Diferencia entre revisiones de «El Día del León Alado»

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Libro de Silo incluido en el [[Obras Completas Volumén I|volumén I de las Obras Completas]] terminado de escribir en 1991
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= Explicación =
[[Archivo:Silo-el-dia-del-leon-alado-planeta.jpg|170px|right|El Día del León Alado, Planeta 1991.]]Libro de Silo incluido en [[Obras Completas Volumen I]] terminado de escribir en 1991
''Desde la introducción de [[Obras Completas Volumén I]]'':
 
 
 
= Descripción =
 
''Desde la introducción de [[Obras Completas Volumen I]]'':


El Día del León Alado, es una serie de cuentos muy cortos, por unos relatos más extensos de trama compleja y por algunas fantasías próximas a la ciencia- ficción. Precisamente de la última de ellas, El Día del León Alado, el libro toma su título. El autor, transitando una vez más por los caminos del experimento literario, nos entrega ahora unos pocos cuentos entre los que destaca por su originalidad.
El Día del León Alado, es una serie de cuentos muy cortos, por unos relatos más extensos de trama compleja y por algunas fantasías próximas a la ciencia- ficción. Precisamente de la última de ellas, El Día del León Alado, el libro toma su título. El autor, transitando una vez más por los caminos del experimento literario, nos entrega ahora unos pocos cuentos entre los que destaca por su originalidad.
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Las otras ficciones que componen este volumen tocan desde la conmovedora situación de un líder africano sin salida, hasta la risueña actividad de un superhombre que, utilizando su habilidad gimnástica, termina por vencer a la ley de gravedad.
Las otras ficciones que componen este volumen tocan desde la conmovedora situación de un líder africano sin salida, hasta la risueña actividad de un superhombre que, utilizando su habilidad gimnástica, termina por vencer a la ley de gravedad.


=Video=
[[Archivo:Silo leyendo a kaunda.jpg|250px|center|thumb|''(Puede verse un cortometraje en el que Silo lee este relato en el [https://www.youtube.com/watch?v=4nEErOnNNKU siguiente enlace].)'']]
= Ediciones =


= Edicciones =
Publicado en Argentina por Editorial Planeta, 1991; en España por Editorial Antares, 1991.  
Publicado en Argentina por Editorial Planeta, 1991; en España por Editorial Antares, 1991.  
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Silo-el-dia-del-leon-alado-planeta.jpg|Ed. Planeta 1991 ISBN-10: 9507421432 ISBN-13: 978-9507421433
El-dia-del-leon-alado.jpg|Ed. León Alado 2013 ISBN: 978-84-941286-4-6
El-dia-del-leon-alado-m.jpg|Ed. Antares 1991  ISBN 978-84-88028-03-7 EAN 9788488028037
Leon Alado Bolsillo.jpg|Ed.León Alado 2016 ISBN: 978-84-16747-27-6
Leon Alado PyV portada.jpg|Ed. Plaza y Valdés 1992 ISBN: 968-856-292-0 EAN: 9688562920
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Tiene tres edicciones en italiano con [[Multimage]] (incluiendo la de las Obras Completas). Una en inglés en las Obras Completas de [[Latitude Press]].
Tiene tres ediciones en italiano con [[Multimage]] (incluyendo la de las Obras Completas). Una en inglés de las Obras Completas de [[Latitude Press]] y una en catalán .


[[Archivo:Ilgiornodelleonealato.jpg|150px|border|Versión italiana.]][[Archivo:Le_Jour_du_Lion.jpg|150px|border|Versión francesa.]][[Archivo:Portada_Lleo_Alat_Sombra.jpg|158px|border|Versión en catalán (2013).]]


= Traducciones =
= Traducciones =
Ha sido traducido en Catalán, francés, inglés, italiano y portugués.


Ha sido traducido en [http://www.silo.net/system/documents/124/original/El_Dia_del_Le%C2%A2n_Alado_ca.rtf catalán], [http://www.silo.net/system/documents/71/original/LeonAlado_fr.rtf francés], [http://www.silo.net/system/documents/70/original/LeonAlado_en.rtf inglés], [http://www.silo.net/system/documents/72/original/LeonAlado_it.rtf italiano] y [http://www.silo.net/system/documents/122/original/O_Dia_do_Le%E2%88%86o_Alado.doc portugués].


= Texto completo =
<!--= Texto completo =


La obra se divide en tres grandes bloques: cuentos cortos, relatos y ficciones. Cada uno de ellos ...
La obra se divide en tres grandes bloques: cuentos cortos, relatos y ficciones.  




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==== KAUNDA ====
==== KAUNDA ====
[[Archivo:Silo leyendo a kaunda.jpg|right|thumb|''(Puede verse un cortometraje en el que Silo lee este relato en el [https://www.youtube.com/watch?v=4nEErOnNNKU siguiente enlace].)'']]


El embajador de Zambia insistió durante una semana. Sus instrucciones eran estrictas, él no podría abandonar Florencia sin llevarme a Lusaka.
El embajador de Zambia insistió durante una semana. Sus instrucciones eran estrictas, él no podría abandonar Florencia sin llevarme a Lusaka.
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No he vuelto a ver a Kaunda, pero sé muy bien que en algunas noches diáfanas de su cielo africano sigue haciendo las preguntas que yo no supe responder:
No he vuelto a ver a Kaunda, pero sé muy bien que en algunas noches diáfanas de su cielo africano sigue haciendo las preguntas que yo no supe responder:
“¿Cuál es nuestro Destino después de todas las fatigas y de todos los errores? ¿Por qué al luchar contra la injusticia nos volvemos injustos? ¿Por qué hay pobreza y desigualdad si todos nacemos y morimos entre rugido y rugido? ¿Somos una rama que se quiebra, somos el lamento del viento, somos el río que baja hacia el mar?... ¿O somos, tal vez, el sueño de la rama, del viento y del río que baja hacia el mar?”
“¿Cuál es nuestro Destino después de todas las fatigas y de todos los errores? ¿Por qué al luchar contra la injusticia nos volvemos injustos? ¿Por qué hay pobreza y desigualdad si todos nacemos y morimos entre rugido y rugido? ¿Somos una rama que se quiebra, somos el lamento del viento, somos el río que baja hacia el mar?... ¿O somos, tal vez, el sueño de la rama, del viento y del río que baja hacia el mar?”


==== PANFLETO A PASO DE TANGO ====
==== PANFLETO A PASO DE TANGO ====
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A los pocos días consulté un índice de nombres en las obras completas del escritor y en ninguna parte apareció “Reynolds”. Comprendí que Margaret se había confundido, pero ya tenía entre mis manos varias biografías que, aunque repitiendo tópicos de su angustiosa vida, diferían considerablemente en las circunstancias de su muerte. Este hecho me llamó poderosamente la atención. Al final, me quedé con cuatro casos divergentes.
A los pocos días consulté un índice de nombres en las obras completas del escritor y en ninguna parte apareció “Reynolds”. Comprendí que Margaret se había confundido, pero ya tenía entre mis manos varias biografías que, aunque repitiendo tópicos de su angustiosa vida, diferían considerablemente en las circunstancias de su muerte. Este hecho me llamó poderosamente la atención. Al final, me quedé con cuatro casos divergentes.


I. “A la muerte de su esposa, comienza a sufrir los ataques de delirium tremens, que le provocaban sus frecuentes estados de embriaguez. Un día, en octubre de 1849, se lo encuentra moribundo sobre las vías del tren.”


II. “Pero el día en que la unidad quedó rota por la muerte de la esposa vencida por la tuberculosis, el poeta no tuvo ya fuerza alguna para poder vivir. Arrastrando su duelo y agotadas en realidad sus fuentes creadoras, apenas pudo sobrevivirla en unos dos años. Cuando se encontraba en Baltimore, haciendo una gira de conferencias, se le encontró entre las luces de una madrugada de octubre agonizando en medio de la calle.”
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|+ '''I.'''
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| “A la muerte de su esposa, comienza a sufrir los ataques de delirium tremens, que le provocaban sus frecuentes estados de embriaguez. Un día, en octubre de 1849, se lo encuentra moribundo sobre las vías del tren.”
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|+ '''II.'''
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| “Pero el día en que la unidad quedó rota por la muerte de la esposa vencida por la tuberculosis, el poeta no tuvo ya fuerza alguna para poder vivir. Arrastrando su duelo y agotadas en realidad sus fuentes creadoras, apenas pudo sobrevivirla en unos dos años. Cuando se encontraba en Baltimore, haciendo una gira de conferencias, se le encontró entre las luces de una madrugada de octubre agonizando en medio de la calle.”
|}
 
 
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|+ '''III.'''
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| “Se hallaba en Baltimore por casualidad; se había detenido allí en un viaje desde Richmond a Fordham (Nueva York), preparatorio de su próxima boda con Sarah Elmira Royster, su gran amor juvenil, a la que iba a unirse después de perder a su primera esposa, Virginia Clemm.”
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|+ '''IV.'''
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| “En septiembre de 1849 llegó a Baltimore camino de Filadelfia. Un retraso en el tren que habría de llevarle a esta última ciudad sería fatal. El 29 de septiembre visita a un amigo en un deplorable estado de ebriedad. Cinco días más tarde, cinco días de absoluto misterio y vacío en su biografía, otro conocido es informado de que alguien “que puede ser el señor Poe” yace borracho e inconsciente en una taberna de los bajos fondos de Baltimore. Era época de elecciones y se acostumbraba a que los peticionarios de votos emborracharan gratuitamente a los electores. Estas copas electorales pudieron ser la última elección de Poe. Trasladado a un hospital, su extinción era inevitable.”
|}
 
 
Y así fui sumando pistas, sospechas y bibliografía hasta que pude componer un cuadro de la muerte de Poe que bien podría haber sido escrito por él mismo. La verdad es esta. El 29 de septiembre de 1849 llega a Baltimore. No es seguro que ese día haya visitado a un amigo, ni que una pandilla política hubiera precipitado su crisis. Se suceden varios días en blanco hasta que el 3 de octubre es hallado sin conocimiento en una taberna de Lombard Street. De allí lo trasladan al “Washington Hospital” y, delirando hasta el fin, llama en reiteradas ocasiones a un desconocido “Reynolds”. Muere a las 3 de la madrugada del día 7 a los 40 años de edad. Tal vez para reparar una desconocida culpa, la ciudad de Baltimore le erige un monumento el 17 de noviembre de 1875.
 
Pude tener como cierto, entre tanta opinión diversa, que Poe exigió repetidamente y a los gritos la presencia de “Reynolds”. Ese nombre, que confirmaba al oscuro recuerdo de Margaret, me llevó en dirección a un hecho más extraordinario que las circunstancias de la muerte del escritor. Mi razonamiento fue elemental. Supongamos –me dije– que el angustioso reclamo del tal Reynolds haya tenido algún sentido, ¿quién fue tal personaje? El único “Reynolds” significativo que pude encontrar relacionado con la vida u obra de Poe fue el expedicionario al Polo, en cuyos relatos se basó para componer parte de su única novela: La narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket. A partir de allí no pude avanzar. Entonces me ubiqué en el tipo de pensamiento que Poe había querido transmitir a través de su extraño trabajo Eureka en el que discutiendo el método deductivo aristotélico y el inductivo de Bacon, abría las compuertas a lo que él llamaba “intuición” adelantándose tal vez en esto al mismo Bergson. En realidad yo sabía que tal método no podía sostenerse, pero sí representaba una forma de pensar y de sentir; sin duda, la forma creativa habitual de Poe. Siguiendo ese hilo, ubicándome en una situación delirante pero que imitaba los carriles de sus hábitos mentales, me puse frente a la escena de la invocación de Reynolds y pasé a sumergirme en el estudio de La narración de Gordon Pym.
 
