoriales. Esto de­mostró la existen­cia de mecanismos encefálicos capaces de aumentar o disminuir el volumen del aporte sensorial mediante efectos sobre sus vías o sobre los órganos de los sentidos mismos. Efectos adi­­cionales sobre el aporte sensorial fue­ron observados en ex­perimentos de estimulación eléc­tri­ca de la FRA, en los que se liberaba adrenalina, que ha­ce descender el umbral de los re­cep­tores y aumentaba la ca­­pacidad de transmisión nerviosa (en las sinapsis), mecanis­mo también presente en los estados de alerta o emergencia.

Al mismo tiempo, experimentos más complejos evidenciaron una segunda función de la FRA, al observarse que su actividad mantenía el estado de vigilia, en tanto que su inhibición o destrucción producía indicadores de sueño y coma. Estando definida entonces la acción reguladora y moduladora de la FRA sobre el aporte y distribución de impulsos sensoriales en el encéfalo, queda también claro su rol central en la manutención de una actividad cerebral (cortical) característica del nivel vigílico, o su inhibición.

Por último, se suma a esto una acción similar de la FRA sobre los impulsos de respuesta provenientes del encéfalo hacia el cuerpo, los que también pasan por ella, recibiendo una “acción facilitadora” o “supresora”, según el nivel. De este modo, se esclarece aún más su participación en el mantenimiento de la inercia de cada nivel y el rebote de estímulos que lo modificarían.

Como resultante, la FRA aparece como el centro de gravedad en la re­gulación de los distintos niveles de conciencia, los que a su vez corresponden a grados de integración creciente de las funciones del sistema nervioso central que coordinan y regulan al sistema sensorial, al sistema autónomo y a los demás sistemas orgánicos en conjunto con el sistema glandular. Tales funciones se encuentran en el encéfalo, representadas por estructuras de complejidad creciente que van desde las pri­mitivas localizaciones vegetativas autónomas pasando por la emocional límbica hasta la intelectual en la corteza. Cada frac­ción o nivel integrado va correspondiendo a un nuevo nivel de conciencia.

Como sabemos, estos niveles pueden ser en principio, de sueño, semisueño y vigilia. A través del EEG podemos tener registro de la actividad eléctrica que cada uno genera denomi­nán­dolas “delta”, “theta”, “alpha” y “beta”, respectivamente, según su intensidad y amplitud. Estos estados están sometidos a ciclos diarios (dependientes en gran medida de la luz) y bio­rritmos vegetativos, variando además con la edad. En sín­te­sis, que según la información sensorial sobre el medio, el es­­tado interno del organismo y el refuerzo hormonal, se dan dis­tintos niveles de actividad e integración de las funciones re­­ticulares para mantener un estado de vi­gilia alerta; de las fun­­ciones del circuito límbico-mesencefálico que intervienen en el mantenimiento de los equilibrios vegetativos (homeostáticos) y en la regulación de la conducta instintiva y emocional; y por último, de la corteza a cargo de las llamadas funciones su­periores del sistema ner­vioso tales como el aprendizaje y el lenguaje.

Neurofisiológicamente, los niveles de conciencia corresponden a distintos niveles de trabajo del sistema nervioso central, los cuales están dados por la integración de funciones nerviosas cada vez más complejas que coordinan y regulan a los sis­temas nerviosos periférico y autónomo, y a los demás sistemas orgánicos en conjunto con el sistema glandular. En la dinámica de los niveles de conciencia este factor intermedio de amplitud de trabajo del sistema nervioso se conjuga con un factor externo dado por las características de los impulsos sensoriales y con un factor interno sintético dado por la “capacidad de transmisión” nerviosa. La actividad eléctrica del cerebro (reflejo de su nivel de trabajo) fluctúa entre 1 ciclo/seg. (estado delta) en el caso del sueño, hasta una frecuencia máxima no determinada, considerando en este caso un límite funcional de 30 ciclos/seg. (estado beta) que corresponde a la vigilia activa.

Franja de trabajo. Cada nivel de trabajo (estados theta, delta, alfa y beta) corresponde al predominio o mayor por­­cen­­­taje presente de un tipo de frecuencia (onda) y mi­cro­vol­ta­je, sobre los demás. Por último, estos niveles están, en gene­ral, sujetos a los ciclajes diarios típicos de sueño, semisueño y vigilia. Vale destacar que con la edad, la onda dominante en reposo varía, acelerándose hasta alcanzar el patrón alfa en el adulto.

Vías aferentes

Un estímulo sensorial genera impulsos que llegan a la corteza conjuntamente por la FRA y las vías sensoriales. Estos pro­cesan lentamente por la FRA (debido a sus múltiples relevos sinápticos), hasta alcanzar extensas zonas de la corteza, mientras que los que siguen a las segundas, se propagan con gran rapidez (dos a cuatro sinapsis solamente) hasta las áreas primarias específicas del cortex. Los estímulos que producen despertar en la corteza (de sincronización), producen frecuentemente hipersincronía en el sistema límbico (específicamente hipocampo). Está de más decir que la disminución de los estímulos sensoriales externos (oscuridad, silencio) predisponen al sueño; que los sistemas de tensiones y climas lo dificultan (adrenalina presente por ejemplo); que el bajo tono (cansancio por ejemplo) lo induce. En todo caso, los estímulos deben ser considerados (desde el punto de vista de los niveles de conciencia) cuantitativa y cualitativamente en su acción. Como características del impulso aferente sensorio, se considerarían: su naturaleza o especificidad (receptor); su frecuencia; su duración; su extensión; y su potencial de acción. Luego, los impulsos sensoriales que ascienden por las vías específicas alcanzan también la fra en su vía ascendente, que los modula y regula según el estado de actividad en que se encuentran. Por otra parte, llega información química general por vía sanguínea tanto a la fra como a las demás estructuras nerviosas y glandulares del encéfalo.

a) Sueño. Cuando la FRA está inhibida (concomitantemente con un to­no vegetativo general bajo, poca actividad transmisora neuronal, e impulsos de escasa intensidad y/o calidad), ejerce también una acción inhibidora sobre las estructuras encefálicas, especialmente la corteza. Además, la FRA actúa como su­presora o inhibidora de los impulsos sensoriales ascendentes (y en casos, de los órganos de los sentidos mismos), determinando un predominio de la información interna (cenestésica) por sobre la externa (proveniente del medio).
Sueño pasivo. En este nivel, la actividad supresora de la FRA blo­quea las funciones corticales y límbicas, y disminuye las de las otras estructuras subcorticales, reduciendo el traba­jo encefálico a sus fun­ciones más primitivas. Esto corresponde a un nivel de sueño sin imá­­genes, con un patrón EEG del­ta, de baja frecuencia. En suma, este nivel integra el cir­cuito tronco-límbico en que los impulsos no exci­tan la corteza.

Sueño activo. A intervalos regulares distanciados, se activa el circuito tálamo-cortical, que se suma al anterior produciéndose cortos períodos de sueño con ensueños, que producen husos de actividad (desincronizaciones) en las ondas delta y que externamente se reconocen por los movimientos oculares rápidos (MOR).

b) Semisueño. Nivel progresivo intermedio en que se activa la FRA desinhibiendo las estructuras subcorticales e integran­do gradualmente al sistema límbico y a la corteza, efecto que es reforzado por la retroalimentación hipotálamo-cortical que se establece. Simultáneamente desbloquea las vías senso­ria­les específicas dándose un equilibrio inestable entre información externa e interna, e incrementando el trabajo encefálico, a partir del momento de pasaje o “despertar”. El patrón EEG es de alta fre­cuencia y de poco voltaje y se denomina theta. Se han integrado todas las estructuras encefálicas pero su nivel de actividad no es completo y la ca­pacidad transmisora nerviosa (sináptica) es aún relativa.
c) Vigilia. La FRA integra y “facilita” los impulsos sensoriales y de asociación, manteniendo el estado de excitación de la corteza que predomina sobre las funciones subcorticales, así como los impulsos de los sentidos externos por sobre los inter­nos. La capacidad transmisora ha aumentado considerablemente. La actividad subcortical continúa, aunque atenuada, lo que explicará en parte la base de numerosos hechos psi­cológicos como los ensueños y el núcleo de ensueño.

Transformación de los impulsos

El encéfalo presenta distintos niveles que ordenamos así:

a) Centro de gravedad del circuito. La FRA, que modula y regula el aporte de impulsos sensoriales y de asociación, la excitabilidad de la corteza y los impulsos eferentes de respuesta, de un modo inespecífico.
b) Coordinador de estímulos. La corteza que opera bá­si­ca­­m­­en­­te como localización de las funciones motriz e intelectual y la subcorteza que lo hace co­mo localización de las funciones vegetativa (instintiva) y emotiva (con­ductual), transforman los impulsos complejos específicos y los relaciona ela­borando im­­­pulsos efectores de respuesta, también específicos y complejos.
c) Procesadores de estímulos. El tronco cerebral, cerebelo y me­sen­cé­falo son núcleos nerviosos de confluencia de impulsos que producen un primer procesamiento simple, elaborando respuestas autónomas reflejas también simples. Las demás estructuras nerviosas, aparecen básicamente, como vías conectivas conductoras de impulsos. Son: el tronco y me­sen­céfalo (en sus porciones fibrosas), el tálamo y la substancia blanca. Las vías específicas permiten, a nivel cortical, la percepción discriminativa sensorial (función intelectual propiamente tal), mientras que la FRA tiene fun­ciones relacionadas con los niveles de conciencia, en­tre ellos el “despertar”, sin las cuales resultaría imposible tal discriminación sensorial y la producción de respuestas efectivas.