En la novela, el cuadro más impresionante era la catástrofe del bergantín Grampus. Quedando solamente cuatro sobrevivientes a la deriva y a punto de perecer por falta de agua potable y alimentos, se decide echar suertes. “Peters me abrió el puño y entonces miré. El rostro de Richard Parker me hizo comprender que yo me había salvado y que la muerte lo había elegido a él. Caí desmayado en el puente. Me recobré a tiempo para contemplar la consumación de aquella tragedia y la muerte de quien fuera su principal instigador. No ofreció la menor resistencia. Peters lo apuñaló por la espalda y cayó muerto instantáneamente. No quiero ser prolijo en la espantosa comida que siguió. Cosas así pueden ser imaginadas, pero las palabras carecen de fuerza para que la mente acepte el horror de su realidad. Baste decir que tras aplacar en alguna medida la espantosa sed que nos consumía, bebiendo la sangre del desgraciado, y de tirar al mar, por común acuerdo, las manos, pies, cabeza y entrañas, devoramos el resto del cadáver a razón de una parte diaria durante los cuatro imborrables días que siguieron, es decir, hasta el 20 del mes.”1   Richard Parker, ha escogido la astilla más corta de las cuatro que estaban en juego; de inmediato es sacrificado y sus tres compañeros se alimentan de su cuerpo durante unos días. Más adelante son rescatados por la goleta Jane Guy. Esto ocurre en julio de 1827.
 
Sin saber en qué dirección continuar (porque tampoco sabía qué buscaba), procedí del mismo modo que con el asunto de Reynolds, buscando antecedentes. La narración de Gordon Pym fue publicada en Nueva York en 1838. Así es que me dispuse a buscar la fuente inspiradora de esa escena, pensando luego en pasar a otras del mismo libro, buscando antecedentes, y así hasta terminar con toda la Narración. Pero no fue necesario ir muy lejos. Solamente encontré dos casos de antropofagia en razón de un naufragio. El primero de ellos había ocurrido en 1685 en St. Christopher, Antillas. Cierto grupo de náufragos echó suertes y como resultado de la juerga se comieron a un compañero. Al ser rescatados se los juzgó y se los ahorcó. De este modo bien podía ser que Poe hubiera usado esa bibliografía para inspirar su cuadro, pero las pinceladas eran demasiado gruesas. Seguí adelante con el segundo caso y cuál no sería mi sorpresa al descubrir que no se trataba de una fuente inspiradora sino de un hecho real plagiado descaradamente.
 
El yate Mignonette naufraga. Los cuatro sobrevivientes se mueren de sed y hambre. Deliberan, piensan en echar suertes, pero deciden que eso no es necesario ya que uno de ellos no tiene familia a la que mantener. Lo matan y durante unos días se alimentan de Richard Parker hasta que son rescatados por el barco Moctezuma. Por supuesto la situación ocurre en el mes de julio. Llevados ante un tribunal se los juzga pero se les perdona la vida dadas las circunstancias.
 
Era clara la fuente incluso en ciertos detalles como éste. En la novela uno de los sobrevivientes no está de acuerdo con que se realice el asesinato y ese es precisamente Gordon Pym. En el caso real hay un marinero llamado Brooks que tampoco está de acuerdo y aunque termina participando del festín no es llevado a juicio. En fin, las simetrías (no sólo en número y actitudes de los actores, rescate posterior, mes en que ocurren los hechos y hasta el repetido nombre y apellido de la víctima, Richard Parker), mostraban algo más que una coincidencia. Pero aún así, sabiendo indudablemente de donde había sacado Poe esa historia volví a quedar a oscuras respecto a la importancia que él parecía dar a Reynolds a la hora de su muerte. Mi descubrimiento era interesante y yo lo había logrado siguiendo una intuición de acuerdo a esa tendencia mental que me había parecido ver en Poe, pero no podía saber el motivo de su alteración final. ¿Qué señalaba entonces con tal angustia? Al parecer la clave estaba en la novela, pero yo seguía sin entender el punto...
 
Decidido a llegar al fondo del asunto busqué el libro en el que se citaba el caso de la Mignonette. No lo encontré en librerías pero estaba en la biblioteca del Museo Británico. Busqué la fecha en que había ocurrido el incidente y al verla en letras de molde no pude sino experimentar ese frío que recorre la espina dorsal de los personajes de Poe: julio de ¡1884! Eso había ocurrido 35 años después de la muerte del poeta; 44 años después de la primera publicación de La Narración de Gordon Pym y 57 años después de la fecha de ambientación de la novela. No era razonable. Fui a los periódicos de la época. Allí estaba todo respecto al juicio. Tenía las fotocopias del Flyng Post de Devon (3 y 6 de noviembre de 1884) y del Exeter and Plymouth Gazette (7 de noviembre de 1884). Fui más lejos y se me permitió copiar las actas del juicio en las que aparecen muchas precisiones. El yate Mignonette es de 19 toneladas. Naufraga a 1600 millas de Ciudad del Cabo. Sólo se salvan Thomas Dudley, capitán; el primer oficial Sthephens de 31 años y el marinero Brooks de 38. Con ellos hay un muchacho, Richard Parker de 17. Este último toma agua de mar y se enferma gravemente. A las tres semanas deciden que uno debe morir, entonces Dudley traspasa a Parker con un cuchillo. En el juicio el jurado no logra pronunciarse y el caso se eleva a la Corte Real de Londres. Son liberados tras pagar multas de 50 y 100 libras.
 
No, era imposible una falsificación en cadena que involucrara periódicos y cortes de justicia para que los hechos se acomodaran a una novela. Así es que busqué al revés. Fui al material de la revista mensual que dirigía Poe y editaba Thomas W. White: el Southern Literary Messenger de Richmond (enero y febrero de 1837). Luego pasé a la edición de N. York de 1838 y a las siguientes, que fueron numerosas mucho antes del caso de 1884, y en las que no se habían alterado nombres ni circunstancias.
 
Reconsideré la situación. Antes de la muerte de Poe sus huellas se borraron por varios días, y luego reapareció en nuestra dimensión delirando. Llamaba a Reynolds para que tratara de hacer variar los hechos que él había visto anticipadamente. Esto era doblemente imposible porque Reynolds ya había muerto antes que él y porque los protagonistas de la catástrofe todavía no habían llegado al mundo. Sin duda era un delirio... ¿O es que necesitaba dejar constancia de todo lo sucedido? Si este fuera el caso, el poeta eligió a la buena de Margaret para que me comunicara ese mensaje. Lanzó su botella a las olas del tiempo hace más de 140 años y lo hizo el día de su muerte en Baltimore, el 3 de octubre de 1849.
 
 
== Ficciones ==
 
==== SOFTWARE Y HARDWARE ====
 
: ''Oh, Newton, Newton, ¿qué hubieras soñado'' <br/>
: ''si te hubieras comido la manzana?'' <br/>
 
 
Querido Michel: <br/>
En pocos minutos abandono la villa olímpica de Oslo. Quiero que me recuerdes como un buen amigo aún cuando te haya chocado, según confesaste una vez, esa “monstruosidad” que siempre observaste en mi conducta. Pongo en tus manos estos recuerdos en fragmentos porque en ellos podrás encontrar algunas explicaciones de las muchas que te debo. Además, lo hago como reconocimiento por el tiempo que tuviste que aguantar a este discípulo incomprensible y anormal.
 
¡Hoy brindo por ti que acabas de producir al gimnasta más grande de todos los tiempos! En el futuro, cuando compruebes que tus muchachos no logran superar mis marcas, procura no mortificarlos; ni ellos ni otros muchachos en el mundo podrán hacerlo ya que las probabilidades están en contra de ese intento. ¡Au revoir!
 
 
'''El absurdo de la gravitación universal'''
 
Estaba, como siempre, la ley de Gravedad. Yo sabía que alguna vez, aunque fuera una sola, esa formulita de caída de los cuerpos en el primer segundo, G = 9m 7800, no resultaría. Entre las leyes de caída, me interesaban las referentes al espacio y a la velocidad. La primera decía que “los espacios recorridos son proporcionales a los cuadrados de los tiempos que se tarda en recorrerlos”. Y la segunda: “La velocidad adquirida es proporcional al tiempo transcurrido en el descenso”. Por eso, desde el escolar que trabajaba con los planos inclinados y las máquinas de Atwood hasta el físico nuclear de hoy, he pasado un tiempo pesquisando esa absurdidad científica. Estaban los globos aerostáticos, los aviones y los cohetes que salían de la Tierra; estaba la rejilla voladora de Minkovsky que se elevaba por impulso iónico; estaban los superconductores y los campos electromagnéticos opuestos, como promesa del anti-gravitacional. Pero yo seguía en la máquina voladora de Leonardo y en el primer aparato de los Wright, una línea que arrancando en los sueños nocturnos terminaba en los libros de cuentos. Así, me resultó sencillo interpretar al Principito de Saint Exupery y al Juan Salvador Gaviota de Bach como las producciones de dos individuos que tenían el mismo oficio de aviadores en su vida extra literaria y que estaban obsesionados por liberarse de G = 9m 7800.
 
También cayeron en mis manos las Propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino. El autor proponía la “levedad” como recomendación para los escritores del futuro. Citaba a Cyrano y a Swift; el uno volando a la luna, el otro sosteniendo la isla de Laputa mediante un imán. Mencionaba a Kundera y creía ver en La insoportable levedad del ser la ineluctable pesadez del vivir. Finalmente decía: “...es cierto que el software no podría ejercitar los poderes de su levedad sin la pesadez del hardware, pero el software es el que manda, el que actúa sobre el mundo exterior y sobre las máquinas”. Sin embargo, esta verdad llevada a sus últimas consecuencias lo hubiera movido a catalogar como “desnaturalizado” el trabajo sobre el cuerpo humano considerado como simple hardware de un software inteligente. Calvino, como todo intelectual, no podía saber en la práctica qué es el propio cuerpo y no hubiera comprendido que gracias al trabajo sobre él, hubiera logrado la liviandad que buscaba.
 
 
'''La máquina empieza a trabajar'''
 
Desde pequeño me llevaban a exhibiciones y torneos, pero no tenía edad para ser admitido en gimnasia deportiva. Así es que pasaba horas haciendo las ridículas series suecas, danesas y de calistenia, dirigido por profesores que se correspondían con tal actividad. El que no era viejo, calvo y gordo, como mínimo se presentaba en camiseta, con indecentes zapatillonas y amplios pantalones cortados hasta las rodillas. Seguramente de ahí partía mi aversión a esa ropa deportiva relacionada con ciertos estilos culturales: pantalonazos de golf y de montar, shorts de futbolistas y de rugbiers culones que, finalmente, desbordaban a la moda en la monstruosa bermuda o en su prima la falda-pantalón. Qué sorpresa me llevaría años después al encontrarme con los campeones de Dinamarca que criticaban a la gimnasia danesa; con la primera línea del equipo yanqui que se mofaba de las bermudas y con las gimnastas alemanas que aborrecían la falda-pantalón. “Sensibilidad común”, me diría, y quedaría reconciliado con el Universo.
Un día permanecí escondido en los vestuarios al terminar la clase de lo que llamaban “educación corporal”. Luego, deslizándome por unos pasillos casi de hospital, llegué a una escalera. Subí y terminé ubicado en un balcón que se usaba para observar las exhibiciones. Era una amplia gradería que estaba totalmente a oscuras. Me ubiqué en un rincón muy protegido y desde allí miré al gimnasio principal que me estaba vedado. ¡Fue la visión del Paraíso! Paredes forradas con enormes espejos, sogas, trapecios, barras, paralelas, caballos con arzones, anillas, trampolines... allí estaba todo. Colchonetas hasta donde la vista se perdía, camas elásticas que permitían volar en cada salto, fosos acolchados para recibir el escape de una pirueta peligrosa. Pero lo más importante, allí estaba el equipo de primera categoría haciendo ronda al entrenador que gritaba como un loco: “El puntaje es fuerza, velocidad, equilibrio, ritmo, resistencia, reacción y elegancia... quien no tenga trabajado algo de eso pierde décimas, o sea, ¡pierde! Y tú, ¡bolsa de papas!, en gimnasia no se suma como en los insignificantes deportes en los que se acumulan goles, puntos o tantos, sino que se resta, se descuenta por error cometido.”
Pasaron meses, pero el mismo día de mi cumpleaños, mostrando el carnet al Cancerbero de la entrada, vi como se abría la puerta de vaivén y entré triunfalmente. El olor a cera, magnesio, resina y colchonetas llenó mis pulmones como el aire del amanecer. Pero bastó pisar las maderas lustradas para que una mano me levantara en el aire tomándome desde el pantalón. “¡Te faltan los elásticos!” chilló, y quedé depositado fuera del gimnasio. ¡Ya les haría pagar más adelante ese regalo de cumpleaños! Al día siguiente arremetí de nuevo y ya nadie se fijó en mí. Fue entonces cuando empecé a trabajar realmente bajo la dirección de un profesor que me ubicó en la categoría “infantil cero”. Bajo su dirección un grupo de veinte aprendices iba a pugnar para no ser desplazado por inepto. A los seis meses, quedábamos cinco del plantel inicial y pasamos a manos de otro preparador, mientras el primero recibía una nueva camada. Los cinco nos encontramos haciendo semicírculo frente al torturador que empezó por mirarnos uno a uno de abajo hacia arriba. “¡Te faltan los elásticos!”, me gritó. Entonces los bajé, cosidos como estaban por dentro del pantalón, y los pasé bajo las zapatillas.
 
: –Ahora dime tu nombre, nada de apellidos; aquí solo hay nombres, edad y trabajos anteriores. <br/>
: –René, siete años y medio, dos años de esa “cosa”.
 
El profesor abrió los ojos como platos. Y cuando repetí que la educación física anterior era una “cosa” a la que me resistía llamar “gimnasia”, recibió un flechazo in cuore. De inmediato pasé a ser el preferido comenzando a trabajar el doble que los miembros del grupo, sirviendo a cada rato como ejemplo de pésimo practicante. Ese desafío me ayudó más que cualquier entrenamiento. Desde el comienzo me encantó esa forma dura y sin hipocresías acarameladas; después de todo, ellos querían obtener campeones y yo quería que mi cuerpo fuera el juguete más cercano.
 
 
'''El retardado y la mosca'''
 
Desde mi nacimiento hasta los cuatro años fui un niño retardado. Mis reflejos no respondían bien y repetía cualquier operación sin poderla manejar hasta que la entendía. Quiero decir que si debía recoger un cubo, no importaba cuantas veces se me ejercitara en el mismo trabajo porque siempre resultaba igual, o sea, mal. Todo lo volvía a realizar cada vez como si fuera la primera y, por ello, tampoco aprendí a articular palabra. Recuerdo cómo mis padres me invitaban a decir “mamá” y “papá”, pero yo sólo veía sus enormes bocazas, oía sus sonidos y sentía sus extraños deseos. Un día se posó una mosca en mi cara, luego voló y sentí una diferencia entre la sensación que me quedaba y la que el insecto se llevó, allá por el aire. Cuando interpreté su vuelo decidí que mi mano lo alcanzara y esto fue hecho a tal velocidad que la enfermera cuidadora salió gritando a dar la buena nueva. Pero cuando empecé a caminar a los tres años ya seguí aprendiendo cada vez con más perfección de manera que en poco tiempo podía hacer equilibrio en los lugares más insólitos. Creo que algo similar ocurrió cuando entendí la articulación del lenguaje. Unicamente cuando estuve listo y ante el clima de opresión que sentí a mi alrededor, puse en marcha la máquina del habla, cada día con mayor velocidad y destreza. Como en aquellos tiempos corría la teoría de la “maduración” de los centros nerviosos, se llegó a la conclusión que yo era normal pero que había “madurado” más lentamente de lo esperado. Así fue cómo, para evitar recaídas en la idiocia, me llevaron a dicción, representación teatral, música y calistenia. Si la intención de esa buena gente era que yo respondiera a los códigos educativos, hasta los cuatro años fue imposible porque era retardado, y a partir de los cinco ya había tomado en mis manos las funciones más importantes.
 
Cuando entré en la escuela, volví a la temida imbecilidad porque no podía resolver como 2 era igual a 1 + 1. En verdad, ahora mismo sigo sin entenderlo, porque decir que son iguales dos representaciones diferentes es un misterio extraordinario. Luego, cuando arreglaron las cosas explicando que no eran iguales sino “equivalentes” y entendí cuál era el sistema de convenciones que utilizaban, la situación mejoró. Pero quedaba en pié un problema: no podían pedirme que estuviera atento a una explicación sobre los héroes nacionales si los maestros eran libros vivos y abiertos. En sus tonos de voz, en sus gestos y movimientos corporales, en sus desequilibrios emotivos, yo repasaba la historia desde el molusco a Napoleón. Este problema lo solucioné tiempo después cuando empecé a ejercitarme escribiendo con cada mano cosas diferentes. Con la izquierda resumía las explicaciones, con la derecha mis observaciones sobre cada músculo y respiración del profesor de turno. Hasta que, finalmente, ya lo podía hacer a diario sin escribir. Con el tiempo, pude atender simultáneamente a los temas y situaciones de cada persona que se presentaba en un conjunto.
 
 
'''Adrenalina y tragedia griega'''
 
En la escuela arremetía en todos los juegos llevándolos hasta el límite, rodeado de torpes compañeros que se fatigaban al primer esfuerzo. También, hasta los siete años me interesé en todo tipo de deportes. Pero cuando ingresé en la categoría infantil cero, comencé a descartar el músculo blando y de reacción lenta del nadador; el músculo en paquete del boxeador y del pesista; el músculo fibroso del atleta. Sólo me quedó algún respeto por la altura lograda en la pértiga y por el salto ornamental. Sin embargo, en el primer caso se ascendía apoyado en una vara y en el segundo se hacían las piruetas cayendo como un plomo. Estaba claro que todos los deportes producían una formación muscular irregular, o daban velocidad a una parte del cuerpo y lentitud a otra. Solamente la gimnasia lograba lo que yo buscaba. Pero en esa actividad no se trataba simplemente de régimen alimenticio, de horas de entrenamiento diario o de sueño equilibrado, sino de la precisión de un programa que manejaba al cuerpo. Y esta idea la hacía extensiva a otras actividades con la prudencia del caso. Si hubiera dicho a mis mentores de representación teatral, o de música, que mi interés último era convertir a mi cuerpo en un instrumento altamente perfeccionado de un programa, hubieran pensado que era otra de mis humoradas. Ellos no podrían comprender que también mis bromas apuntaban al mismo objetivo. Por eso cuando perfeccionaba el rol que volcaba en la escena o cuando saltaba en los pentagramas componiendo música, afinaba en realidad cada músculo y hacía consciente cada víscera. Una vez, en la Medea de Eurípides me planté en el escenario y, al final, representando a Jasón dije: “¡Escucha, Zeus, las palabras de esta pantera siniestra! ¡Te pongo por testigo de cómo me prohibe tocar siquiera esos queridos cadáveres!”. ¿Por qué el público aplaudió mi arte con tal vehemencia? Lo diré de una vez: porque supe volcar la glucosa, la insulina, la adrenalina y las hormonas, a la expresión dramática.
De la música extraje la comprensión del ritmo interno de los movimientos. Al principio fue un metrónomo con el que regulaba las tijeras, contratijeras y pasodobles en el caballete. Luego empecé a canturrear algunas melodías mientras lanzaba los justes en anillas. Posteriormente utilicé fragmentos de Orff en las series obligatorias de concurso. Al final, programaba las series libres sintiendo a mi cuerpo ejecutar órdenes dodecafónicas, en donde cada músculo era un instrumento diferente armonizado en sinfonía.
 
Y me pareció que algo similar buscaban los soviéticos. Siguiéndolos durante días en la cámara lenta del vídeo, reconocí al maquinismo de Prokofiev tras sus movimientos. Ellos aún estaban en la etapa física de utilizar a la música como apoyo objetivo y no penetraban en la función mental que transfería la imagen musical a la acción corporal. En palabras sencillas diría que ellos trabajaban con la percepción mientras yo, día a día, externalizaba la representación. No obstante, aquél equipo fue el adelantado de su época al introducir en la concepción tradicional los movimientos de danza. Su técnica chocó en los concursos con los jueces occidentales pero, con el correr del tiempo, esa escuela fue imponiéndose hasta barrer en los torneos. Por su influencia, y con la llegada de la gimnasia artística femenina, las rumanas terminaron de producir aquel despegue que asombró al mundo.
 
A los trece años era campeón juvenil en todas las disciplinas y ya estaba entrenando la independencia de las sensaciones visuales. Vendado, pasaba de aparato en aparato mientras medía las distancias con mis sensores internos; entre tanto, la música hacía lo suyo. En esa época aprendí que la carrera para tomar velocidad en el salto al caballete y en cuerpo libre no debía hacerse en puntas de pié como se enseña en gimnasia, sino desde la planta hacia adelante describiendo un círculo imaginario con las piernas, y achicando su diámetro en función de la distancia al punto del salto. Y los saltos mismos debían seguir una secuencia talón-planta-punta produciendo esos desplazamientos largos y suspendidos que se había observado antes en bailarines como Nijinsky y que la crítica de ballet consideró en su época como “vuelos imposibles”. Esos no eran vuelos aún, sino movimientos simples en los que se comprometían desde los abductores, rectos y vastos del muslo, hasta los ligamentos anulares del tarso.
 
Otro punto importante que perfeccioné fue el referido a la calidad de resistencia, mejorando la capacidad de proveer oxígeno, de eliminar anhídrido carbónico y ácido láctico, y de aumentar el rendimiento de varios órganos exigidos como pulmones, corazón, hígado y riñones. Sobre la base del principio de duración y de intervalo, trabajé la resistencia general anaeróbica, como la entendía Hegedüs, y que otorgaba resistencia en deuda de oxígeno útil para los esfuerzos súbitos y la velocidad; distinta a la resistencia localizada en un grupo de músculos. Pero luego de observar comportamientos, que estudié en distintos deportistas, me convencí que la falta de oxigenación cerebral producida por entrenamientos mal dirigidos, los llevaba a la disminución de algunas funciones. Por eso me concentré en la respiración que adiestré para que jamás estuviera retenida sino que, inspirando por la nariz y expirando entre los dientes, siempre funcionara como un péndulo que acompañara a mis movimientos. Tampoco dejé que el corazón pasara de lo que llamé “umbral de ruptura aeróbica” y que clavé en las 180 pulsaciones por minuto.
 
 
'''¡Con paranoia no llegaréis muy lejos!'''
 
Periódicamente, tanto la Comisión Nacional de Deportes como el gran maestro Michel, me pedían que diera algunas recomendaciones a los gimnastas del país. Esa vez lo haría con el equipo que estaba por viajar a Bruselas para disputar la clasificación zonal.
 
En el gimnasio central comencé a dar explicaciones al grupo que, formado en semicírculo, escuchaba y tomaba notas. Desarrollé la concepción clásica a la que había que atenerse para lograr un buen puntaje en aquello que los jueces llamaban “elegancia”. Para ellos, elegancia era lo mismo que puntas rectas en pies y manos; juntura de muslos; cabeza erguida; hombros bajos; entradas y salidas claramente marcadas... Pero agregué que eso era solamente la coraza de la gimnasia; que cuando los griegos inventaron las Olimpíadas pusieron el alma en el cuerpo. Consecuentemente, en los gimnasios los filósofos desarrollaron sus ideas y allí también se inspiraron pintores y escultores tomando por referencia la plástica corporal. El cuerpo era para ellos algo que se debía humanizar y no simplemente un objeto natural, como en el caso de los animales. Pero pronto interrumpí el discurso al percibir en los oyentes esa impaciencia agitada por el vedetismo y la arrogancia. Toda consideración era inútil si no se refería estrictamente a sus intereses inmediatos. Desde luego, querían sobresalir como seres excepcionales.
 
Así, estaba ante los mequetrefes que se sentían superhombres. Sabía muy bien que en sus turbias cabecitas empezaba a anidar el sueño imposible de los campeones, según el cual se pueden producir caídas más lentas que permitan introducir ejercicios crecientemente complejos en una serie dada. Algo así le pasaba a virtuosos de otros campos, como Houdini, que se entrenaban cada vez con más rigor para escapar de un encierro, tratando de romper ciertos límites físicos. En éstos últimos, la lucha era contra la ley de impenetrabilidad de los cuerpos, así como en nuestros bizarros muchachos era contra G = 9m 7800. Procurando diluir el síndrome paranoide quise disuadirlos de algo que era irrealizable, por lo menos para ellos.
 