Vías eferentes

Los impulsos provenientes de los distintos puntos encefálicos pasan también por la fra en su parte descendente, que los regula y modula según el estado de actividad en que se encuentre. Otras vías eferentes estarán dadas por la hipófisis y el torrente sanguíneo y las fibras directas del hipotálamo como válvula de conexión del encéfalo con el sistema glandular y el organismo en general, para llevar a cabo las respuestas ordenadas en forma coordinada.

a) Sueño. En ambos tipos de sueño (pasivo y activo) los impulsos efe­­rentes son inhibidos o suprimidos por la FRA, en especial cuando com­pro­meten funciones (motoras, por ejemplo) que modificarían el nivel. El encéfalo, desde la subcorteza, mantiene latentes las funciones vegetativas y básicas al ritmo mínimo que corresponde a tal momento de regeneración y recuperación energética.
b) Semisueño. La variación eferente más notable en este caso, es la co­rres­pondiente al momento del despertar en que el encéfalo envía estímu­los que activan fuertemente todas las funciones orgánicas, incrementando el caudal nervioso que circula. Participan dos mecanismos químicos básicos que son la descarga masiva de adrenalina (que en retroalimentación activa el encéfalo completo en su capacidad de transmisión ner­viosa y a la FRA en particular) y el cambio en la proporción sodio-potasio.
c) Vigilia. El “incendio de corteza” producido por la FRA en este ni­vel, su acción “facilitadora” y la integración de todas las funciones del sis­tema nervioso central, liberan estímulos en­cefálicos eferentes que por las vías descriptas mantendrán todas las funciones propias de este estado, ex­presándose en la forma conocida por todos los centros. Como caso par­­ticular, se observa que al concentrarse la atención sobre un objeto par­­­ticular, son puestos en marcha algunos de estos mecanismos modu­la­do­­res de la FRA. El resultado es que, en parte, el estrechamiento del cam­po de presencia en este caso, se debe a que se “apagan” algunos de los estímulos entrantes, antes de alcanzar la corteza. Como éste, hay mu­chos otros casos de control central encefálico del aporte sensorio (kines­tesia, por ejemplo). También dentro del sistema de alerta, existen áreas corticales que (transformando y coordinando impulsos de memoria) emiten impulsos de respuesta que provocan el despertar al desinhibir a la FRA, pero sin producir movimiento alguno.

Aspecto químico de la mecánica de los niveles (neurohormonal)

El sistema endocrino regula y coordina las diversas funciones del organismo, por medio de las hormonas que las glándulas vierten al torrente sanguíneo. La participación glandular en el fe­nómeno de los niveles de conciencia está regulada desde el hipotálamo (neuro-glándula), localización encefálica del centro vegetativo. Éste actúa indirectamente vía hipófisis y en casos tales como los de alerta o emergencia, prescinde de ésta, enviando impulsos eferentes directamente a las glándulas comprometidas en la elaboración de respuestas requeridas por la si­tuación en el medio. El caso más significativo es el doble cir­cuito de seguridad que establece con las glándulas su­pra­rre­nales en la secreción de adrenalina. Como secundarios aparecen en el circuito la ti­roi­des (tiroxina) y las gónadas. Esta relación con el sistema hor­monal nos va a interesar en cuanto a su participación en la actividad encefálica determinante de los niveles de concien­cia. Consideramos entonces aquellas sustancias que actúan de un modo directo sobre las distintas estructuras encefálicas y/o la capacidad de transmisión de impulsos de las fibras conectivas. Atendiendo a estas sustancias en su acción como mediadores sinápticos, y su grado de concentración en las distintas estructuras encefálicas obtenemos otro punto de vista. Las modificaciones en el equilibrio sodio/potasio, el nivel de azúcar en la sangre (insulina), el metabolismo del calcio y las secreciones tiroidea y paratiroidea entre otras, aparecen como realimentadores químicos de mayor importancia en la dinámica de los niveles de conciencia. La caída de la glucosa, del calcio, del potasio y el agotamiento de la presencia de adrenalina, están todos relacionados con marcados desequilibrios funcionales dentro de cada nivel, y en casos ex­tremos producen estrés mental y emotivo. En contraste, su me­tabolismo equilibrado va a corresponder también a una ade­cua­da integración del trabajo de cada nivel. Por otra parte, y como aspectos secundarios, se observa que a cualquier incre­men­to de la presión sanguínea corresponde una mayor excitabi­lidad de la formación reticular y consecuentemente su función activadora. Simultáneamente, con­comitan también el aumento de nivel (activación reticular y en­cefálica general) y el concurso de oxígeno, que resulta máximo en el momento del despertar.

Centros

Las “llaves de control” de tipo nervioso, se encuentran principalmente en lo que denominamos aparato cerebro-espinal, que está compuesto por la masa encefálica y la médula espinal. No se descuida la intervención endocrina, que en conexiones como hipotálamo-hipófisis, determinan una íntima relación entre ambos sistemas. No obstante, en este trabajo, se acentúa la acción de lo nervioso. Si vemos a los sentidos con la característica general de “traer” información de un medio (ya sea externo o interno), los centros resultan sistemas de respuesta estructurados, aunque predomine uno de ellos frente a un estímulo dado. Así, la íntima conexión emotivo-vegetativo-sexual, hará que, aunque actuando principalmente uno de ellos, se verán comprometidos también los otros. El aspecto endocrino actuará sobre todo en los sistemas de respuesta lenta, conservando su actividad de modo inercial y manteniendo además un nivel constante de actividad que se movilizará aumentando o disminuyendo según la oportunidad y el tipo de respuesta requerido y siempre relacionado con el sistema nervioso. Este último tendrá características de respuesta veloz y tenderá a romper el equilibrio o restablecerlo de modo veloz. Refiriéndonos ya a los “centros de control”, podemos dividirlos por localización en tres grupos. Los de lo­calización puramente cortical, los de localización subcortical y los mixtos. Así ubicamos al centro intelectual en la corteza; al vegetativo y al emotivo en la porción subcortical y al motriz y sexual en ambas. El orden de exposición, es el siguiente: vegetativo, sexual, motriz, emotivo e intelectual.

Centro vegetativo

Franja. Desde el punto de vista de su actividad, filiamos: regulación de temperatura, del reflejo de la sed y el hambre; reacciones de defensa y regeneración; regulación del sistema digestivo, respiratorio y circulatorio y actividad metabólica de la función locomoción y reproducción.

Órgano. Principalmente hipotálamo. Se compone de varios núcleos y es­tá ubicado en el troncoencéfalo, por debajo del tálamo. Muy cerca, y por debajo de él está la hipófisis, glándula con la que se conecta directamente.

Vías aferentes. Transformacion. Vías eferentes

a) Vías aferentes: el hipotálamo recibe desde: la formación re­ticular, el hipocampo, la amígdala, el tálamo, el núcleo len­ti­cu­lar, el bulbo olfatorio y fibras nerviosas con impulsos sensorios.
b) Transformación: como ejemplo tomamos el reflejo del ha­cer: cuando el hipotálamo registra por intermedio de los os­moceptores y quimioceptores, la reducción en la concentración de Cl Na. en la sangre produce un aumento de la hor­mona anti-diurética (had) que elaboran los núcleos su­pra­ópticos hipotalámicos y que también almacena la neu­ro­hi­pófisis. Al liberarse dicha hormona en el torrente sanguíneo, se producen reac­ciones en el riñón que contribuyen a la retención de aguas. Otro ejem­plo: al disminuir la con­cen­tra­ción de corticol y corticoesterona en el torrente san­guí­neo, el hipotálamo estimula la liberación de la acth de la ad­e­­­nohipófisis. A su vez, la acth estimula la glán­du­la su­pra­rre­nal en la li­­­­beración de aquellos gluco­corticoides.
c) Vías eferentes: en complementación con la hipófisis y a tra­vés de ésta, por el torrente sanguíneo a la tiroides, corteza suprarrenal y gónadas. Por vía nerviosa a la médula su­pra­rrenal y por intermedio de las fibras hipotálamorre­ti­cu­la­res a la formación reticular del tegumento y de allí a los nú­cleos mo­tores del bulbo y a las neuronas motoras me­du­la­res. A la hipófisis desde los núcleos supraópticos.

Síntesis. Vemos al centro vegetativo básicamente como un regulador de las funciones vitales operando con mecanismos de equilibrio y ser­vo­re­gu­lación.

Centro sexual

Franja. En cuanto a su actividad, referimos el centro sexual al acto sexual en sí, correspondiéndolo como “carga y descarga”.

Órgano. Son puntos de importancia: las gónadas, el centro espinal, la es­­tructura hipotálamo-hipófisis y la localización cortical en el lóbulo occipital.

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes.

a) Vías de origen táctil difundido, que comprende las zonas erógenas y el tacto en general; b) vías también táctiles pero de carácter concentrado y preciso del aparato genital; c) vía que comprende estímulos de tipo sensoperceptual, mnémicos y de asociación cortico-subcorticales-cenestésicos. Las dos pri­meras en parte conforman el reflejo corto espinal y además re­corren la médula pasando por el tálamo y la formación reticular para ir a la corteza. Vías aferentes de tipo endocrino: tienen que ver con la producción y mantenimiento de un nivel constante aunque cíclico de secreción de hormonas sexuales que movilizan según oportunidad. Aquí, la estructura hipo­tála­mo-hipófisis-gónadas (con participación de otras glándulas) como principales elementos secretores.
b) Transformación: es de carácter complejo e intervienen: a) un reflejo medular corto; b) la actividad de motoneuronas me­­du­la­res que crean reflejos más largos, combinados con el anterior; c) los entrecruzamientos nerviosos de nivel subcortical; d) las proyecciones corticales y sus interconexiones.
c) Vías eferentes: aquí se pueden considerar dos posibilidades: a) el acto sexual en sí; b) cuando se produce la fecundación y sigue el proceso de gestación. Aquí consideramos el primer caso. Procedentes de la interconexión córtico-sub­cor­ti­cal descienden, a través de la médula, haces del sistema autó­no­mo que van a excitar el aparato genital facilitando la rea­li­mentación estímulo-transformación-excitación, pro­du­cién­do­se simultáneamente un incremento de la actividad, hasta llegar a un umbral de tolerancia en que se produce la descarga.

Síntesis. Ubicamos al centro sexual operando en los mecanismos de la función reproducción. Esta actividad es en el individuo la expresión del instinto de conservación de la especie con sus mecanismos: acto sexual, fecundación, gestación y parto.

Centro motriz

Franja. La movilidad del individuo en el espacio, que consiste en movimientos voluntarios e involuntarios actuando el sistema óseo y el muscular coordinados por y con el sistema nervioso.

Órgano. El centro motriz que coordina estas actividades se encuentra a nivel de: a) corteza, en los lóbulos pre-frontales de la corteza, cen­tro de los movimientos voluntarios; b) médula espinal, actuando co­mo centro de los movimientos in­vo­luntarios, arcos reflejos cortos y como la conectiva entre los receptores y la corteza; c) cerebelo, que coordina los movi­mientos (equilibrio).

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes

En un primer nivel estudiamos el sistema del reflejo corto.

a) Vías aferentes: del receptor por la fibra sensitiva al ganglio pre-espinal que actúa como retensor, a la médula donde opera la primera transformación.
b) Vías eferentes: de la médula al ganglio postespinal y por la fibra neuromotora al efector. En el segundo nivel, encontramos: del receptor por vía aferente a la médula, de ahí por las fibras neuromotoras (haces piramidales y extra­pira­mi­dales) a la corteza pasando por el cerebelo. En las localizaciones corticales sucede la segunda transformación y sale por las vías eferentes al hipotálamo conectado con la hi­pó­fi­sis, a la médula y de ahí al efector, en este caso los músculos.

Síntesis. El centro motriz es un transformador de estímulos sensoriales eléctrico-nerviosos que da respuestas de movi­lidad al individuo para la adaptación a su medio y su super­vivencia.

Centro emotivo

Franja. Corresponde a lo que habitualmente reconocemos como sentimientos, estados de ánimo, pasión (con su im­pli­can­cia motriz) e intuición. Interviene como el “gusto” o “dis­gusto” que puede acompañar una ac­tividad ­cualquiera.

Órgano. La actividad principal la filiamos en el centro lím­bi­co, que se ubi­ca en el diencéfalo o rinencéfalo y que está com­puesto por: el sep­­tum (nú­cleos septales del hipotálamo), los núcleos anteriores del t­álamo, la cir­cun­vo­lu­ción del hi­po­­cam­po, la parte anterior del hipocampo y la amígdala.

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes

a) Vías aferentes: las principales vías aferentes son: la vía ol­fativa que se conecta directamente con la amígdala y las fi­bras sensorias que llegan al centro límbico a través de la for­­­mación reticular. También fibras provenientes de la corteza, lóbulo frontal y temporal y el hipocampo, llegan a la amígda­la. Del bulbo olfatorio una de sus ramas va también al septum.
b) Transformación: los estímulos aferentes (impulsos) producen modificaciones quimioeléctricas en el centro límbico que tienen como respuesta una inmediata modificación visce­ro­somática, (relación estructural con el hipotálamo), incluyen­do las áreas corticales. La actividad del centro límbico integra a su vez una expresión estructural emotivo-vegetativo-sexual.
c) Vías eferentes: estas modificaciones se expresan no sólo internamen­te a nivel quimioeléctrico y hormonal, sino que también modifican la ac­­tividad conductual del sujeto. Un elemento que expresa claramente es­to es el motriz. Además, des­de el cen­tro límbico, se proyectan fibras por el hi­­potálamo que son enviadas a los centros autónomos bulbares y a la for­mación reticular del tallo cerebral y de aquí por las motoneuronas so­má­ti­cas, se inervan los órganos correspondientes como también los mús­culos.

Síntesis. A la actividad del centro emotivo se la puede definir como “sintética”. Integrando no sólo su área específica, con características neurohormonales propias, sino además elementos de lo vegetativo y del sexo. Su localización y cone­xión (tálamo-hipotálamo-formación reticular) nos permite com­pren­der su actividad difundida aún en casos de caracterís­ticas “no emotivas”, y su acción prolongada más allá del impulso inicial.

Centro intelectual

Franja. Las actividades de aprendizaje en general, la relación de datos, la elaboración de respuestas, (más allá de la res­puesta reactiva), la relación de estímulos de diversos orígenes.

Órgano. Localizamos este centro en la corteza cerebral, constituida por sustancia gris. Se divide habitualmente en tres capas de dentro hacia afuera: arquicortex (es la capa filo­genéticamente más antigua); paleocortex (es la capa intermedia); neocortex (es la capa más reciente). A su vez, superficialmente se divide en correspondencia con los cuatro lóbulos cerebrales: frontal, en la parte anterior; parietal, en la parte superior media; temporal, en la parte inferior media; y occipital, en la parte posterior.

Vías aferentes. Transformación. Vías eferentes

a) Vías aferentes: las principales vías aferentes son las que componen las vías sensitivas y son aferentes de lo que se de­nomina corteza sensórea que predomina en el lóbulo pa­rie­tal y occipital y en menor grado en el temporal y frontal. Son aferentes: el tálamo, el hipocampo, el hipotálamo, la for­mación reticular y el cerebelo.
b) Transformación: de este punto nos damos una idea al ver las inter­co­nexiones corticales. A grandes rasgos encontramos una de las funciones complejas en el lóbulo parietal con el caso de la estereognosis (reconocimiento táctil sin la visión), en que se requiere de una adecuada recepción del estímulo (transmisión); esta información es sintetizada y comparada con huellas mnémicas sensoriales similares anteriores para así reconocer el objeto dado.
c) Vías eferentes: además de las conexiones intercorticales las vías eferentes se dirigen en general a la subcorteza y principalmente al núcleo caudado; a la protuberancia y cerebelo; al mesencéfalo; al tálamo; a la formación reticular y a los cuerpos mamilares (hipotálamo).

Síntesis. Advertimos en este centro una especialización máxima en el hom­­bre respecto al resto de los mamíferos y de otras especies. Su función prin­­cipal de asociación y elabo­­ración, junto con la característica de diferir su respuesta ante el estímulo, parecen dar una idea general de este centro.



Psicología II

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Este es un resumen realizado por los asistentes a las explicaciones que Silo dio en Las Palmas de Canarias, España, a mediados de agosto de 1976. Aquí se conservan algunos pasajes que respetan el estilo coloquial de los desarrollos y esto marca una importante diferencia con Psicología I. Por otra parte, en este trabajo se retoma la temática de aquellos apuntes reenfocándolos a la luz de las teorías de los impulsos y del espacio de representación.


Las tres vías de la experiencia humana: sensación, imagen y recuerdo

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La experiencia personal surge por la sensación, por la imaginación y por el recuerdo. Desde luego que también podemos reconocer sensaciones ilusorias, imágenes ilusorias y recuerdos ilusorios. Aún el yo se articula merced a la sensación, la imagen y el recuerdo. Y cuando el yo se percibe a sí mismo, también trabaja con estas vías, sean verdaderas o ilusorias. Se reconocen las mismas vías para toda operación posible de la mente. En estas vías cualquiera admite la existencia de errores, la existencia de ilusiones, pero es más difícil admitir la ilu­sión del yo, aunque tal cosa es también comprobable y ­demostrable.

Las tres vías del sufrimiento y aquello que registra el sufrimiento, son para nosotros temas de especial interés. Examinaremos pues la sensación, la imagen y el recuerdo y también aquello que registra y opera con ese material, a lo cual se le llama “conciencia” (o “coordinador”) y que a veces es identificado con el yo. Estudiaremos las tres vías por las que lle­­­­­ga el sufrimiento y estudiaremos también a la conciencia que re­gis­tra el sufrimiento. Por vía de la sensación, de la imaginación y del recuerdo, se experimen­ta dolor. Hay “algo” que experimenta este dolor. Este “algo” que lo experimenta, es identificado como una entidad que, aparentemente, tiene unidad. Esta unidad que registra el dolor, está dada básicamente por una suerte de me­­moria. La experiencia del dolor es cotejada con experiencias anteriores. Sin memoria no hay cotejo, no hay compara­ción de experiencias.

Las sensaciones dolorosas son cotejadas con sensaciones dolorosas anteriores. Pero algo más: las sensaciones dolorosas son proyectadas también, son consideradas en un tiempo que no es el actual, en un tiempo futuro. Si se recuerdan las sensaciones dolorosas o si se imaginan las sensaciones do­lorosas, de este recordar y de este imaginar también se tie­ne sensación. No podría la memoria provocar dolor, no po­dría la imaginación provocar dolor si de la memoria y de la imaginación no se tuviera también sensación. No sólo por la vía de la sensación primaria directa se tiene registro, sino que también por vía de la memoria se tiene registro, se tiene sen­sación. Y por vía de la imaginación se tiene sensación. La sen­sación entonces invade el campo de la memoria, invade el campo de la imaginación. La sensación cubre todas las posibilidades de esta estructura que experimenta el dolor. Todo está trabajando con sensación y con algo que experimenta, con algo que registra esta sensación. Se llame ya más detalladamente sensación propiamente tal, se llame memoria, se llame imaginación, siempre la sensación está a la base; la detección de un estímulo está a la base y algo que registra ese estímulo está en el otro punto, en el otro extremo de esa relación.

Entre un estímulo y algo que registra ese estímulo, vamos a tener con­figurada esa primera estructura. Y parece que esa es­tructura va a mo­verse, tratando de evitar esos estímulos do­lo­rosos. Estímulos que llegan y que son detectados; estímulos que son almacenados; nuevas situaciones que se presentan y acción de esa estructura para evitar esos nuevos estímulos que están relacionados con datos anteriores. Estímulo que llega a un punto que recibe ese estímulo y desde ese punto, respuesta al es­tímulo. Si el estímulo que llega a ese punto es dolo­ro­so, la respuesta tiende a modificar ese estímulo. Si el estímulo que llega a ese punto no es doloroso sino que se experimenta como placentero, la respuesta tiende a hacer permanecer ese estímulo. Es como si el dolor quisiera el instante y el placer quisiera eternidad. Es como si hubiera, con esto del dolor y del placer, un problema de tiempos para aquel punto que lo registra. Se trate de estímulos dolorosos o placenteros esos estímulos se almacenan, se guar­dan en ese aparato regulador de tiempo que nosotros llamamos “memoria”. A estos estímulos que llegan, nosotros les llamamos “sensaciones”, pero esos estímulos que llegan, llegan no sólo de lo que podríamos lla­mar “mundo externo” al centro de registro, sino también llegan del mis­mo “mundo interno” al aparato de registro. Ya hemos visto que se puede recordar lo doloroso, se puede recordar lo placentero. Ya hemos visto que se puede imaginar lo doloroso, se puede imaginar lo placentero. Y esto de recordar y de imaginar, no está ligado a la sensación externa tan estrechamente como las otras sensaciones primarias directas.

El esquema es simple: un estímulo que llega, una respuesta que se da. Pero no simplifiquemos tanto como para considerar a los estímulos que llegan como pertenecientes exclusivamente al mundo externo de esa estructura. Si también hay estímulos en el mundo interno de esa estructura, también debe haber respuestas en el mundo interno de esa estructura. La sensación en general, tiene que ver con el registro, con lo que llega a la estructura. La imaginación, en cambio, tiene que ver con lo que esa estructura hace para acercarse al estímulo si fuera placentero o alejarse del estímulo si fuera doloroso. Ya en esa imagen está planteada la actividad frente a los estímulos que llegan a esa estructura. En su momento, veremos más detenidamente esto de la función con que cumple la imagen. La memoria, en la medida en que entrega datos placenteros o dolorosos, moviliza también a la imaginación y esta imaginación moviliza a esa estructura en una dirección o en otra. Estamos contando con un estímulo que llega, una estructura que recibe ese estímulo y una respuesta que da esa estructura. Este es un esquema muy simple: estímulo-aparato de recepción-centro de respuesta.