Entonces dije: “Las masas animadas de rotación tienden a alejarse de su eje, siendo la fuerza centrífuga proporcional al cuadrado de la velocidad de dicha rotación. En el Ecuador la centrífuga es 1/289 de la intensidad de G, correspondiendo 289 al cuadrado de 17. Si el movimiento circular es 17 veces más veloz que la rotación de la Tierra, G es nula. La rotación es de 1.665 km/h, por tanto se necesita superar los 28.305 km/h para escapar de la Tierra. Ahora bien, buenos chicos, cuando giran en gran vuelta en la barra fija, ¿qué velocidad promedio alcanzan? Pues alrededor de 60 km/h. Es todo centrífuga, ya que la barra no ejerce prácticamente acción de gravedad. Si tu peso es de 75 kg, a 60 km/h ejerces sobre la barra una tensión equivalente a 300 kg. Cuando te sueltas en mortal de escape puedes llegar a subir mucho más alto que la altura de barra, haciendo tres giros comprimidos en roll o dos estirados en plancha. Existe un punto muerto que se presenta cuando ni subes ni bajas... ¿en qué momento se produce? Lógicamente a mitad de la serie de triple mortal en roll o doble en plancha. ¿Y cuál es la altura en ese momento? Desde luego que la máxima, siempre por encima de barra... En ese instante tu peso es cero. Pero la gravedad hace que toques suelo antes de un segundo ya que estás a menos de 9 metros, 78 centímetros de altura. Bien, hermosos querubines, ¿cómo podríais volar en esas deplorables condiciones? Para empezar, sería necesario poder dar 6 giros en roll o 4 en plancha y ello sería posible si la velocidad creciera a 120 km/h, por tanto el peso aumentaría a 600 kg que tendrías que sostener en tus dos manos sin soltarte antes de tiempo. Aún así, alcanzando más de 9 metros de altura sobre el suelo, caerías luego como un piano. Si al segundo giro imprimieras gran cantidad de tirabuzones, se produciría una descomposición de fuerzas parecida a la de un giróscopo que con su centrífuga podría igualar a G. Pero tendrían que ser hechos a tal velocidad que perderías hasta la ropa, además de romperte el último huesecillo. Desde luego estaría la elasticidad de la barra que podría favorecer el escape pero, de todas maneras, en menos de un segundo estarías pisando suelo. Para colmo, nadie ha efectuado más de dos planchas con un tirabuzón de escape. Por tanto, jamás se superará el segundo de tiempo antes de la caída. Así es que los sueños que obsesionan a los grandes de la gimnasia deben quedar reservados para cuando sus cabezotas animalunas descansen en la almohada. A sacarse pues el mito de sobrepasar el instante límite de suspensión. ¡He dicho!”.
 
Me miraron con odio. El mismo que he visto en los ojos de los físicos cuando se les refriega la velocidad límite a 299.792 km/s. Todos saben que es así, y así también lo explican ellos. ¿Pero con qué derecho alguien viene a insistir? Seguramente una voz interna les dice que algún día esos límites van a saltar en pedazos. Los físicos, a diferencia de los gimnastas, no se permiten escuchar sus deseos, a menos que en un descuido extiendan su mano y engullan la lustrosa manzana de Newton o las manzanas celestiales de Röemer (si se trata de gravitación, o de velocidad de la luz).
 
Un momento después de la anécdota, saqué un dinamómetro digital que había construido y coloqué sus dos terminales en los apoyos centrales de la barra. Luego pedí que se observara con cuidado en el visor el aumento del peso en función de la velocidad. Salté a la barra, subí en vertical al tiempo que exigía la lectura en voz alta, y comencé a girar en gran vuelta. Un coro certificó: —280... 290... 150... 90... 50...
 
Entonces, solté el típico doble mortal con tirabuzón y caí clavado en puntas de pie en la colchoneta. Había ocurrido que, según indicara el aparato, a medida que aceleraba el giro comenzaba a disminuir el peso... lo cual era absurdo. Como nadie preguntó nada, quedó claro que se había pensado en un defecto en la marcación del dinamómetro. Así es que ellos se limitaron a tomar nota de la corrección del ejercicio, con lo cual terminó la exposición teórico-práctica.
 
 
'''Esa extraña vibración'''
 
Durante largo tiempo me dediqué a convertir mi cuerpo en una suerte de imagen sonora de manera que oscilando desde adentro, cada célula expulsara esa vibración en primer lugar a la barra, luego a los tensores, de ahí al piso y, por último, a las paredes y a la masa de aire del gimnasio. Se trataba del alma de la música traducida en la más bella expresión de la elegancia corporal. Como una guitarra que vibra emocionada al pulso de una cuerda y que transmite su voz haciendo resonancia con otros objetos y con el oído humano, mi cuerpo sería el instrumento del caso. De paso, transmitiendo la vibración a los cuerpos circundantes, la fuente emisora sería retropropulsada.
 
Así llegó el día de hoy en el que las Olimpíadas habrían de convertirse en un evento artístico. No contaré lo que ocurrió a lo largo de la jornada en que logré los máximos puntajes en todos los aparatos gimnásticos. Relataré la parte final que, para mi gusto, fue la mejor.
 
Ante el silencio del público, la expectativa de jueces y gimnastas, la atención de millones de televidentes, me encaminé lentamente hasta la barra. Pisé un trozo de resina para que mis zapatillas no resbalaran en el piso al salir de la colchoneta; restregué mis manos en el polvo de magnesio para anular toda posible transpiración; marqué la figura de entrada bajo la barra y, aspirando, me colgué de ella. En pocos segundos desarrollé varios ejercicios llegando al final de la serie. Puesto en vertical comencé la gran vuelta. En los primeros 90 grados del giro ya estaba sintonizado; a los 180 empezaron las ondulaciones desde adentro hasta toda la masa muscular; a los 270 la barra comenzó a vibrar siguiendo mi representación interna; a los 360 llegaba nuevamente a vertical y se expandía una onda hacia los tensores y el piso del gimnasio. Comencé la segunda vuelta a una velocidad desmesurada invirtiendo los mecanismos mentales que indicaron: “.agufírtnec im rop oluna euq al se atneuc euq dadevarg al y eje im se arrab al euq ay ,(l nes 88170500,0 + 75520199,0) 2ip = g dutital al ed ones led odardauc la etnemlanoicroporp ,arreiT al ed osac le ne ,olop la rodauce le edsed ecerc euq nóicareleca la ed nóicalsart al ocop atropmi Me. 2 - (R/a + 1) g = (R/a + 1) /1 g = ‘g ednod ed ,2 (a + R) : 2R :: g : ‘g ,eyunimsid osep le sartneim dadicolev al otnemua ,edecorter negami im sartneim opreuc le noc oznava sodarg 09 sol A”. Pero ya a los 180 grados introduje la sinfonía que elegí para esa ocasión, contando además con que fuera fácilmente reconocible por el público... “una concesión, pensé, pero es bueno que todos lo pasemos bien”. En ese momento, mientras hacía mis cálculos ya había escuchado velozmente el movimiento tercero de la sinfonía y llegaba al cuarto dejando atrás al barítono y las cuatro voces. La barra onduló. Los tensores, el piso y las paredes, comenzaron a amplificar la emisión. Así es que reemplacé las voces humanas por bronces al viento luego del gran calderón de la partitura mental. Y poniendo todo en Fa Mayor estalló La Coral de Beethoven con sonidos luminosos en los que no se reconocían ni coros ni bronces convencionales... Todo el ambiente se inundó de música; el público saltó de sus asientos como impulsado por resortes; los papeles de los jueces volaron por los aires y varios gimnastas cayeron de espaldas dando con sus traseros en colchonetas, pisos de madera y recipientes con magnesio. Pasé una segunda vez por los 360 grados mientras me regocijaba con la ridícula Oda de Schiller que Beethoven había musicalizado: “¡Al Querubín le es dada la contemplación de la Divinidad! ¡Al mísero gusanillo, le es concedida la voluptuosidad!”, y que en el original estaba dispuesto en otro orden: “¡Wollust ward dem Wurm gegeben und der Cherub steht vor Gott!” Los hermosos querubines rodaban por el suelo como míseros gusanillos con el culo empolvado en magnesio...
 
Finalmente a los 270 grados de la segunda vuelta solté el escape y girando como un trompo en veloces tirabuzones subí en mortal en plancha y así tres veces más hasta llegar al punto muerto a más de 10 metros de altura sobre el suelo. Entonces comencé a descender como esos cohetes que lentamente alunizan. En cinco largos segundos me posé en puntas de pie sobre la colchoneta y di por terminada la serie. Aprovechando el desconcierto general, me escabullí rápidamente al tiempo que un sujeto vociferaba: “¡Bajen la música! ¡Han perturbado una serie extraordinaria con los baffles de alta potencia!... ¡Irresponsaaables!”.
 
Ahora estoy en esta habitación terminando de escribir con la mano derecha mientras trato de atravesar la madera del escritorio con el índice de la mano izquierda. Y me pregunto: ¿tendré que aceptar la ley de impenetrabilidad porque la percepción me muestra que un cuerpo no puede estar en el lugar ocupado por otro?
 
 
==== LA CAZADORA ====
 
'''El radiotelescopio de monte Tlapán'''
 
La directora del observatorio, Shoko Satiru, terminó su trabajo del día. En ese momento el reloj vibró suavemente. Eran las 09.00 p.m. Salió de su overol y recordó la llegada de Pedro. Hacía dos años que repetía la ceremonia de los martes: terminado el ajuste del radiotelescopio desechaba su piel amarilla brillante; ponía en orden los cabellos y comparaba sus facciones asiáticas con las de la foto que había colocado en el espejo, justo en un ángulo. Admiraba cada vez ese rostro azteca semejante al suyo. La imagen de La Cazadora, según la habían llamado los arqueólogos, había sido esculpida en piedra dura setecientos años atrás. La figura de perfil sostenía en una mano un objeto rectangular del que salía una barra muy fina que los estudiosos habían identificado con un punzón de caza. Por lo demás, nadie dio buenas razones acerca de la extraña vestimenta o el tocado que podía ser el antiguo emplumado azteca, pero que al ojo ignorante aparecía como un simple ondear de cabellos empujados por el viento. En el yacimiento arqueológico ella conoció a Pedro quien al obsequiarle una foto de La Cazadora murmuró muy lentamente: “Ahora sé quién eres”, y esa frase había puesto en marcha una exultante relación.
Shoko se preparaba una vez más para ir al pueblo en compañía. En un momento escucharía el rodar del auto sobre el ripio, caracoleando por la última cuesta que habría de terminar en la explanada del observatorio. Pedro llegaría hasta la entrada y el personal de guardia lo mostraría en el circuito cerrado; dialogarían brevemente y en poco tiempo habrían de estar juntos allí abajo, en medio de una noche cálida y estrellada.
 
Pero esta vez el ritual de los martes se había dislocado. Pedro, sin presentarse en el visor, subió hasta la cúpula. Las hojas metálicas se desplazaron y entró rápidamente.
 
: –Shoko, tienes que repararlo. Si lo mandamos a la ciudad van a demorar varios días hasta ponerlo en condiciones. Tú tienes aquí todas las herramientas del mundo y sabes cómo hacerlo. Sin el control remoto tenemos que abrir y cerrar a mano el portón del yacimiento. “Claro que sí” respondió ella, “claro”. Entonces, habiendo amortiguado el sonido de los monitores tomó el control y lo llevó hasta una mesa de trabajo. Instintivamente descolgó el overol amarillo y en un segundo estuvo enfundada; soltó sus cabellos y maniobró con el instrumental.
 
: –Un cortocircuito lo dejó out –masculló apenas. En el barrido del osciloscopio vio el defecto. Mientras cambiaba el transistor dañado, la fantasía de Pedro volaba entre labios y jadeos, entre piel y ardiente profundidad de cuerpos encontrados...
 
: –Tenemos que ajustar nuevamente la frecuencia de emisión para que opere en 4 metros, 4 centímetros, 5 milímetros. Ella trabajaba con el fanatismo de una brillante ingeniero en telecomunicaciones que tanto apreciaba la Company de su lejano Japón. –Imagínate, ni un circuito integrado. Este primitivo juguete a transistores actúa a pocos pasos de distancia, mientras en los radiotelescopios recibimos señales emitidas desde miles de años luz... 4 metros, 4 centímetros, 5 milímetros, algo más de 168 megaherzios. ¡Está listo!
 
Estirando la antena del control oprimió el botón de contacto. De inmediato, las luces del laboratorio parpadearon; un golpe sordo se sintió en los motores de la cúpula y las antenas parabólicas del radiotelescopio echaron a rotar buscando un mensaje lejano que llegaba hasta allí desde las estrellas. Mientras la iluminación general disminuía, los monitores chisporrotearon. Tal vez por esos efectos contrastantes, Pedro tuvo la sensación de perder a Shoko a través de un túnel estroboscópico; ella se alejaba con el radio control en la mano empujada por un viento azul eléctrico. Pero al instante los veinte monitores se recobraron para mostrar el perfil de La Cazadora.
 