El centro de respuesta hace que frente al estímulo se movilice esa es­tructura, no en cualquier dirección sino en una direc­ción más o menos pre­cisa, y reconocemos distintas actividades para responder a esos estímu­los, distintas direcciones, dis­­­tintas posibilidades de respuesta. Distinguimos pues entre dis­tintos centros posibles para dar respuestas posibles a dis­tin­­to tipo de estimulación. Desde luego que todos estos centros de res­puesta van a estar movidos en su base por el dolor y por el placer, pero en la actividad se van a manifestar las respuestas de distinto modo según que actúe un centro u otro. A este mundo de estímulos que llega le vamos a llamar el “mundo de la sensación”. A esto que se expresa hacia el mun­do de la sensación le vamos a llamar “respuesta” (lo que responde al mun­do de la sensación, será llamado “centro de respuesta”). Como las respuestas son numerosas y diferenciadas y cada sistema de respuesta tiene su rango propio, vamos a distinguir diversos centros de respuesta.

A toda esta estructura que engloba el registro de la sensación y la respuesta a esas sensaciones que llegan, a toda esta estructura que se manifiesta la vamos a llamar “comportamiento”. Y vamos a observar que este comportamiento no se mani­fiesta de una manera constante, sino que sufre numerosas va­riaciones según el estado en que se encuentre esa estructura, según el momento en que se encuentre esa estructura. Hay mo­mentos en que esa estructura percibe con más nitidez el estímulo doloroso. Hay momentos en que parece no percibirlo en absoluto. Hay momentos en que esa estructura parece que estuviera desconectada de esas sensaciones, que no tuviera registro de las sensaciones dolorosas. Esto de registrar con mayor o menor intensidad las sensaciones que llegan y esto de lanzar respuestas con mayor o menor intensidad a esos estímulos que llegan, va a depender del estado general de la estructura. A ese estado lo llamaremos genéricamente “nivel de trabajo” de esa estructura. Este nivel, según se esté en un momento o en otro de su proceso, va a permitir que se den respuestas más aceleradas, más intensas, respuestas menos aceleradas, respuestas apagadas.

Vamos a ponernos a revisar nuestros esquemas.[4]

No se explica mucho cuando se dice que el ser humano hace determinadas cosas para satisfacer sus necesidades. El ser humano hace determinadas cosas para evitar el dolor. Lo que sucede es que tales necesidades si no son satisfechas provocan dolor. Pero no es que alguien se mueva por una idea abstracta de satisfacer sus necesidades. Si alguien se mueve es por el registro del dolor. Estas cosas suelen confundirse bastante y parece que estas necesidades primarias, si no se satisfacen, son las que dan mayor dolor. Es tan dolorosa la sensación de hambre como otros tipos de sensaciones que, si no se satisfacen, van provocando una tensión cada vez mayor. Por ejemplo, si a un ser humano se le violenta o quema alguna parte de su cuerpo, experimenta dolor y, por cierto, trata de dar respuestas a este dolor para que cese. Esta es una necesidad tan grande como la de alimentarse, como la de comer, esto de hacer algo para evitar que se intensifique la sensación dolorosa. En este caso, este ser humano va a tratar de huir de aquello que ponga en peligro la estructura de su cuerpo. A veces, alguien tiene registros dolorosos de hambre y no tiene hambre. Piensa en el hambre que podría tener, piensa en el hambre que podría tener otro y el hambre que podría tener otro le da a él un registro doloroso, pero ¿qué registro doloroso le da?, ¿acaso un registro doloroso físico? No exactamente. El puede recordar el hambre, él está hablando del dolor del hambre, pero él no registra el dolor del hambre, él registra otro tipo de dolor. Y ese registro que tiene del dolor, lo puede movilizar enormemente.

Por vía de la imagen, por vía del recuerdo, él puede experimentar también una gama importante de dolores y también de placeres. El sabe que alimentándose, satisfaciendo sus necesidades inmediatas, se produce esa particular distensión en su estructura. Y el sabe que es interesante repetir esa distensión cada vez que esa tensión aumenta. Se aficiona a determinadas formas de alimentación, se habitúa a ciertas experiencias relajadoras de tensiones.

El estudio de los centros permite diferenciar actividades que el ser humano realiza, tratando primariamente de satisfacer sus necesidades. Por otra parte, los niveles de conciencia explican la variación de aquellas actividades conforme toda la estructura esté actuando vigílicamente, en semisueño, o en sueño. Y vamos a observar en esta estructura, un comportamiento que es la forma en que ésta se va a expresar frente a los estímulos y según esté operando un determinado nivel de conciencia.


La especialización de las respuestas frente a los estímulos externos e internos

Con la idea de “centro” se engloba el trabajo de diferentes puntos físicos, a veces muy separados entre sí. Es decir, que un centro de respuesta resulta de una relación entre distintos puntos del cuerpo. Si hablamos del centro del movimiento advertimos que no está ubicado en un lugar físico preciso sino que corresponde a la acción de muchos puntos corporales. Y lo mismo va a pasar con operaciones más complejas que las simples operaciones de respuesta del cuerpo. Cuando se habla de las emociones en el ser humano, da la impresión de que hubiera un punto desde el cual se manejarán todas las emociones. Y eso no es así. Hay numerosos puntos que son los que al trabajar coordinadamente, provocan esa respuesta que vamos a llamar “emotiva”. Así pues, los aparatos que controlan la salida de los impulsos hacia el mundo de la respuesta, son los que conocemos como “centros”. El mecanismo de estímulo y respuesta refleja se va complejificando hasta que la respuesta se hace diferida y van interviniendo circuitos de coordinación capaces de canalizar las respuestas, precisamente, por distintos centros. Así es que la respuesta diferida ha hecho numerosos recorridos antes de efectuarse hacia el mundo externo.

Diferenciamos entre un estímulo que puede llegar desde los sentidos a la conciencia, del impulso que puede llegar desde la memoria. En este segundo caso se verifican numerosas operaciones y de acuerdo al nivel de la señal elaborada en la conciencia, se selecciona la salida por un centro u otro. Ejemplificando. Damos un golpe en una parte de la pierna, en la rodilla, y la pierna se mueve sin necesidad de que ese estímulo pase por los complicados mecanismos de con ciencia que elaboran finalmente su señal en forma de imagen, imagen que va buscando el nivel correspondiente en el sistema de representación y de ahí actúa sobre el centro adecuado para volcar la respuesta al mundo. Es cierto que en la respuesta refleja, casi simultáneamente con ella, se configura una imagen, pero el estímulo ha pasado limpiamente desde el aparato de recepción al centro. Tomando ahora la señal que se desdobló como ima gen se puede seguir su transformación hasta llegar co mo im pulso a la memoria, allí archivarse y volver al mecanismo de coordinación en el que se elabora una nueva imagen y aunque el estímulo haya desaparecido ya (cuando se efectuó la respuesta refleja), desde la memoria se puede seguir enviando información, manteniendo una imagen que, a su vez, refuerza la actividad del centro de salida.

Los centros trabajan estructurados entre sí y con registros propios (al par del registro general que tiene el coordinador), por la información que llega desde los sentidos internos en el momento de accionar en el medio y también por las conexiones entre los centros y el coordinador. También se tiene conciencia de lo que va pasando con la actividad de los centros, por cuanto los centros al efectuar trabajos de respuesta también dan señal interna al aparato de sensación. Así pues, los centros pueden seguir dando señal de respuesta; pueden detener esa señal de respuesta; la señal en cuestión que llega a los centros puede correrse y buscar otro canal, etcétera, gracias a que en la misma salida hay una vuelta de la señal hacia un aparato interno que registra lo que está pasando con la respuesta. Así pues, si lanzo mi mano en una dirección, esta mano podría seguir de largo; podría no llegar al objeto; podría cometer numerosos errores si es que de este movimiento no fuera teniendo también sensación interna, al par que voy teniendo sensación por los otros sentidos que van registrando las diversas operaciones. Ahora, si tuviera que empujar delicadamente este libro que está delante de mí sobre la mesa tendría que regular el impulso de mi mano porque si me equivocara en esto, el libro podría caer al suelo. Es más, la resistencia que este libro me presenta me indica cuan ta presión tengo que ejercer y a esto lo voy sabiendo gracias a la res puesta. Es decir, la acción motriz que desarrollo sobre el libro encuentra una determinada resistencia de la cual tengo sensación interna, gracias a esa sensación interna voy regulando la actividad. Así es que se tiene sensación de la actividad de los centros de respuesta.


Los centros

El centro vegetativo es la base del psiquismo en el que se activan los instintos de conservación individual y de la especie y que excitados por se ñales correspondientes de dolor y placer se movilizan en defensa y expansión de la estructura total. De tales instintos no tengo registro sino por determinadas señales. Tales instintos se manifiestan fuertemente en el momento en que se compromete una parte o la totalidad de la estructura. También el centro vegetativo se moviliza por imágenes, pero imágenes de registro cenestésico. Y estas imágenes vienen promovidas por el estado de sueño o de fatiga, por ejemplo. Se tiene registro cenestésico de este estado, se tiene registro cenestésico de lo que luego se va a convertir en sensación de hambre; se tiene registro del reflejo del sexo. El registro cenestésico aumenta en caso de enfermedad, pero también en caso de ausencia de sensaciones externas. Este centro da respuestas compensadoras, equi li bra doras, a esos impulsos cenestésicos que van llegando de distintas partes de la estructura. Aún cuando la señal sen so rial vaya al centro vegetativo y dé respuesta, esa se ñal puede actuar también sobre la memoria y de memoria llegar a coor dinación y tener conciencia de esas señales. Pero no es la conciencia de esas señales la que moviliza la res puesta del centro vegetativo.

El centro sexual es el colector y distribuidor energético principal que opera por concentración y difusión alternadas, con aptitud para movilizar la energía en forma localizada o en forma difundida. Su trabajo es voluntario y también involuntario. Y pasa un poco como con el centro vegetativo, del cual a su vez es una especialización, la especialización más inmediata. La tensión en este centro da fuertes registros cenestésicos y desde él se distribuye la energía al resto de los centros. La disminución de la ten sión en el centro sexual se produce por descargas propias de este centro, por descargas a través de los demás centros y por transmisión de señal a la conciencia que la convierte en imagen. También puede colectar tensiones del cuerpo y de los otros centros ya que está fuertemente ligado al aparato vegetativo, el cual toma las señales de todos los impulsos cenestésicos. La estructura vegetativo-sexual, es la base a par tir de la cual se organizan todos los centros y, por tanto, todo el sistema de respuestas. Y esto es así porque aquellos están ligados directamente a los instintos de conservación individual y de conservación de la especie. Esta base instintiva es la que nutre el funcionamiento de todos los otros sistemas de respuesta. Fallando esta base de respuestas sobre la que se asientan los otros aparatos de respuesta, se registrarán perturbaciones en toda la cadena de respuestas.