Rápidamente, la cúpula fue inundada por un gentío que al principio se plantó estupefacto ante las pantallas. Luego el personal trató de accionar los controles del radiotelescopio pero la caída de energía lo mantuvo atascado. Sonaron los teléfonos y desde distintos observatorios se aseguró que la emisión con la figura humana partía de allí mismo, del radiotelescopio de monte Tlapán. Verdaderamente, diversos puntos de observación distribuidos en el mundo estaban conectados de modo que en cada lugar se recibía en simultáneo las imágenes detectadas por los otros integrantes de la red. Así es que, no obstante la caída de tensión, monte Tlapán seguía emitiendo a sus pares. La dificultad estaba en determinar desde qué punto éste había recibido la imagen de La Cazadora. Ocho minutos después de iniciada la perturbación se restableció el nivel del fluido eléctrico y con la normalidad se esfumó la figura. Los trazos estelares de los diferentes radiotelescopios se instalaron nuevamente en los veinte monitores.
 
Shoko se desenfundó. Rápidamente bajó hasta la explanada seguida por Pedro. El auto se puso en marcha al tiempo que ella apretaba nerviosamente el remoto y la fotografía rescatados de la cúpula. Y en medio de una noche cálida y estrellada, el vehículo empezó a descender hacia las lejanas luces del pueblo.
 
 
'''La frágil memoria'''
 
Solamente al entrar en la casona iniciaron el diálogo.
 
: –Vi una secuencia de disparos luminosos, similar a la que generan los destelladores en locales de baile; allí los que danzan parecen moverse a “saltos” En este caso, era tu silueta que aparentaba alejarse velozmente al ritmo de unos destellos azules.
 
: –¿Qué dices, Pedro? Estás hablando de una frecuencia próxima a los 16 ciclos por segundo. Esa intermitencia no podría haber salido de los monitores.
 
: –Tal vez, lo cierto es que simultáneamente tuve la sensación de ser impulsado en dirección opuesta por una suerte de viento al tiempo que percibía un fuerte olor a ozono.
 
: –¡No describes con precisión, no puedo entenderte! –gritó Shoko al borde de la histeria. Entonces Pedro la abrazó tiernamente y con mucha lentitud explicó:
 
: –Te desplazabas en dirección opuesta a mí a través de un largo túnel. No duró más de dos o tres segundos, pero cuando regresaste y te vi con el remoto en la mano, confirmé que eras La Cazadora. Ahora ya no es una frase como al principio... En dos años no hablamos de lo que hoy nos ha explotado en la cara.
 
Ella sollozó pero reponiéndose de inmediato, interrumpió a Pedro.
 
: –Volvamos al principio. Sé que algo pasó, pero no tengo referencias para determinar el tiempo transcurrido. Tuve que sufrir un fenómeno similar al sueño del que se sale sin recordar nada. Para mí hubo una suspensión temporal, para ti pasaron unos segundos de experiencias sin interrupción. Luego la imagen quedó congelada durante ocho minutos.
 
Pedro sugirió poner todo por escrito para examinarlo al día siguiente y así se hizo. Al rato, agotados, cayeron en el lecho llevando consigo una mezcla de perplejidad y desolación. Poco después, él dormía profundamente.
 
Shoko se debatió en un letargo contradictorio. En la cumbre de monte Tlapán no estaba el observatorio pero tenía frente a ella a un hombre deslumbrante vestido a la usanza azteca. Este, como un luminoso escultor trasladó instantáneamente sus rasgos a un bloque de piedra. La vestimenta, el control remoto y los cabellos al viento quedaron plasmados en roca, pero allí la imagen se movía como si estuviera viva. Entonces él explicó sin palabras algo referido al equilibrio de la Tierra que se debía restablecer por acción de un aparato que él dejaría en un lugar durante siglos. Ella, involuntariamente, habría de acelerar ese proceso poniendo en peligro toda la obra. Había que revertir una parte de la energía excedente contrayéndola hasta convertirla en materia. Ese proceso la volvería al punto original de trabajo y el mismo destino habría de seguir todo lo relacionado con el instante del accidente. Era un modo de reordenar las cosas sin provocar una cadena de sucesos que afectaría a sistemas más amplios. Shoko creyó entender que su memoria del tiempo profundo también quedaría encadenada siglos antes de su propio nacimiento por un hecho que produciría en el futuro. Pero el ser radiante abrió plenamente las manos y ella fue expulsada nuevamente hacia su mundo.
 
Saltaron de la cama al tiempo que el piso ondulaba y los muebles crujían. Estaba temblando. Llegaron al amplio patio casi al fin del movimiento de tierra. Amanecía y una brisa se agitaba en dirección a Tlapán.
 
 
'''El calendario azteca'''
 
Hacia el año 1.300, la zona de Tlapán era un punto importante del imperio azteca. Allí se había conservado el libro pintado que contaba la historia del largo viaje por la oscuridad; de los que llegaron y formaron el pueblo original. En un monte de la zona había descendido el dios Quetzalcoatl y desde él viajaba a diferentes partes de la tierra. También allí enseñó por un tiempo todo-lo-que-hay. Pero un amanecer, llegaron a buscarlo otros dioses montados en una enorme serpiente emplumada. Antes de partir con ellos dejó como regalo la nave voladora en la que había descendido, pero la escondió en un punto sólo conocido por unos pocos sabios. Los descendientes de éstos sabrían qué hacer en el momento oportuno, porque sus instrucciones quedaron grabadas en un disco de piedra. Pero si alguien cometía un error, la nave volaría al reencuentro de su amo. Así, Quetzalcoatl y los dioses se alejaron de los mortales volando hacia el lucero del alba. Un siglo después, Moctezuma II llegó a Tlapán convocando a los sabios para que develaran el secreto de Quetzalcoatl ya que esa molesta historia corría por todo el imperio. Entonces, los astutos súbditos explicaron que se había exagerado sobre el significado del disco de piedra. En realidad se trataba de un calendario tan útil a la predicción de los ciclos astronómicos como a la determinación de los momentos aptos para siembras y cosechas. Con el beneplácito del emperador, Tlapán fue confirmado como el mejor punto de observación de los destinos y los astros. En todo caso, la región fue abandonada posteriormente a raíz de la llegada del hombre blanco.
 
Pero la verdad climática y geográfica, deformada por la leyenda, fue restablecida siglos después cuando se instaló en una altura de la zona, conocida como “monte Tlapán”, uno de los radiotelescopios de la cadena mundial. Por lo demás, la región fue declarada de interés histórico y en particular el yacimiento arqueológico que se ubicaba en los alrededores del observatorio. De esta suerte, el personal de ambos emplazamientos se cruzaba en el camino y coincidía en un pueblo aburrido contando historias de estrellas y reinos fabulosos. No resultó pues extraño, que se encontraran en el yacimiento el jefe de arqueólogos y una turista japonesa que, trabajando a poca distancia, quiso conocer la historia del lugar.
 
 
'''Roca y tiempo'''
 
Saliendo de la casona enfilaron hacia los montes. En primer término llegaron al yacimiento. Era temprano y las cuadrillas de trabajo no habían llegado pero los cuidadores salieron a recibirlos con un dejo de alarma en sus voces.
 
: –Don Pedrito, anoche hubo un temblor muy fuerte seguido de un viento que nos volaba. No quisimos entrar a los recintos pero puede haberse caído algo allí adentro.
 
: –No te preocupes Juan, vamos a ir a revisar.
 
A un costado se levantaba la pirámide escalonada de vértice trunco. Subieron por las gradas y en la terraza se enfrentaron al portón que protegía la entrada. Pedro estiró la antena del remoto y al oprimir el botón, el motor obedeció desplazando la pesada hoja metálica. Luego hubo una suave palmada en la espalda de Shoko: “¡Bravo por ti!”.
 
Entrando al recinto Pedro accionó las luces. Caballetes, mesadas, armarios y anaqueles repletos de material arqueológico atestaban el lugar. Hacia un rincón poco iluminado, la placa mostraba en tamaño natural a La Cazadora. Los recién llegados quedaron estáticos por un momento contemplando la figura. Con voz muy queda, Shoko preguntó por el lugar en que había sido encontrada. Pedro respondió con una historia que comenzó en monte Tlapán al hacer las excavaciones para fundar los cimientos del observatorio. La piedra había sido bajada posteriormente al yacimiento y nuevamente elevada hasta el lugar actual.
 
Un nuevo temblor de tierra ahogó la voz de Pedro. El ruido de las vasijas cerámicas entrechocando, el crujido de las paredes adoquinadas y el vibrar del portón metálico se fusionaron con el péndulo de lámparas suspendidas por largos cables. En ese momento, entre la parálisis y la huida, vieron como la imagen de La Cazadora se movía casi desperezándose mientras una suave fosforescencia bañaba a toda la placa. Luego les pareció que el bajorrelieve había perdido algo de su impecable nitidez, como si de pronto se hubiera puesto en marcha la acción del tiempo. Shoko sintió que algo profundo comenzaba a funcionar en su memoria.
 
Entre tanto, el equipo de trabajadores había llegado con el alboroto de siempre. Un tiempo después, ya en la base de la pirámide, Pedro daba instrucciones para reforzar la protección de los materiales ante un posible terremoto.
 
Abandonaron el yacimiento y se dirigieron hacia el monte. En el trayecto se les hizo evidente que el viento aumentaba en intensidad llegando hasta Tlapán desde todas las direcciones. En poco tiempo llegaron a la explanada del observatorio. Shoko descendió presurosa y Pedro se mantuvo en el vehículo esperando pacientemente. Al fin ella salió del observatorio, entró al auto, suspiró, y reclinándose en el asiento empezó a comentar que las cosas se complicaban continuamente, que ahora luego de cada pequeño sismo los circuitos se sobrecargaban; que el viento no cesaba desde la noche anterior creando una nube de polvo en suspensión generadora de falsos trazos radioestelares. Ella misma había tenido que cambiar dos estabilizadores de tensión y debía regresar al pueblo a pedir repuestos. No quería ir en helicóptero de manera que se movería en su auto o en las camionetas del complejo. Se besaron, prometiéndose el reencuentro para esa noche en la casona.
 
 
'''La culpa es de Sierra Madre'''
 
“Informe de la comisión investigadora del incidente caratulado ‘retransmisión por eco’. Encargados de la observación de campo, Dr. M. Pri y Prof. A. Gort.”
 
“A las 09.12 p.m. del 15 de marzo de 1990, el complejo astronómico de monte Tlapán dejó de retransmitir señales radioastronómicas. En la red, que a esa hora enlazaba a las estaciones de Costa Rica, Sidney, Sining y Osaka, se detectó una emisión de vídeo que provenía del observatorio afectado. Durante 8 minutos, fue observada una figura humana fija en reemplazo de los destellos estelares habituales. En la investigación abierta los técnicos informaron que el sistema automático de rastreo enfocó accidentalmente a NGC- 132, recibiendo señales de una radiofuente situada a 352 años-luz. La Dra. Shoko Satiru declaró que los 17 miembros del personal a su cargo coincidieron en que hubo una caída de tensión durante ocho minutos, restableciéndose el sistema a partir de ese momento. De acuerdo a lo anterior monte Tlapán debería haber quedado silenciado en toda la red. Sin embargo, la emisión de una imagen de vídeo desde ese punto nos hace considerar la posibilidad de que un eco televisivo comercial haya interferido a Tlapán suplantando la señal de la fuente estelar por su propia emisión. Fenómenos de este tipo se han registrado anteriormente y se atribuyen a rebotes televisivos en el contrafuerte de la Sierra Madre del Sur.
 
“No teniendo otros elementos que aportar, saludamos a Uds. atte. <br/>
M. Pri y A. Gort. <br/>
México D. F. 20 de marzo de 1990.” <br/>
 
Habían pasado cinco días desde el fenómeno del observatorio. Los temblores de tierra se sucedían con mayor frecuencia e intensidad. Al principio los sismólogos de ciudad México, atribuyeron responsabilidades a la consabida Sierra Madre. Se conocía una falla por la que se deslizaban periódicamente placas tectónicas produciendo cataclismos de magnitud. Pero luego las cosas habían cambiado. Una vasta zona de Tlapán estaba rodeada por medidores y sismógrafos.
 
El ejército tendió un cordón para evitar que los curiosos llegados de todas partes se acercaran a lugares peligrosos. Ahora se tenía la certeza que se estaba registrando una actividad volcánica subterránea y que, de continuar las cosas así, habría de hacer explosión. Las gráficas mostraban una curva que se haría exponencial en poco tiempo más. Al principio los sismos se repetían cada doce horas, luego cada ocho y así siguiendo. Observatorio y yacimiento fueron evacuados y solo se veía con binoculares a furtivos hombres de T.V. que se arriesgaban más de la cuenta.
 
Al atardecer, Shoko y Pedro mostraron sus credenciales y luego de mucho rodeo se les permitió franquear el cerco para aproximarse a los montes. A pocos kilómetros de Tlapán salieron del camino y estacionaron en un río seco buscando reparo del viento que a veces se hacía huracanado.
 
 
'''Regreso a los cielos'''
 
Hacia la medianoche el viento y las ondulaciones de tierra habían cesado. Pedro trató de poner en marcha el motor del auto pero éste no respondió. La noche cálida y hermosa los empujó a subir hasta el camino. Luna y estrellas eran suficientes para ver sin tropiezos. Entonces se detuvieron bruscamente. Los cables de alta tensión, que llevaban energía a la zona, zumbaban gravemente mientras despedían un fulgor azulado a lo largo de todo su trayecto. Y frente a ellos, monte Tlapán mostraba su silueta bañada en resplandores. De haber estado en el norte del mundo se podría haber asegurado que la aurora boreal, cayendo en vertical, danzaba cambiando de color continuamente.
 
Prudentemente se sentaron en unas piedras a contemplar el espectáculo y pronto notaron que las luces del pueblo oscilaban siguiendo el ritmo de los resplandores de Tlapán. Cuando éste aumentó en brillo, el pueblo quedó definitivamente a oscuras.
 
Entonces revisaron sus confusas ideas. El radiocontrol produjo una armónica que activó los motores del radiotelescopio. Este, barriendo radiofuentes se detuvo exactamente en NGC- 132 distante a 352 años luz, captando imágenes producidas hacía 704 años antes, en ese mismo lugar. Ocurrió que el punto entró en resonancia con él mismo hasta que el giro terrestre desplazó el paralaje del haz luminoso en ocho minutos. Pero para ello era necesario que, efectivamente, se hubiera estado allí 704 años atrás. Lo último no era creíble. Pero también podría haber ocurrido que el control hubiera activado un gigantesco amplificador de energía que se encontraba en el observatorio o próximo a él. En ese caso, podría haber elevado los microvoltios de las descargas cerebrales en una frecuencia de 16 ciclos por segundo de acuerdo a los efectos estroboscópicos observados. Es decir, el amplificador tendría capacidad para proyectar las imágenes con que trabajaba en ese momento un sistema nervioso cercano, por ejemplo el de quien pensaba en la foto de La Cazadora. Tales imágenes amplificadas podrían haber interferido al radiotelescopio. Sabemos que tal amplificador se ha activado haciendo una absorción iónica que ha terminado por desplazar capas de aire en ráfagas de viento. Por lo demás, la perturbación eléctrica que provoca su absorción ha roto la resistencia ohmica entre placas geológicas exponiéndolas a una mayor conductibilidad y provocando desplazamientos entre ellas; de allí los temblores de tierra. Pues bien, el amplificador se ha puesto en marcha pero es imposible que exista. El salto al pasado también es imposible y, además, inimaginable como hipótesis. Todo resulta en contradicción desde el principio al fin.
 
Tlapán aumentaba su luminosidad a medida que se acercaba el amanecer, y cuando el planeta Venus emergió en el horizonte se empezó a escuchar un bramido que fue creciendo hasta hacerse insoportable. Las torres de alta tensión se bambolearon y muchas fueron arrancadas de sus bases. Pedro y Shoko se apretujaron en el suelo mientras comenzaron a sentir un fuerte terremoto. Tlapán liberaba relámpagos cada vez más intensos hasta que, de pronto, su cúspide voló como si hubiera sido dinamitada... El observatorio había desaparecido y pronto el monte se resquebrajó como la cáscara de un huevo. Enormes fragmentos cayeron a su alrededor y luego se hizo el silencio.
 
Una gigantesca masa metálica comenzó a ascender lentamente desde lo que había sido el monte. Fulgurando en llamaradas de color cambiante subió cada vez más hasta presentarse como un disco enorme. Luego empezó a desplazarse hacia los aterrorizados observadores. Durante un tiempo se detuvo sobre ellos y éstos vieron en la nave el símbolo de Quetzalcoatl. Por fin, el disco partió abruptamente alejándose en dirección al lucero del alba. Entonces, la memoria profunda de Shoko quedó liberada y comprendió que La Cazadora se había desprendido para siempre de su encierro en la piedra.
 
==== EL DÍA DEL LEÓN ALADO ====
 
 
''A Danny.''
 
 
Los equipos y programas de espacio virtual se vendían bien. Entre los compradores, los estudiantes de historia y ciencias naturales resultaron beneficiados. Pero aumentaba la demanda de un amplio público que prefería su dosis de entretenimiento, a largos paseos entre pirámides egipcias o flora y fauna amazónica. Se podía realizar viajes solitarios, en compañía o guiados; sin embargo, muchos preferían disponer de un selector de opciones que aparecía con sólo mover un dedo. El catálogo era nutrido. Desde las adaptaciones de antiguas películas, en las que los protagonistas eran los propios usuarios, se había pasado a la traslación de video-juegos que permitían combatir en el espacio o mantener amoríos con los símbolos encarnados de la época. Era como participar en un cómic o una historieta llena de estímulos tan reales, que menudearon infartos cuando algunos fanáticos del terror usaron programas no recomendados por el Comité para la Defensa del Sistema Nervioso Débil. Las computadoras admitían los programas más absurdos y en esa atmósfera aparecieron piratas que introduciendo virus virtuales provocaron disociaciones de personalidad y accidentes psicosomáticos. Era tan simple colocarse un casco y unos guanteletes, poner en marcha la computadora y elegir un programa, que los niños lo hacían a diario en las horas dedicadas a viajar.
 
 
'''Una sección del Comité para la Defensa  del Sistema Nervioso Débil'''
 
En la sección todos usaban nombres de batalla. Era una práctica aséptica. Alpa organizaba el plan de trabajo y supervisaba el Proyecto, coordinando actividades entre los miembros de un equipo que se había conformado a lo largo de años. Había sido reclutada en los Alpes por su curiosa forma de entrenar a grandes esquiadores. Mientras otros profesores insistían en el esfuerzo físico sostenido, ella reunía a sus alumnos en una sala en la que proyectaba una y otra vez las imágenes del slalom gigante o del gran salto blanco. Presentado el escenario y el recorrido de cada prueba, dejaba todo a oscuras y pedía que los partícipes imaginaran repetidamente cada movimiento y cada desplazamiento por la nieve. A veces acompañaba esa práctica con una suave música que luego, en las horas de sueño, inundaba el refugio. Así se había dado el caso en que algunos, no habiendo salido a las pistas antes de la competición, se desplazaban ese día como si siempre hubieran vivido en el lugar.
 
Ténetor III tuvo noticias de Alpa por un comentario efectuado en un vídeo especializado en deportes invernales. Intrigado por el caso se dirigió a Sils María y allí estableció contacto con ella.
 
El último miembro incorporado fue Seguidor, encargado de personal de tecnología avanzada. Este, con Hurón y Faro, formaban un conjunto que sólo podía ensamblar gracias al cuidado de la inefable Jalina, especialmente dotada para la creación de ambientes humanos blandos. Sin duda Ténetor III, como especialista en comunicaciones, era el nervio de una actividad que Alpa definía en cada caso, anteponiendo el cumplimiento de metas y cronogramas. El equipo quedó configurado como una sección del Comité de Defensa del Sistema Nervioso Débil y gracias a que Ténetor era precisamente el Director de dicha institución, el grupo pudo actuar sin sobresaltos.
 
 
'''El Proyecto'''
 
A fines del siglo XX algunos científicos encabezados por un oscuro funcionario de la UNESCO, habían llegado a la conclusión de que en pocas décadas el 85% de la población mundial sería analfabeto funcional. Calcularon que el analfabetismo primario sería erradicado en poco tiempo, al par que grandes masas humanas desplazarían progresivamente los libros, revistas y periódicos a favor de la T.V., los videos, las computadoras y las proyecciones holográficas. En sí, aquello no representaba un gran inconveniente ya que la información seguiría fluyendo en mayor cantidad que en cualquier época y a una velocidad creciente. Pero el aumento de datos desestructurados no sólo impactaría en los individuos aislados sino que habría de terminar influyendo en los esquemas de todo el sistema social. Desde el punto de vista de la especialización, las perspectivas eran interesantes ya que se condicionaba un trabajo analítico y paso a paso siguiendo el esquema computacional. Sin embargo, la ineptitud para establecer relaciones globales coherentes se haría sentir.
 
En esas épocas la desconfianza hacia las síntesis del pensamiento había avanzado tanto que cualquier conversación sobre generalidades, mantenida más allá de los tres minutos, era calificada peyorativamente de “ideológica”. En realidad, cualquier intento que se hiciera por alcanzar globalidades, terminaba penosamente. Unicamente podía sostenerse la atención sobre temas específicos y tanto en los institutos de enseñanza como en el trabajo diario se reforzaba ese hábito. Los historiadores estudiaban las aleaciones metálicas de las sortijas de Etruria para explicar el funcionamiento de aquella sociedad y los antropólogos, psicólogos y filósofos servían a las computadoras de análisis gramatical. Tal era la externalidad y el formalismo puntual del pensar y del sentir que cada ciudadano vivía urdiendo cómo ser individual y original en algún detalle de su vestimenta. Mientras la medicina y el esparcimiento avanzaran todo lo demás era secundario, tan secundario como el destino de aquellos pueblos y comunidades que degeneraban por no adaptarse al nuevo orden mundial, tan secundario como las vidas de las nuevas generaciones que se desangraban en una competencia vil tratando de lograr su espejuelo de corta duración. Por lo demás, hacía décadas que se había esterilizado la capacidad para formular teorías científicas generales y todo se reducía a la aplicación de tecnologías que, en apretado tropel, corrían en cualquier dirección.
Así, el funcionario de UNESCO presentó un informe y solicitó ayuda para estudiar esa patología social y sus tendencias a mediano plazo. Inmediatamente se le destinó un importante presupuesto para la investigación, tal vez porque aquellos que decidían entendieron que ese esfuerzo habría de servir al perfeccionamiento de técnicas de eficiencia. Gracias a ese malentendido se pudo trabajar durante años. Finalmente, quedó constituido el Comité como organismo paracultural habilitado para hacer difusión y dar recomendaciones a los países que, a través de las Naciones Unidas, sostenían a UNESCO.
 
Décadas después, desaparecida UNESCO, el Comité siguió funcionando sin saberse bien por quiénes era apoyado. De todas maneras, se caracterizó como una institución de bien público soportada mundialmente por particulares de buena voluntad. El Comité produjo informes anuales que nadie consideró seriamente, pero más allá de esas actividades enfiló sus investigaciones hacia el desarrollo de un modelo de comportamiento humano exento de las dificultades que se veía crecer a diario. Por entonces el Comité estaba de acuerdo en que un tipo de educación y de información desestructurada ya estaba bloqueando ciertas áreas cerebrales provocando los primeros síntomas de una epidemia síquica que sería incontrolable. El “Proyecto”, según lo llamaron sus gestores, debía considerar la posibilidad de producir un “antídoto” capaz de desbloquear la actividad mental. Pero en ese tiempo no se sabía aún si había que desarrollar procedimientos de entrenamiento fisiológico, si se trataba de sintetizar benéficas sustancias químicas, o si había que abocarse al diseño de aparatos electrónicos que permitieran alcanzar el objetivo. Lo cierto era que poco a poco se iban volcando millones de seres bloqueados a la actividad colectiva. Esos seres, cada vez más especializados y cada vez menos aptos para razonar sobre sus propias vidas, terminarían por dislocar a toda la sociedad que ya, sin meta alguna, se debatiría en el suicidio, la neurosis y el pesimismo creciente.
 