El centro motriz actúa como regulador de los reflejos externos y de los hábitos del movimiento. Permite el desplazamiento del cuerpo en el espacio trabajando con tensiones y relajaciones.

El centro emotivo es el regulador y sintetizador de respuestas situacionales mediante su trabajo de adhesión o rechazo. De ese trabajo del centro emotivo se registra esta particular aptitud del psiquismo para experimentar las sensaciones de acercarse a lo placentero o de alejarse de lo doloroso, sin que por esto el cuerpo necesariamente actúe. Y puede su ceder que no exista referencia objetal externa y sin embargo se experimente la emoción del rechazo o el estado de adherencia, porque se trataría de objetos de la propia representación que provocan (por el surgimiento de imágenes), disparos del centro emotivo. Ejemplificando, no habría que huir, ya que no existe peligro objetal, sin embargo se está huyendo del “peligro” de la propia representación.

El centro intelectual responde a impulsos de los mecanismos de conciencia conocidos como abstracción, clasificación, asociación, etcétera. Trabaja por selección o confusión de imágenes, en una gama que va desde las ideas a los distintos tipos de imaginación, dirigida o divagatoria, pudiendo elaborar for mas de respuesta como imágenes simbólicas, sígnicas y alegóricas. Aunque éstas parecen abstractas e “inmateriales” de ellas se tiene registro sensorial interno y se las puede recordar, seguir su transformación en una secuencia y registrar sensaciones de acierto o error.

Existen diferencias de velocidad en el dictado de respuestas al medio. Tal velocidad es proporcional a la complejidad del centro. Mientras el intelecto elabora una respuesta lenta, la emoción y la motricidad lo hacen con más velocidad, siendo la velocidad interna del funcionamiento vegetativo y del sexo, considerablemente mayor a la velocidad de los otros centros.

El funcionamiento de los centros es estructural. Esto se registra por las concomitancias en los otros centros cuando uno está actuando como primario. Al trabajo intelectual lo acompaña un tono emotivo, por ejemplo cierto agrado por el estudio que se está efectuando y que ayuda a mantenerse en el trabajo. Mientras, en este caso, la motricidad se reduce al mínimo. Así es que al trabajar el centro de respuesta inte lec tual, el mantenimiento de la carga lo hace la emotividad pero en desmedro del centro contiguo que es el motriz y que tiende a inmovilizarse a medida que se acentúa el interés intelectual. Si se tratara de la recomposición vegetativa por enfermedad, el sujeto experimentaría fatiga o debilidad y toda la energía iría a la recuperación del cuerpo. Tal centro trabajaría plenamente para dar respuestas internas equilibradoras y la actividad de los otros centros se reduciría al mínimo. Los centros pueden trabajar en disfunción, lo que ocasiona también errores de respuesta. Las contradicciones en el trabajo entre centros surgen cuando las respuestas no se organizan estructuradamente y los centros disparan actividad en direcciones opuestas entre sí.

Estos centros que vamos separando para su mejor comprensión en realidad están trabajando en estructura circulando entre ellos energía psicofísica o, más simplemente, energía nerviosa. En general, cuando la actividad aumenta en unos cen tros, disminuye en otros. Es como si siempre trabajá ra mos con una determinada carga. Y entonces, con esa mis ma can tidad de carga, cuando unos trabajan más los otros tendrán que trabajar menos. Cuando alguien corre el centro motriz trabaja máximamente, pero el centro vegetativo debe regular funciones internas. La emotividad puede incluso ser el motivo de esa carrera, de esa persona que corre. Y el corredor, por último, puede estar haciendo operaciones intelectuales. Ejemplifiquemos: está corriendo porque alguien lo persigue y mientras corre está buscando por donde deslizarse con mayor facilidad, está buscando el modo de escapar de aquella cosa amenazante que va tras él. Así es que son muchas las co sas que se podrían hacer mientras se corre. Lo más ponderable, en este caso, es la actividad motriz. La energía en el inte lecto disminuye cada vez que el centro motriz se pone en marcha. En nuestro ejemplo, es bastante difícil andar corriendo mientras a uno le persiguen y hacer cálculos matemáticos simultáneamente. Algo pasa en el intelecto mientras se está movilizando el centro motriz, pero eso no quiere decir que desaparezca su actividad. En el sexo prácticamente esa energía está anulada y en la emotividad esa energía actúa pero de un mo do variable de acuerdo a la incitación que ha puesto en marcha esa carrera. Si una persona efectúa complejas operaciones matemáticas, su centro vegetativo tenderá a aquietarse. O bien se aquieta el centro vegetativo o bien se dejan de hacer operaciones intelectuales. Todas estas consideraciones tienen importancia práctica porque explican que la sobreactividad de un centro disminuye la actividad de los otros centros, particularmente de los centros que llamamos contiguos.

Hemos dado un orden a los centros hablando del intelectual, el emotivo, el motriz, el sexual y el vegetativo. Consideramos contiguos a los centros que en ese orden están lateralmente colocados frente al centro dado. Decíamos que la sobreactividad de un centro disminuye la actividad de los otros, particularmente la actividad de los centros contiguos. Esto último permite comprender, por ejemplo, que los bloqueos emotivos o las sobrecargas sexuales puedan modificarse desde una determinada actividad del centro motriz. Ese centro motriz actúa “catárticamente” (es la primera vez que vamos a usar esa palabra, que luego usaremos mucho), descargando tensiones. También explica que la actividad negativa del centro emotivo, por ejemplo la depresión (que no es una sobrecarga sino lo contrario), hace disminuir la carga intelectual y hace disminuir también la carga motriz. Y una carga positiva en el mismo centro, el en tusiasmo por ejemplo (a diferencia de la depresión), puede rebasar el centro emotivo y producir sobrecarga en los contiguos: sobrecarga intelectual y sobrecarga motriz.

Es claro que cuando un centro se desborda y da energía también a otros lo está haciendo en desmedro de algún otro centro, porque la economía energética del conjunto es más o me nos constante. Así que de pronto un centro se desborda, “se llena de entusiasmo”, empieza a lanzar energía a sus centros contiguos, pero alguien está perdiendo en eso. Al final termina por descargarse ese centro al cual se le está succionando toda la energía y de la cual usufructúan los demás. Ese centro termina por descargarse y esta descarga empieza a invadir a los otros centros hasta que, finalmente, todos ellos se descargan. En ese sentido, si tuviéramos que hablar de un centro que da energía a toda la maquinaria, hablaríamos del centro vegetativo.

El centro sexual es un colector importante de la energía psicofísica. El va a ponderar la actividad de todos los otros centros influyendo en ellos de un modo manifiesto o tácito. Por lo tanto, estará incluido hasta en las actividades superiores de la conciencia, en las actividades más abstractas. Y hará que esa conciencia busque en una u otra dirección abstracta pero experimentando un especial gusto o un especial disgusto por esas direcciones.

Independientemente de los estímulos que van llegando del mundo externo, los centros trabajan con un ciclaje característico. Cuando los estímulos llegan, el ritmo normal que tiene un centro se ve modificado pero luego retoma su nivel de trabajo con el ritmo que le es propio. Estos ciclos y ritmos son diferentes y producen ciertas repeticiones características. Re co nocemos los ciclos respiratorios, los ciclos cir cu la torios, los ciclos digestivos. Pertenecen al mismo centro, pero no es que el centro vegetativo tenga un solo ritmo sino que en ese centro se verifican distintas actividades y cada una de ellas tiene distinto ritmo. A ese tipo de ritmos, co mo los que hemos mencionado, se los conoce como ciclos cortos. Así mismo, existen ciclos diarios y otros de mayor amplitud. Hay ciclos de etapa biológica. El trabajo cotidiano, por ejemplo, está organizado de acuerdo a edades y es inadecuado poner a un niño de cinco años, o a un señor de 80, en actividades propias de personas jóvenes adultas.

Debemos agregar, por último, que la actividad de los centros se registra en ciertos puntos del cuerpo aunque esos puntos no sean los centros. El registro del centro vegetativo, por ejemplo, es un registro corporal interno, difuso. Cuando uno siente su cuerpo lo experimenta de modo difuso y no sólo en una parte o zona precisa. El registro del sexo se experimenta en el plexo sexual. El registro de algunas emociones se verifica en el plexo cardíaco y en la zona respiratoria. El trabajo intelectual se experimenta en la cabeza (“se piensa con la cabeza”, se dice). Y no se debe confundir aquello que moviliza las actividades, con el registro de esas actividades. Lo que moviliza actividades es llamado por nosotros “centro” y tiene su base neuroendocrina dispersa, mientras que el registro de las actividades de los centros se experimenta preferentemente en algunos puntos localizados del cuerpo.


Niveles de trabajo de la conciencia. Ensueños y núcleo de ensueño

Recordando el esquema que planteamos anteriormente, no había más que una estructura, un sistema de estímulos y un centro que daba una respuesta a esos estímulos. Ese centro luego se especializaba en distintas franjas, eran franjas de actividades de respuesta frente a los estímulos. Y entonces distinguíamos distintos centros, pero sabíamos también que estos centros variaban en la respuesta no sólo por variación de estímulos, sino que variaban en la respuesta por el estado en el cual se encontraban ellos mismos. A ese estado en el que se encontraban los centros en un momento dado, le llamábamos nivel de trabajo. Ese nivel de trabajo, por lo tanto, iba modulando la actividad del centro en sus respuestas. Si el nivel de trabajo era alto, la respuesta hacia el mundo era más eficaz, más manifiesta. Si el nivel de trabajo era bajo, la respuesta hacia el mundo no era tan eficaz.

En esta estructura encontramos el nivel de vigilia que favorece la actividad hacia el mundo externo. Por otra parte, encontramos al sueño como un nivel que aparentemente bloquea la respuesta al mundo externo, aún cuando los estímulos parecen llegar plenamente al durmiente. Y hay un nivel intermedio, el de semisueño, por el cual se transita al conectar y desconectar con el mundo externo.

Hablamos de los niveles de trabajo y nos referimos a ellos como la movilidad interna que tiene la estructura de la conciencia para responder a los estímulos. Estos niveles tienen su propia dinámica y no se los puede considerar como simples compuertas que se cierran o abren. En realidad, mientras se está trabajando en un nivel, en los otros niveles sigue existiendo movilidad con energía más reducida. Es decir que si nos encontramos, por ejemplo, en el nivel vigílico, el nivel de sueño continúa trabajando aunque con actividad reducida. De esta suerte, existen fuertes presiones de los otros niveles frente al nivel que se expresa en ese momento. De este modo, son numerosos los fenómenos propios de la vigilia que están afectados por fenómenos de los otros niveles y son numerosos los fenómenos propios del sueño que están afectados por la actividad de los otros niveles. Esto de concebir a los niveles, no como compartimentos estancos sino como un conjunto de potenciales de trabajo que están en dinámica simultánea, tiene importancia para luego entender fenómenos que llamaremos de “rebotes” de contenidos, de “presión” de contenidos, etcétera.