Aquel oscuro funcionario, antes de morir, tomó el nombre de Ténetor I dejando el Proyecto en manos de sus colaboradores inmediatos.
 
 
'''La arcilla del cosmos'''
 
Cuando la superficie de este mundo comenzó a enfriarse, llegó un precursor y eligió el modelo de proceso que habría de autosostenerse. Nada le resultó de mayor interés que planear una matriz de n posibilidades progresivas divergentes. Entonces, creó las condiciones de la vida. Con el tiempo, los trazos amarillentos de la atmósfera primitiva fueron virando hacia el azul y los escudos protectores comenzaron a funcionar dentro de rangos aceptables.
 
Más adelante, el visitante observó los comportamientos de las diversas especies. Algunas avanzaron hacia las tierras firmes y tímidamente se fueron acomodando a ellas, otras retrocedieron nuevamente a los mares. Numerosos engendros de distintos medios sucumbieron o siguieron su transformación abierta. Todo azar fue respetado hasta que al fin se irguió una criatura de medianas dimensiones animales capaz de ser absolutamente discente, apta para trasladar información y almacenar memoria fuera de su circuito inmediato.
 
Este nuevo monstruo había seguido uno de los esquemas evolutivos adecuados al planeta azul: un par de brazos, un par de ojos, un cerebro dividido en dos hemisferios. En él casi todo era elementalmente simétrico como los pensamientos, sentimientos y actos que habían quedado codificados en la base de su sistema químico y nervioso. Aún llevaría algún tiempo la amplificación de su horizonte temporal y la formación de las capas de registro de su espacio interno. En la situación en que se encontraba, escasamente podía diferir respuestas o reconocer diferencias entre la percepción, el sueño y la alucinación. Su atención era errática y, por supuesto, no reflexionaba sobre sus propios actos porque no podía captar la naturaleza íntima de los objetos con los que se relacionaba. Su propia acción era vista con referencia a los objetos táctilmente distanciados, y mientras se siguiera considerando simple reflejo del mundo externo no podría abrir paso a su intención profunda capaz de mutar su propia mente. Atrapando y huyendo había moldeado sus primeros afectos que se expresaban por atracción y rechazo, modificándose muy lentamente esa bipolaridad torpe y simétrica esbozada ya en las protoespecies. Por ahora su conducta era demasiado previsible, pero llegaría el momento en que autotransformándose daría un salto hacia la indeterminación y el azar.
 
Así, el visitante esperaba un nuevo nacimiento en esa especie en la que había reconocido el temor ante la muerte y el vértigo de la furia destructiva. Había presenciado cómo esos seres vibraban por la alucinación del amor, cómo se angustiaban por la soledad del Universo vacío, cómo imaginaban su futuro, cómo luchaban por descifrar la huella del comienzo en la que fueran arrojados. En algún tiempo, ésta especie hecha con la arcilla del cosmos emprendería el camino para descubrir su origen y lo haría andando por caminos imprevisibles.
 
 
'''El espacio virtual puro'''
 
Ese día, Ténetor III probaría el nuevo material suministrado por Seguidor. Se dirigió al recinto anecoico y al penetrar en él observó en medio de un ambiente vacío la reluciente camilla de pruebas. Con su ropa ajustada, casco, guantes y botas cortas, se sintió como un antiguo motociclista aluminizado. En un momento se acostó resueltamente pero luego optó por otra postura en la que el artefacto se le amoldó como un asiento muelle, ligeramente reclinado hacia atrás.
Ahora vería cara a cara la naturaleza de un nuevo fenómeno sin las proyecciones de los programas artificiales. En todo caso su cuerpo daría los pulsos y señales que poblarían un ambiente sin interferencias. Y, si todo funcionaba bien, vería traducido su espacio mental gracias a la tecnología del espacio virtual. Ese era el punto desde el cual el Proyecto encontraría su vía de realización.
 
Bajó el visor y quedó a oscuras. Al tocar una tecla del casco conectó el sistema y gradualmente fueron apareciendo unos contornos iluminados que enmarcaron la cara interna del visor. Era una pantalla ubicada a veinte centímetros de sus ojos. De pronto, su cuerpo apareció suspendido en el interior de un recinto esférico espejado. Desplazó la mirada en distintas direcciones y pudo monitorear con precisión. El efecto producido no le pareció de especial mérito teniendo en cuenta que sus nervios oculares trasmitían señales al interface que conectaba con el procesador central. Moviendo los ojos a derecha, las imágenes corrían en sentido inverso hasta ocupar el centro de visión; haciéndolo hacia arriba la proyección bajaba, y así en toda combinación que ensayara. Mirando hacia la punta de su bota derecha ajustó su visión con un suave esfuerzo por penetrar detalles, entonces el zoom acercó el objeto más y más hasta ocupar toda la pantalla. Luego, desacomodando el cristalino, retrocedió hasta verse como un pequeño punto brillando en el centro del ambiente espejado. El programa óptico tenía el aumento y la definición de los mejores microscopios electrónicos y, hasta ahora, la inútil penetración de los telescopios más afinados ya que nada se podía ver del mundo astronómico adentro del recinto de proyección proporcionado por el casco.
 
Hoy todo podría mejorar si funcionaban los detectores que Seguidor había distribuido en la superficie interna de la ropa sensible. La información debía aparecer en pantalla conforme los impulsos nerviosos activaran distintos puntos del cuerpo. Tocó la segunda tecla ubicada en el casco y de inmediato una columna alfanumérica comenzó a desplazarse por la zona izquierda del visor al tiempo que en el ángulo derecho aparecía un diminuto rectángulo en el que resaltaba su mano apoyada en el casco. Bajó el brazo lentamente y la columna fue entregando información mientras en el recuadro, el esquema de su brazo se desplazó descendiendo. Tragó saliva y nuevamente los datos se sucedieron encolumnadamente. En el recuadro apareció el interior de su boca y luego el esófago moviéndose suavemente. En una nueva prueba recordó a Jalina y el rectángulo hizo aparecer su corazón batiendo a una velocidad mayor que la normal; luego los pulmones se expandieron un poco y apareció el sexo virando hacia un color rojizo tenue. La columna, a su vez, informó sobre diversos fenómenos intracorporales: presión, temperatura, acidez, alcalinidad, composición de electrolitos en sangre y recorrido de impulsos.
 
Se dispuso enfocando su mirada rectamente y volvió a aparecer él mismo en pantalla, suspendido en el recinto esférico. Era obvio que se veía desde un punto de observación externo, un tanto deformado, como ocurre al mirarse en un espejo cóncavo. Entonces comenzó a respirar lenta y profundamente. Al poco tiempo, los detectores entraron en régimen. Un instante después enlenteció el ritmo respiratorio haciéndolo similar al del sueño profundo y así, paulatinamente, observó cómo la imagen se fue aproximando hasta aparecer fuera de pantalla, acercándose cada vez más a sus ojos hasta que tocándolos desapareció en una fusión transparente. Pero todo quedó a oscuras como si el sistema se hubiera desconectado. Estiró un brazo y el negro ambiente pareció rasgarse dejando ver una luz lejana. Imaginariamente se fue acercando a la luz mientras en los bordes del visor la columna y el recuadro señalaron las modificaciones físicas que correspondían a su proceso mental. De esta suerte se esforzó por sentir que avanzaba en los recodos materiales del espacio virtual.
 
En el socavón en penumbra la extrañeza comenzó a disiparse porque reconoció la vívida dimensión de las grutas horadadas en los montes, los olores húmedos que despiertan recuerdos de emociones placenteras, las resistencias de la piedra, las rugosidades y distancias objetales. En los indicadores vio un lento caminar y la sucesión de distintas zonas de su cuerpo a medida que éstas se pusieron en marcha. Frente a él, apareció una silueta encapuchada pero pronto advirtió en el recuadro que tal imagen era la traducción de pequeños movimientos de los músculos de la lengua en la caverna de su boca. Al entornar sus ojos vio luces en derredor pero comprendió que se trataba de simples descargas nerviosas amplificadas estimulando a los músculos palpebrales. La ropa sensible detectaba bien los infinitesimales movimientos corporales que correspondían a las imágenes mentales. La situación, de todas maneras, era alucinante. El encapuchado ofreció un recipiente y él tomándolo en sus manos apuró el contenido que sintió pasar por su garganta con la misma realidad que tiene el agua fresca en la sequía del desierto. Entonces estuvo en condiciones de atravesar la caverna y salir al espacio exterior...
 
 
'''El Comité se organiza'''
 
Luego de la muerte de Ténetor I, sobrevino una importante crisis en el Comité. Todos los miembros estaban de acuerdo en que el comportamiento humano desmejoraba progresivamente en muchos aspectos. También reconocían que la explosión tecnológica brindaba cada día nuevas posibilidades.
 
Dos posturas chocaron en la interpretación de los hechos. Por una parte los “cientificistas” explicaban que la reiteración de conductas sociales modificaba las áreas de trabajo cerebral de los conjuntos humanos. Esto generaba un tipo de sensibilidad y de percepción de los fenómenos. Por consiguiente, tanto los directores de las Compañías como sus formadores de opinión, iban orientando el proceso social de acuerdo a códigos en los que ellos se habían formado. De esta forma los pedagogos perfeccionaban la educación y la enseñanza en un círculo vicioso que realimentaba sus particulares creencias. Los “cientificistas” sostenían que un cambio de dirección era imposible dentro de un proceso mecánico que llamaban el “Sistema”, y se mantenían dentro de una antigua tesis einsteniana que sostenía: “En el interior de un sistema ningún fenómeno puede evidenciar su movimiento”. Siempre exponían el ejemplo de aquel viejo maestro, según el cual un viajero que se desplazaba en una sección de un tren en movimiento a 120 kilómetros por hora, si saltaba en su lugar no por ello caía en otro vagón del tren. En un sistema inercial, se tratara del prehistórico tren o de un vehículo espacial, no importaba el salto dentro de ese sistema. En todo caso, había que apoderarse de la dirección del tren o de la nave para cambiar la dirección del móvil.
 
A esto respondían los “historicistas” diciendo que los que tomaran la dirección del aparato, lo desviarían de acuerdo a pautas en las que ellos se habían formado, y preguntaban: “¿Cuál es la diferencia entre los conductores anteriores y los nuevos si todos actúan desde los paisajes en que se formaron, desde sus áreas cerebrales más activas? La diferencia sería sólo de intereses particulares entre gente preocupada por manejar el móvil”. De acuerdo a eso, los “historicistas” apostaban a procesos más amplios inspirándose en distintos momentos históricos en que, por razones de supervivencia, los seres vivos habían modificado sus hábitos y se habían transformado. Pero también reconocían que muchas especies habían desaparecido por dificultades en su adaptación.
Era una discusión de nunca acabar. En esa situación se hizo cargo del Comité, Ténetor II, elegido por su equidistancia entre las posturas en choque.
 
Ténetor II orientó el Proyecto hacia la investigación de las mejores producciones humanas en la que tanto “cientificistas” como “historicistas” estaban de acuerdo. Puesto en la tarea logró una inmensa recopilación de aquellos conocimientos científicos y artísticos que habían logrado una mejora en el proceso humano capacitándolo para superar el dolor y el sufrimiento. Desde la dirección del Comité dio un fuerte impulso a la selección del personal que debía capacitar a las nuevas promociones en las ideas del Proyecto. Fue una tarea ardua que acometió personalmente, detectando gente capaz de salir de las creencias y moldes establecidos en el Sistema, y que manejaban su vida en base a valores y conductas atípicas según el punto de vista aceptado por el eficientismo en boga. Cuando ese singular contingente estuvo listo llamó a la organización, “Comité para la Defensa del Sistema Nervioso Débil” desarrollando sus actividades como institución dedicada a rescatar y proteger individuos intelectualmente ineptos en cuanto a su adaptación al Sistema. Por otra parte, dividió al Comité en secciones especializadas y desde una de ellas, produjo material educativo para los inadaptados de todas las latitudes. Al mismo tiempo, desarrolló protectores de programas y antivirus, para las compañías de programación que luchaban contra los piratas informáticos.
 