Así como existen localizaciones neuroendocrinas que regulan las actividades de respuesta del ser humano (y a los que englobamos con la designación de “centros”), también existen localizaciones que regulan a los niveles de trabajo de la conciencia. Efectivamente, ciertos puntos envían señales para que se efectúe la actividad vigílica , de semisueño, o de sueño. A su vez, esos puntos que envían señal, reciben instrucciones de diferentes partes del cuerpo antes de ponerse a disparar sus órdenes, con lo que resulta un circuito cerrado. En otras palabras: cuando el cuerpo necesita del reposo nocturno, suministra datos a ciertos puntos que comienzan a dar sus señales y entonces el nivel de conciencia baja... No queremos meternos en ninguna de las complicaciones fisiológicas o psicofisiológicas del caso, sino manejarnos en términos muy generales[5].

Cuando se van acumulando determinadas sustancias en el cuerpo, o cuando el trabajo cotidiano ha provocado fatiga en el cuerpo, estas sustancias y esta fatiga acumuladas dan señales, suministran señales a un punto que las colecta. Y este punto que colecta esas seña les comienza a emitir también sus mensajes con lo cual el nivel de conciencia baja. Va bajando este nivel hasta que el su je to ex perimenta sueño y entra en ese estado de sueño con lo que comienza la etapa reparadora del circuito. Por supuesto que no se trata sólo de reparar al cuerpo con esto de la “bajada” del nivel de conciencia. La baja del nivel de conciencia va a permitir que se produzcan numerosos fenómenos complejos y no sólo de reparación. Pero en principio, podemos verlo así. A su vez, cuando el descanso ha hecho su efecto reparador, estos puntos comienzan a enviar señales al punto de control que a su vez emite sus señales para ir provocando el despertar. También, estímulos externos o fuertes estímulos internos pueden disparar el fenómeno y producirse la subida de nivel aún cuando el sueño no haya cumplido con su efecto reparador. Esto es bien evidente. Nuestro sujeto está reparando, está descansando, pero una detonación al lado de sus oídos provoca el despertar. Así que los ciclos se van manifestando, los ritmos se van expresando en estos niveles y tienen su rítmica propia, pero cuando interviene un fenómeno que rompe los límites de umbral se produce el disparo desde ese centro de control interno y comienza el despertar fuera de ritmo.

En el nivel de vigilia encontramos el mejor despliegue de las actividades humanas. Los mecanismos racionales trabajan plenamente y se tiene dirección y control de las actividades de la mente y del cuerpo en el mundo externo.

En el nivel de sueño, en cambio, los mecanismos racionales se ven muy disminuidos en su trabajo y el control de las actividades de la mente o del cuerpo es prácticamente nulo. En momentos, el sueño es netamente vegetativo y sin imágenes; en momentos el sueño es como si estuviera bajo el predominio total, absoluto, del centro vegetativo y trabajara so la men te esa estructura dando respuestas a estímulos internos. Ahí no hay imágenes que pueblen la pantalla de la con ciencia; se está en un estado tal que llegan datos internos y se “responde” a esos datos también internamente y todo esto lo va ha ciendo con su automatismo característico, el centro vegetativo. Pero luego comienza un ciclo de sueño con ensueños, con imágenes, que más adelante se vuelven a interrumpir comenzando otro período sin ellas. Esto sucede cada noche. De manera que aún en el nivel de sueño, sueño profundo, en con tra mos un estado plenamente vegetativo, sin imágenes y un estado en donde las imágenes aparecen. Todo esto tiene sus ciclos y ritmos.

Diferenciamos, por supuesto, entre niveles y estados. Las imágenes del sueño son muy veloces, tienen fuerte carga afectiva y sugestionan fuertemente a la conciencia. El material de estas imágenes está tomado de la vida diaria aunque articulado caprichosamente. Esto de “caprichosamente” se verá más adelante que no es tan así, ya que llegando al tema de las conformaciones alegóricas y de otro tipo en las producciones oníricas, veremos que esto está sometido a un conjunto de leyes bastante precisas. Pero por ahora decimos que las cosas se articulan caprichosamente. El sueño sirve para reparar al cuerpo y para ordenar toda la masa de información recibida durante el día. Además, sirve para descargar numerosas tensiones físicas y psíquicas.

En el semisueño, se mezclan fenómenos de los otros dos niveles. Al semisueño se asciende del sueño y a él se llega antes del despertar completo. También en plena vigilia se desciende al semisueño en los estados de fatiga y se empiezan a verificar las mezclas de niveles. El nivel de semisueño es pródigo en fantaseos y largas cadenas de imágenes que cumplen con la función de descargar tensiones internas.

El ensueño en vigilia no es un nivel sino un estado, en el que imágenes propias del nivel de sueño o semisueño se abren paso presionando a la conciencia. Estos ensueños actúan, se manifiestan en la vigilia por presión de los otros niveles. Ello ocurre con la finalidad de aliviar tensiones. Pero también los ensueños en vigilia sirven para compensar dificultades de situación o necesidades que experimenta el sujeto. Esto, en su última raíz, está emparentado con el problema del dolor y ese es el indicador interno y el registro interno que se tiene cuando no se puede expresar el sujeto en el mundo y entonces aparecen imágenes compensatorias. Cuando hablamos de fantaseo o ensueño en vigilia no nos referimos al nivel de semisueño, ya que el sujeto puede seguir realizando sus actividades cotidianas mecánicamente, “soñando despierto”, por así decir. El sujeto no ha descendido al semisueño o al sueño profundo; el sujeto sigue con sus actividades cotidianas pero, sin embargo, los ensueños empiezan a rondar.

Observamos que la mente se traslada de un objeto a otro, instante tras instante. Que es muy difícil mantener una idea, un pensamiento, sin que se filtren elemento ajenos a ellos, es decir: otras imágenes, otras ideas, otros pensamientos. A estos contenidos erráticos de conciencia, los llamamos “ensueños”. Estos ensueños o divagaciones, dependen de las presiones de los otros niveles, también de estímulos externos tales como ruidos; olores; formas; colores, etcétera, y de estímulos corporales como tensión; calor; hambre; sed; incomodidad, etcétera. Todos estos estímulos internos y externos, todas estas presiones que están actuando en los otros niveles, se manifiestan formando imágenes y presionando al nivel vigílico. Los ensueños son inestables y cambiantes y constituyen impedimentos al trabajo de la atención.

Llamamos “ensueños secundarios” a aquellos que se disparan co ti dia na mente y que tienen carácter situacional, es decir, pasajero. Un individuo que se encuentra en una situación, es sometido a un conjunto de presiones externas y surgen respuestas de ensueños secundarios; cambia a otra situación y surgen otras respuestas de ensueños secundarios. Consi de ra mos a estos como ensueños secundarios o situacionales porque se disparan en respuesta, en compensa ción de situaciones más o menos precisas.

Pero existen otros ensueños de mayor fijeza o repetición que aún variando denotan un mismo clima mental, una misma “atmósfera” mental. Aquellas imágenes que surgieron por única vez en una situación dada y después desaparecieron son bien diferentes a estas otras imágenes que, aunque cambiemos de situación, aparecen repetitivamente. Estos ensueños que no son secundarios pueden cambiar también, a su modo. Pero tienen permanencia aunque sea en esto del clima mental, tienen un sabor similar. Como digresión, obsérvese que las palabras que estamos usando son netamente sensoriales. Hablamos de “clima”, como si fuera táctil la percepción de ese fenómeno. Hablamos de “sabor”, como si se pudiera degustar un ensueño... ya volveremos sobre estas particularidades más adelante.

A veces estos mismos ensueños aparecen en los fantaseos del se mi sueño y también en el sueño nocturno. El estudio de los ensueños secundarios y de los ensueños en los otros niveles, sirve para determinar cierto núcleo fijo de divagación que es un fuerte orientador de tendencias psíquicas. En otras palabras, que las tendencias vitales de una persona, aparte de las condiciones que imponen las circunstancias, están lanzadas a alcanzar esa imagen, ese ensueño fijo que las guía. Este núcleo fijo se va a manifestar como imagen; esta imagen va a tener la propiedad de orientar al cuerpo, de orientar las actividades en una dirección. La imagen apunta en una determinada dirección y allá va toda la estructura.

El núcleo de ensueño orienta a numerosas tendencias de la vida humana en una dirección no advertida claramente desde la vigilia y muchas de las razones que una persona pudiera dar sobre algunas de sus actividades, en realidad están movidas por ese núcleo y no están movidas por esas “razones”; más bien estas razones son función de ese núcleo. Consecuentemente, los cambios en el núcleo provocan cambios en la orientación de algunas tendencias personales. Siempre esta persona sigue buscando cómo satisfacer sus necesidades, pero siempre este núcleo sigue ponderando la dirección. En otros casos, el núcleo queda fijado, queda adherido a una etapa de la vida, aunque las actividades generales se vayan modificando. A este núcleo de ensueño no se lo visualiza sino que se lo experimenta como clima mental. Las imágenes guían las actividades de la mente y podemos registrarlas pero este núcleo de ensueño no es una imagen; este núcleo de ensueño es el que va a determinar imágenes compensatorias. Así pues, el núcleo de ensueño no es una imagen sino que es ese clima mental que se experimenta. El núcleo va a motivar la producción de determinadas imágenes que, consecuentemente, van a llevar a una actividad.

Ejemplo de núcleo negativo es un permanente sentimiento de culpa, por ejemplo. Un señor tiene un permanente sen ti mien to de culpa. Él no ha hecho ninguna cosa reprobable, o sí, pero lo que él experimenta es este estado de culpa, él se siente culpable. Él no tiene ninguna imagen pero experimenta ese especial estado de conciencia. Tomemos, en otro ejemplo, el sentimiento trágico del futuro. Todo lo que va a pasar va a salir mal. ¿Por qué? No se sabe. Tomemos al sentimiento continuo de opresión. El sujeto está oprimido, dice que “no se encuentra consigo mismo” y siente que las cosas se le vienen encima... No hay por qué pensar, sin embargo, que todos los núcleos sean negativos.

Los núcleos permanecen fijados durante años, apareciendo los ensueños compensatorios de tales núcleos. Durante largo tiempo estos núcleos están operando. Y van dando lugar al nacimiento de ensueños compensatorios. Así, por ejemplo, si el núcleo que presiona constantemente es parecido al sentimiento de abandono, si este sujeto se encuentra abandonado, si este sujeto se encuentra desprotegido, si experimenta ese sentimiento de des pro tec ción y de abandono, es muy probable que surjan en sueños compensatorios de adquisición, de posesión y que estas imágenes guíen las actividades del sujeto. Seguramente, esto pasa no solamente en el ámbito individual sino en el ámbito social y en determinados mo mentos históricos. Seguramente, en épocas de fractura histórica au men tan estas imágenes de posesión desmedida, porque aumentan los climas de abandono, los climas de desposesión, las faltas de referencias internas.

Los ensueños secundarios dan respuestas compensatorias a estímulos, sean estímulos de situación o de presiones internas, porque su función es la de descargar las tensiones producidas por estas dificultades internas. Por tanto, los ensueños secundarios son muy variables pero se observan en ellos algunas constantes. Se puede advertir que estos ensueños giran en torno a un clima particular. Estos ensueños van variando según la situación, se van expresando de distinto modo, pero tienen algo en común. Y eso en común que tienen nos hace advertir la presencia de un clima particular que tiene que ver con cada uno de ellos. Ese clima común que tienen los ensueños secundarios delata al núcleo de gran fijeza que es el que no gira si tua cionalmente, sino que es el que permanece en las distintas situaciones.

En uno de los ejemplos mencionados, el sujeto está en una situación que le es sumamente ingrata y piensa que todo le va a salir mal. Lo cambiamos a una situación que le es sumamente grata y sigue pensando que todo le va a salir mal. De manera que aún variando las situaciones, ese clima sigue presionando y sigue disparando imágenes. Cuando el núcleo de ensueño empieza a manifestarse como imagen fija, dicho núcleo comienza a variar por cuanto su tensión básica ya se orienta en el sentido de la descarga. Podemos usar una figura explicativa: al sol no se lo ve cuando está arriba, al sol se lo ve en el horizonte, a la salida y a la postura del mismo. Con el núcleo de ensueño sucede lo mismo: no se lo ve en plena actividad aún cuando sea más fuerte en su presión. Se lo ve cuando recién se origina o se lo ve cuando declina. El núcleo puede durar años o toda la vida, o modificarse por accidente. También al variar una etapa vital puede cambiar el núcleo. Si este núcleo, si ese clima fijo ha surgido es porque está relacionado con determinadas tensiones y al cambiar la etapa vital esas tensiones se modifican considerablemente. La orientación de la vida comienza a cambiar y la conducta experimenta mo di fi ca ciones importantes. La orientación de la vida cambia porque han cambiado esos ensueños que dan dirección hacia los objetos, y estos en sueños que dan dirección han cambiado porque ha cambiado el clima que los determina, y los climas han cambiado porque ha cambiado el sistema de tensiones internas, y el sistema de tensiones ha cambiado porque ha cambiado la etapa física del sujeto, o porque ha surgido un accidente que ha provocado también el cambio en el sistema de tensiones.

Los centros que hemos examinado en algunos casos dan ór­denes a otros centros. Aquellos centros voluntarios, como el centro intelectual, da órdenes a las partes voluntarias de los otros centros, pero no a las partes involuntarias de los otros cen­tros y mucho menos a los centros instintivos, particu­lar­mente al centro vegetativo en su trabajo interno. Este centro in­telectual no da órdenes y si las da nadie le responde. No va­ría la presión sanguínea, ni varía la circulación, ni varían los to­nos profundos porque el intelecto dé órdenes. Es al revés la cosa. Las presiones internas que dan lugar al nacimiento del núcleo de ensueño, están ligadas al funciona­mien­to de los centros instintivos. Y por ello varían tales núcleos con los cambios de etapa fisiológica, del mismo modo que los accidentes físicos graves logran parecidos efectos. Así es que no cambian estos núcleos por órdenes recibidas desde el centro inte­lec­tual, por ejemplo, sino que cambian estos núcleos cuando cam­bia la actividad vegetativa, por lo cual es muy difícil modificar voluntariamente estos núcleos. Varían tales núcleos con los cambios de etapas fisiológicas. Hemos dicho, además, que los ‘shocks’ emotivos pueden también formar o modificar un núcleo de presión interna ya que la parte involuntaria del cen­tro emotivo, según explicáramos, da señales a todos los cen­tros modificándolos en su acción. Si el ‘shock’ emotivo es intenso puede modificar por mucho tiempo el funcionamiento del centro vegetativo. Ejemplos hay a mares. Ese ‘shock’ emotivo puede desa­tar, desde ese momento, un nuevo núcleo de presión apareciendo la compensación consecuente. También los ensueños secundarios habrán de mostrar el surgimiento de un nuevo tema permanen­te, no obstante su variabilidad, y las búsquedas o las intencio­nes vitales del sujeto se orientarán de otro modo, variando tam­bién su comportamiento en el mundo. El sujeto recibió un fuerte ‘shock’ y a partir de ese ‘shock’ cambió su vida. A par­tir de ese ‘shock’ cambiaron sus actividades y sus búsquedas vitales. Esos ‘shocks’ emotivos pueden actuar con tal fuerza que además provoquen alteraciones serias en algunos pun­tos del centro vegetativo ya que el centro emo­tivo, en su par­te involuntaria, actúa sobre el centro ve­ge­ta­tivo y lo modifica. ‘Shocks’ que llegan a esos niveles de profundidad emo­ti­va pueden provocar alteraciones serias en algunos puntos del centro vegetativo, apareciendo disfunciones y soma­tiza­cio­nes. Somatizaciones por acción emotiva, es decir, enfermedades físicas causadas por accidentes emotivos.

Resumiendo. Hemos hablado de los niveles de conciencia di­ciendo que existen puntos corporales desde los cuales se ma­­nejan estos niveles, así como hay otros puntos corporales que manejan los centros. Estos pun­tos corporales detectan se­ñales y dan señales a su vez para que el nivel de trabajo de esa estructura suba o baje.

Hemos dicho que en el nivel de vigilia las actividades intelectuales se despliegan enormemente. Que en el nivel de sueño estas actividades disminuyen considerablemente, aún cuan­do las imágenes aumenten en su poder. Y que en el ni­vel de se­misueño se encuentra esto mezclado.

Hemos diferenciado entre niveles de conciencia y estados en que se puede encontrar un determinado nivel. Hemos dicho que los ensueños que aparecen en el nivel vigílico son productos de tensiones situacionales o productos de las presiones de los otros niveles. Así es que los ensueños que aparecen en el nivel de vigilia no son indicativos de niveles, sino que re­flejan estados.

Hemos hablado también de que estos ensueños situaciona­les tienen entre sí algún tipo de relación. Una relación que no va por la imagen, sino que va por el clima. Esa relación de cli­ma que tienen los ensueños secundarios entre sí nos per­mite hablar de un núcleo de ensueño. Este núcleo de ensueño tie­ne gran fijeza y responde a tensiones profundas. El núcleo va­ría con di­ficultad a lo largo del tiempo, pero hay de­terminados ‘shocks’ emotivos profundos que lo pueden bom­bardear y también los cambios de etapa vital provocan modificaciones en él.

Es el núcleo de ensueño el que orienta las tendencias de la vida humana. Los ensueños secundarios dan respuestas compensatorias a estímulos de situación y están invadidos por el clima del núcleo de ensueño. Las pre­­siones internas que dan lugar al nacimiento del núcleo de ensueño es­tán ligadas al funcionamiento de los centros instintivos. Así que estos nú­cleos están ligados fuertemente al centro vegetativo y al centro sexual. Son ellos los que en realidad motivan el surgimiento del núcleo de ensueño.


Comportamiento. Paisaje de formación

El estudio de los centros, de los niveles de conciencia y del com­­portamiento en general, debe permitirnos articular una sín­tesis elemental del funcionamiento de la estructura psíquica humana. Debe permitirnos comprender, ele­men­tal­men­te también, estos mecanismos básicos que guían las activida­des del ser humano según sufrimiento o placer, y debe per­mi­tirnos comprender no sólo la captación real que esta es­truc­­tura humana hace de la realidad circundante, sino también la captación ilusoria que esta estructura hace de la reali­dad circundan­te y de la propia realidad. Esos son los puntos que importan pa­ra nosotros. Nuestro hilo conductor está lan­zado en di­rec­ción hacia la comprensión del sufrimiento, del placer y de los datos psicológicos que pudieran ser verda­de­ros o ilusorios.

Entremos en el tema del comportamiento.

El estudio del funcionamiento de los centros y el descu­bri­mien­to de sus ciclos y ritmos, permite entender velocidades y tipos de reacción frente al mundo en su aspecto más maquinal. Por otra parte, el examen de los ensueños y del núcleo de ensueño, nos pone en contacto con fuerzas inhibitorias o movilizadoras de ciertos comportamientos que se asumen fren­­te al mundo. Pero además del aspecto mecánico psíquico y corporal, ade­­más del aspecto mecánico del comportamiento, re­conocemos factores de tipo social, de tipo ambiental y de acu­mulación de experiencia a lo lar­go de la vida, que actúan con igual fuerza que los factores mecánicos en la formación de este comportamiento. Y esto es así porque aparte de las estimulaciones que pudieran llegar a la estructura psíquica (y a las cua­les ésta responde inmediatamente), hay otras es­ti­mu­la­ciones no ocasio­na­les que permanecen en la estructura y con­tinúan dando señal con relativa fijeza. Estamos hablando de este fenómeno de la retención de los instantes en que se producen los fenómenos. Estos fenómenos no se producen simplemente y desaparecen definitivamente. Todo fenómeno que se produce, que modifica la postura de esta estructura es, además, almacenado en ella. De mo­do que esta memoria con que cuenta esa estructura (me­mo­ria no sólo de los estímu­los sino memoria de las respuestas a los es­­tímulos, y memo­ria también de los niveles que trabajaron en el momento de los estímulos y de las respuestas), va a presionar, va a influir decisi­va­mente sobre los nuevos eventos que ocurran en el psiquismo. Así pues, no vamos a contar en cada fenómeno que se pro­duce con una si­tuación primera, sino que vamos a contar con el fenómeno y todo lo que le aconte­ció anteriormente. Cuan­do hablamos del comportamiento, nos referimos a este factor de retención temporal que es de suma importancia.