Ténetor II se instaló en la Mesopotamia para llevar adelante un estudio de campo y desde allí se mantuvo en contacto permanente con la sede del Comité. Pero un buen día, cuando se desplazaba entre los ríos Tigris y Éufrates, cesaron sus señales. A las pocas horas Faro y Hurón llegaron al lugar, como equipo de rescate, pero sólo encontraron su vehículo, sus aparatos de medición y un cristal informativo. A partir de ese momento, no se tuvo más noticias del expedicionario.
 
 
'''Los caracteres vivientes'''
 
Ténetor III se detuvo en la caverna. Estaba en condiciones de salir al espacio exterior. “¿Cuál espacio exterior?”, se preguntó. Hubiera bastado con sacarse el casco para encontrarse sentado en el recinto anecoico. En esa duda recordó la desaparición de Ténetor II, y la incoherente información que entregó el cristal al ser activado: una holografía monótona en la que el expedicionario aparecía cantando en largo lamento. Eso era todo. Pero también rememoró la voz de su maestro. Sintió los poemas que tanto tiempo atrás aquél hiciera ondear como brisa marina; escuchó la música de cuerdas y el sonido de los sintetizadores; vio los lienzos fosforescentes y las pinturas que crecían en las paredes de manganeso flexible; rozó nuevamente con su piel las esculturas sensibles... De él había recibido la dimensión de ese arte que tocaba los espacios profundos, profundos como los negros ojos de Jalina, profundos como ese túnel misterioso. Aspiró con fuerza y avanzó hacia la salida de la gruta.
 
Era una hermosa tarde en la que estallaban los colores. El sol arrebolaba las líneas montañosas mientras los dos ríos lejanos serpenteaban en oro y plata. Entonces Ténetor III asistió a la escena que la holografía había mostrado fragmentariamente.
 
Allí estaba su predecesor cantando hacia la Mesopotamia:
 
: ''Oh Padre, trae de lo recóndito las letras sagradas.''
: ''¡Acerca aquella fuente en la que siempre pude ver las ramas''
: ''abiertas del futuro!''
 
Y mientras el canto se multiplicaba en ecos lejanos, aparecía en el cielo un punto que se acercaba velozmente. Ténetor ajustó el zoom a esa distancia y entonces vio claramente unas alas y una cabeza de águila; un cuerpo y una cola de león; un vuelo de nave majestuoso; un metal vivo; un mito y una poesía en movimiento que reflejaba los haces del sol poniente. El canto seguía mientras se perfilaba la figura alada que extendía sus fuertes patas de león. Entonces se hizo el silencio y el grifo celeste abrió su enorme pico de marfil para responder con un chillido que, rodando en los valles, despertó a las fuerzas de la serpiente subterránea. Algunas piedras altas se trizaron elevando en su caída nubes de arena y polvo. Pero todo quedó en calma cuando el animal descendió suavemente. Pronto un jinete saltó ante el hombre que agradeció la esperada presencia de su padre.
 
Y el jinete extrajo de una alforja sostenida en el grifo, un libro grande, antiguo como el mundo. Luego, sentados en el rocoso suelo multicolor padre e hijo respiraron el atardecer; se contemplaron largamente y así dispuestos abrieron el viejo volumen. En cada página se asomaron al cosmos; en una sola letra vieron moverse a las galaxias barradas, a los cúmulos globulares abiertos. Los caracteres danzaban en los antiguos pergaminos y en ellos se leía el movimiento del cosmos.
 
Al tiempo los dos hombres (si es que eran hombres), estaban en pie. El más anciano, con sus largas ropas desajustadas y sueltas al arbitrio del viento, sonrió como nadie pudo haber sonreído jamás en este mundo. En el corazón de Ténetor III se escucharon sus palabras: “Una nueva especie se abrirá al Universo. ¡Nuestra visita ha terminado!”. Y nada más.
 
Nada más.
 
Ante los ojos de Ténetor estaban los ríos que serpenteando en oro y plata se convertían a momentos en las ramas arteriales y venosas que irrigaban su cuerpo. En el rectángulo del visor aparecían sus pulmones delatando el jadeo respiratorio y esto le hizo comprender de dónde habían salido las batientes alas del grifo. Y en una zona de su memoria supo encontrar las imágenes míticas que había visto plasmadas con tanta realidad.
 
Decidió volver a la gruta al tiempo que observaba la cadena alfanumérica que se desplazaba en el borde de la pantalla. De inmediato el rectángulo mostró el movimiento que sus imágenes inducían infinitesimalmente en sus piernas y así penetró en la caverna. “Sé lo que hago” pensó, “¡sé lo que hago!”. Pero esas palabras dichas para sí mismo retumbaron afuera, llegaron a sus oídos desde afuera. Al mirar la pared rocosa escuchó frases referidas a ella... Estaba rompiendo la barrera de las menciones en que se mezclan los distintos sentidos; tal vez por eso recordó aquel poema que recitaba su maestro:
 
: ''“A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu:''
: ''voyelles Je dirai quelque jour vos naissances latentes.” <ref>REVISAR: Rojo, negro, blanco, verde, azul...</ref>''
 
Luego vio una piedra que abría sus aristas como flores coloreadas y en ese caleidoscopio advirtió que estaba rompiendo la barrera de la visión. Y traspasó cada sentido como hace el arte profundo cuando toca los límites del espacio de la existencia.
 
Tiró hacia arriba su casco y se encontró en el cuarto anecoico, pero no estaba solo. Por algún motivo, la sección en pleno estaba rodeándolo. Jalina lo besó suavemente al tiempo que la impaciencia del conjunto se hizo sentir con fuerza.
 
: –¡No diré nada!, –fueron las escandalosas palabras de Ténetor.
 
Pero luego explicó que se pondría de inmediato a elaborar un informe que no debía ser conocido por los demás hasta que cada uno hubiera hecho su parte. Así se dispuso que, uno tras otro, los miembros de la sección viajaran al espacio virtual puro. Al final se procesarían datos exentos de mutuas influencias y entonces sería el momento de iniciar las discusiones. Porque si ocurría que todos reconocieran el mismo paisaje en el espacio virtual puro, el Proyecto podría realizarse. ¿Cómo llegaría a todo el mundo? Como ha llegado cualquier tecnología. Además, los canales de distribución estaban abiertos por esa red de gente excepcional que estaba más allá de la cáscara externa a que había sido reducido el ser humano. Ahora sabía que existía, que todos los otros existían y que eso era lo primero en una larga escala de prioridades.


III. “Se hallaba en Baltimore por casualidad; se había detenido allí en un viaje desde Richmond a Fordham (Nueva York), preparatorio de su próxima boda con Sarah Elmira Royster, su gran amor juvenil, a la que iba a unirse después de perder a su primera esposa, Virginia Clemm.”


IV. “En septiembre de 1849 llegó a Baltimore camino de Filadelfia. Un retraso en el tren que habría de llevarle a esta última ciudad sería fatal. El 29 de septiembre visita a un amigo en un deplorable estado de ebriedad. Cinco días más tarde, cinco días de absoluto misterio y vacío en su biografía, otro conocido es informado de que alguien “que puede ser el señor Poe” yace borracho e inconsciente en una taberna de los bajos fondos de Baltimore. Era época de elecciones y se acostumbraba a que los peticionarios de votos emborracharan gratuitamente a los electores. Estas copas electorales pudieron ser la última elección de Poe. Trasladado a un hospital, su extinción era inevitable.”
'''¡Nada de apoyo a las colonias planetarias!'''


= descargar el libro =
: –Buenos días señora Walker.
: –Buenos días señor Ho.
: –Me imagino que habrá visto el informe de la mañana. Sí, desde luego. También supongo que en la compulsa diaria habrá decidido influir en el tema de las colonias planetarias.
: –Así es, señor Ho. Así es. Nadie en esta Tierra va a apoyar ningún esfuerzo, hasta tanto se acabe con la monstruosidad de que un solo ser humano esté bajo los rangos de vida que todos disfrutamos.
: –Cuánto me alegra escucharla, señora Walker. ¡Cuánto me alegro! Pero dígame, ¿en qué momento empezó a cambiar todo?... ¿Cuándo nos dimos cuenta que existíamos y que, por tanto, otros existían? Ahora mismo yo sé que existo, ¡qué estupidez! ¿No es cierto señora Walker?
: –No es ninguna estupidez. Yo existo, porque usted existe y a la inversa. Esta es la realidad, todo lo demás es una estupidez. Creo que los muchachos de... ¿cómo es que se llamaba?... ¿Algo así como “La Inteligencia Torpe”?
: –El Comité para la Defensa del Sistema Nervioso Débil. Nadie los recuerda, por eso les he dedicado un poema.
: –Eso, eso. Bueno, los muchachos se las arreglaron para poner las cosas en claro. En verdad no sé cómo lo hicieron, pero lo hicieron. ¡De otro modo estaríamos convertidos en hormigas, o en abejas, o en trifinus melancólicus! No advertiríamos nada. Por lo menos durante un tiempo más; tal vez nosotros no hubiéramos vivido esto que estamos viviendo. Sólo lamento lo de Clotilde y Damián y tantos otros que no alcanzaron a ver el cambio. Estaban realmente desesperados y lo más grave es que no sabían por qué. Pero miremos hacia el futuro.
: –Así es, así es. Toda la organización social, si es que se le puede llamar así, se está desplomando. En tan poco tiempo se está desarticulando completamente. ¡Es increíble! Pero esta crisis vale la pena. Algunos se asustan porque creen que van a perder algo, ¿pero qué van a perder? Ahora mismo estamos modelando una sociedad nueva. Y cuando arreglemos bien nuestra casa, daremos un nuevo salto. Entonces sí vendrán las colonias planetarias y las galaxias y la inmortalidad. No me preocupa que en el futuro entremos en una nueva estupidez porque ya habremos crecido y, al parecer, nuestra especie se las arregla justo en los momentos más difíciles.
: –Ellos comenzaron con los programas del espacio virtual. Los armaron de tal forma que todo el mundo quiso ponerse a jugar y, de pronto, las personas advirtieron que no eran figuras planas recortadas. Se dieron cuenta que existían. Los chicos fueron el fermento de algo que seguramente iba a ocurrir, sino no se explica la velocidad del asunto. La gente tomó todo en sus manos, ¡ya lo creo! El final de la historia fue espectacular ya que el ochenta y cinco por ciento de la población mundial, o soñó o vio al león alado, y también escuchó las palabras del visitante cuando regresaba a su mundo. Yo lo vi ¿y usted?
: –Yo lo soñé.
: –Es igual... Por ser ésta la primera vez que hablamos, ¿le parecerá excesivo si le pido un gran favor?
: –Vamos, vamos, señora Walker. Estamos viviendo un nuevo mundo y todavía nos cuesta un poco encontrar formas libres de comunicación personal.
: –¿Me leerá usted sus poemas? Imagino que son ineficientes, arbitrarios y, sobre todo, reconfortantes.
: –Así es señora Walker. Son ineficientes y reconfortantes. En cualquier momento se los leeré. Pase usted un maravilloso día.-->
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El Día del León Alado, Planeta 1991.

Libro de Silo incluido en Obras Completas Volumen I terminado de escribir en 1991


Descripción

Desde la introducción de Obras Completas Volumen I:

El Día del León Alado, es una serie de cuentos muy cortos, por unos relatos más extensos de trama compleja y por algunas fantasías próximas a la ciencia- ficción. Precisamente de la última de ellas, El Día del León Alado, el libro toma su título. El autor, transitando una vez más por los caminos del experimento literario, nos entrega ahora unos pocos cuentos entre los que destaca por su originalidad.

En los Ojos Sal, en los Pies Hielo. Para los conocedores de su obra, particularmente del ensayo Psicología de la Imagen, el breve escrito que comentamos aparece como una clara aplicación de su teoría de la conciencia a la descripción de un hecho insólito.

Las otras ficciones que componen este volumen tocan desde la conmovedora situación de un líder africano sin salida, hasta la risueña actividad de un superhombre que, utilizando su habilidad gimnástica, termina por vencer a la ley de gravedad.

Video

(Puede verse un cortometraje en el que Silo lee este relato en el siguiente enlace.)

Ediciones

Publicado en Argentina por Editorial Planeta, 1991; en España por Editorial Antares, 1991.

Tiene tres ediciones en italiano con Multimage (incluyendo la de las Obras Completas). Una en inglés de las Obras Completas de Latitude Press y una en catalán .

Versión italiana.Versión francesa.Versión en catalán (2013).

Traducciones

Ha sido traducido en catalán, francés, inglés, italiano y portugués.

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