Un importante factor formador de conducta es la propia biografía, que es todo lo que ha ido sucediendo al sujeto a lo largo de su vida. Esto pesa en la estructura humana tanto co­mo el acontecimiento que en ese momento se produce. Vis­tas así las cosas, en un comportamiento determinado frente al mundo está pesando tanto el estímulo que en ese instante se recibe, como todo aquello que forma parte del proce­so anterior de esa estructura. Normalmente se tiende a pensar que este es un sistema simple de estímulo y de respuesta pero si hablamos de estímulo, también lo que ha acontecido anteriormente es un estímulo actual. La memoria no es, en este sentido, simple acumulación de hechos pasados. La me­mo­ria, en es­­te sentido, es un sistema de estímulos actuantes des­de el pa­sado. La memoria es algo que no simplemente se ha acumulado en esa estructura, sino que está vivo, está vi­gente y está actuando con pareja intensidad a la de los es­tímulos pre­sen­tes. Estos acontecimientos podrán o no ser evo­cados en un determinado nivel de conciencia pero sean o no evocados, su acción es fatal en todo instante en que la es­tructura va recibiendo estimulaciones del mundo y se va com­­portando frente al mundo. Parece importante tener en cuen­ta lo biográfico, lo histórico en la vida humana y conside­rar­lo actuante de un modo presente, no simplemente de un modo acumulativo como si se tratara de un reservorio que abre sus compuertas únicamente cuando se recuerdan los acon­tecimientos pasados. Se recuerden o no se recuerden aque­llos acontecimientos, ellos fueron los formadores del comportamiento.

Hablar de biografía es lo mismo que hablar de historia per­­­sonal. Pero esa historia personal, según la entendemos, es una his­to­ria viva y actuante. Esta historia personal nos lle­va a considerar un se­gundo aspecto y es el que aparece co­mo código frente a si­tua­ciones dadas. Es decir, los aconte­ci­mientos provenientes de un medio suscitan no una respuesta sino un sistema es­tructurado de respuesta. Y este sistema de respuesta sirve en momen­tos posteriores para efectuar com­portamientos similares.

Estos códigos de situación, es decir, conductas fijas que el ser humano adquiere (probablemente para ahorrar energía y también probablemente como protección de su integridad), son el conjunto de roles.

Los roles son hábitos fijos de comportamiento que se van formando por la confrontación con distintos medios en que le toca a una persona vi­vir: un rol para el trabajo, un rol pa­ra la familia, un rol para las amistades, etcétera. Estos ro­les no están actuando solamente cuando surge la con­frontación con un medio dado. Estos roles están actuando también en todo momento aunque no estemos confrontados con la situación dada. Se ma­­nifiestan, se ponen en evi­den­cia, cuando el estímulo de situación entra en una determi­na­da franja del comportamiento humano.

Distinguimos los roles familiares, los roles laborales, distintos roles de si­tuación que una persona puede haber fijado, puede haber grabado. Y en­tonces es claro que cuando esa persona entra a su trabajo su comportamiento se adecua, to­­ma un rol propio de su trabajo y que es diferente al rol que to­ma frente a su familia. Pero hay también en el rol que to­ma en esa situación dada, muchos componentes propios de los roles de confrontación con otras situaciones. Es como si numerosos roles de otras situaciones se fil­traran en la situación que está grabada para responder en ese medio. A ve­ces esos otros roles no se filtran sólo por acción, no se manifiestan con sus caracterís­ti­cas por acción sino por inhibición. Por ejemplo, una persona ha grabado su rol de trabajo, ha grabado su rol de familia y ha grabado otros numerosos roles. Pero su rol de familia es inhibitorio, su rol de tra­bajo no tiene ningún motivo para ma­ni­festarse inhibitoriamente, y enton­ces sucede que aparecen estas infiltraciones propias de la relación fa­mi­liar en la relación de trabajo, surgiendo fenómenos inhibitorios que no han sido grabados en el rol de trabajo. Esto es sumamente frecuente y entonces se produce una especie de traspase de da­tos inhibitorios o ac­ti­va­do­res de roles que corresponden a distintas franjas de confrontación con el mundo.

Así como hemos estado hablando de un trabajo de centros de tipo di­ná­­mico y estructural y no hemos hablado de esos centros como si fue­ran compartimentos estancos y aisla­dos; así como hemos hablado de un trabajo de niveles su­ma­­men­­te dinámico, estructural, en donde esos niveles son mu­­­tua­mente actuantes, estamos hablando en el com­por­­ta­mien­to también de una estructura (en este caso de roles), en la que su­cede algo más que soltar una ficha de computadora fren­te a un estímulo dado.

Se puede advertir una dinámica continua en la estructura hu­­mana. Buscando algunos ejemplos, vemos que la gente muy jo­ven no tiene formada todavía esa capa protectora de roles. Esa gente joven se encuentra desprotegida en la confrontación con el mundo porque no ha grabado aún determinados códigos. Puede haber grabado el código básico de relación fa­miliar y unos pocos más. A medida que avanza en edad y a me­dida en que el medio va exigiendo una cantidad de compor­ta­mientos, van am­plián­dose estas capas de roles. Esto es lo que debería suceder. En realidad eso no sucede completamen­te porque hay numerosos fenómenos que impiden esta ganancia en seguridad en el manejo del me­dio. Se producen errores de rol. Tal es el caso de un indivi­duo que se comporta en un lugar con el rol de otras situacio­nes. Por ejemplo, en su trabajo se com­porta con roles familia­res. Entonces se relaciona con su je­fe del modo en que se re­la­ciona con su hermano y esto trae apa­rejado, lógicamente, numerosos problemas y confrontacio­nes. También puede ha­ber error de rol cuando la situación es nue­va y el sujeto no acierta a adaptarse.

El estudio de la historia personal, el estudio de la biografía, y el estudio de estos códigos de comportamiento, de estos roles de comportamiento, aclaran algunos aspectos y arrojan luz sobre algunas inhibiciones en otros campos. Por ejem­plo, en el trabajo de los centros y también en la estructuración de los ensueños. De manera que estos centros y esos niveles de trabajo también son modificados en su acción por estas codificaciones que se van haciendo, por esta historia personal, por esta biografía.

Podemos afinar un poco más nuestro estudio sobre el com­por­tamiento haciendo ingresar unos conceptos que resultarán sencillos y operativos. Así pues, llamamos “paisaje de for­mación” al conjunto de grabaciones que configuran el substrato biográfico sobre el que van sedimentando há­bitos y rasgos bá­sicos de personalidad. La formación de ese paisaje co­mien­za en el nacimiento. Las grabaciones estruc­tu­ra­das básicas com­prometen no sólo a un sistema de recuerdos sino a tonos afectivos, a una forma característica de pensar, a una manera típica de actuar y, en definitiva, a un modo de experimentar el mundo y de actuar en él.

La estructuración que progresivamente vamos haciendo del mundo que nos rodea está fuertemente influida por esa ba­se de re­cuerdos que com­prendió objetos tangibles, pero tam­bién in­tan­­gibles como valores, mo­tivaciones sociales y re­la­ciones ­in­ter­­personales. Podemos considerar a nuestra in­fan­cia como la etapa vital en la que el paisaje de formación se articuló plenamente. Recordamos a la familia funcionan­do de distinta manera que en el día de hoy; también se ha mo­dificado nuestra concepción de la amistad, del com­pa­ñe­ris­­mo y, en general, de las relaciones interpersonales. Los es­tamentos sociales tenían, en aquella época, una definición diferente y también ha variado lo que se debía hacer y lo que no (la normativa epocal), los ideales personales y gru­pa­les. En otras palabras: los objetos intangibles que constituyeron nuestro paisaje de formación, se han modificado. Sin embargo, el paisaje de formación se sigue ex­presando en nuestra conducta como un modo de ser y de movernos en­tre las personas y las cosas. Ese paisaje también es un to­no afectivo ge­neral y una “sensibilidad” de época no con­cor­dante con la actual.

Debemos considerar a la “mirada” propia y la de los otros, co­mo de­ter­minantes importantes de nuestro paisaje de for­ma­­ción. Son numerosos los factores que han actuado en no­sotros para ir produciendo un comportamiento personal a lo largo del tiempo, una codificación sobre la base de la cual damos respuestas y nos ajustamos al medio. La propia mi­rada sobre el mundo y las miradas ajenas sobre uno mismo, actuaban pues como reajustes de conducta y gracias a to­do esto se fue formando un com­portamiento. Hoy contamos con un enorme sistema de códigos acuñado en aquella eta­pa de for­mación y lo experimentamos como un “trasfondo” biográfico al cual responde nuestra conducta aplicándo­se a un mundo que, sin embargo, ha cambiado.

Numerosas conductas forman parte de nuestro comporta­mien­­to típico actual. A esas conductas podemos entenderlas como “tácticas” que utilizamos para desenvolvernos en el mun­do. Muchas de esas tácticas han resultado adecuadas hasta ahora, pero hay otras que reconocemos como ino­pe­ran­­tes y hasta como generadoras de conflicto. Y todo esto tie­ne no poca importancia al juzgar a nuestra propia vida en torno al te­ma de la adaptación creciente. A estas alturas se está en con­diciones de comprender las raíces de numerosas com­pulsiones asociadas a conductas iniciadas en el paisaje de formación. Pero la modificación de conductas ligadas a va­lores y a una determinada sensibilidad, difícilmente pueda realizarse sin tocar la estructura de relación global con el mun­do en que se vive actualmente.


El sistema de detección, registro y operación

Sentidos, imaginación, memoria, conciencia

Espacio de representación

Impulsos: traducción y transformación

Operativa



Psicología III

Catarsis, transferencias y autotransferencias

La acción en el mundo como forma transferencial

Esquema del trabajo integrado del psiquismo

La conciencia y el yo

Reversibilidad y fenómenos alterados de conciencia

El sistema de representación en los estados alterados de conciencia



Psicología IV

Impulsos y desdoblamiento de impulsos

La conciencia, la atención y el "yo"

Espacialidad y temporalidad de los fenómenos de conciencia

Estructuras de conciencia


Apéndice

Descargar el libro Apuntes de Psicología

Se puede descargar el original desde http://www.silo.net


Notas a "Psicología de la Imagen"

  1. Esta frase es la que justifica que se haya agregado, al final de este resumen, el «Apéndice» sobre las bases fisiológicas del psiquismo. El autor expresó textualmente: “A efectos de lograr una visón integrada del trabajo del psiquismo humano, presentaremos sus distintas funciones en una metáfora de ‘aparatos’ que se podrían llegar a localizar fisiológicamente”
  2. Una aplicación de estos estudios sobre aparatos del psiquismo, conciencia, impulsos y comportamiento, se encontrará en L. Ammann., Autoliberación, Buenos Aires, Ed. Planeta, 1991.
  3. Una exposición sobre el tema de los impulsos se encontrará en J. Caballero, Morfología (símbolos, signos y alegorías), Madrid, Ed. Antares, 1997.
  4. Se refiere a las explicaciones dadas en Corfú en el año 1975 y que han sido publicadas como Psicología I.
  5. Ver el Apéndice sobre las bases fisiológicas del psiquismo en Psicología I.