El Paisaje Interno

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Libro de Silo incluido en Humanizar la Tierra. Se ha publicado también como libro separado. Su primera redacción y publicación es de 1981.

El Paisaje Interno, editorial Bruguera, 1981.


Explicación

El paisaje interno estudia el sinsentido de la vida con referencia a la lucha contra el nihilismo en el interior de cada ser humano y en la vida social, exhortando a que esta vida se convierta en actividad y militancia al servicio de la humanización del mundo.

El paisaje interno está dividido en dieciocho capítulos y cada uno de ellos en fragmentos. Puede agruparse a los grandes motivos del libro, de este modo:

A. Los dos primeros capítulos son introductorios y se dirigen al lector con preguntas sobre su felicidad o sufrimiento y sobre sus intereses en la vida.
B. Desde el capítulo III al VI, se estudia los diferentes tipos de paisajes (externo, humano e interno) y su interacción.
C. El capítulo VII desarrolla los temas del dolor, el sufrimiento y el sentido de la vida. Esos puntos y los referidos a la validez de la acción en el mundo, van a continuar presentes hasta el capítulo XIII.
D. Desde el capítulo XIV al XVIII, se destaca como tema central la dirección de los actos humanos y los motivos de esa dirección al par que se efectúan propuestas de cambio en el sentido de la vida.

El orden de los temas es el siguiente:

I. LA PREGUNTA - Indaga sobre la felicidad y el sufrimiento. Propone una dirección de superación del sufrimiento.
II. LA REALIDAD - Discute la naturaleza de lo “real”, comprometiendo lo que se percibe en la conformación del ser humano.
III. EL PAISAJE EXTERNO - Destaca que todo paisaje externo varía de acuerdo a lo que sucede en el interior de quien lo percibe.
IV. EL PAISAJE HUMANO - Muestra al paisaje humano, comprometiendo la interioridad del sujeto. Niega que los bandos o facciones actuales tengan derecho a exigir respuestas elaboradas por ellos mismos a los problemas que se presentan en individuos y sociedades. Afirma la necesidad de definir la acción en el mundo humano.
V. EL PAISAJE INTERNO - Explica que en la base del hacer humano están las creencias. Pero destaca que el paisaje interno no es solo un campo de creencias sino de recuerdos, percepciones e imágenes. Hace notar que la relación paisaje interno-externo, es una estructura en la que ambos términos son correlatos que pueden ser tomados como actos u objetos alternadamente.
VI. CENTRO Y REFLEJO - Indica la posibilidad de emplazarse en el centro del paisaje interno, desde donde cualquier dirección que se escoja es reflejo de aquél. Por otra parte, muestra que el aprendizaje se realiza por el hacer, no por el contemplar.
VII. DOLOR, SUFRIMIENTO Y SENTIDO DE LA VIDA - Establece diferencias entre dolor físico y sufrimiento mental. En la frase: “humanizar la Tierra”, pone la clave del sentido de la vida, destacando la primacía del futuro sobre los otros tiempos.
VIII. EL JINETE Y SU SOMBRA - Este capítulo rompe la monotonía de los desarrollos anteriores con un giro de estilo. No obstante, vuelve sobre los problemas de los tiempos en la vida y en ellos busca la raíz del recuerdo, la percepción y la imagen. Esas tres vías, son consideradas luego como “las tres vías del sufrimiento” en la medida en que la contradicción invierte los tiempos de la conciencia.
IX. CONTRADICCIÓN Y UNIDAD - Continúa la exposición sobre el juego de los tiempos. Marca diferencias entre problemas cotidianos o dificultades, con la contradicción. Respecto a esta última, define sus características. Efectúa propuestas de cambio en la organización del paisaje interno.
X. LA ACCIÓN VÁLIDA - Explica que no sólo la contradicción genera sufrimiento, sino toda inversión en la corriente creciente de la vida. Destaca la importancia de la “acción válida” como acto de unidad superador de la contradicción. Este capítulo plantea una velada crítica a los fundamentos de la moral en tanto no están elaborados en base a la necesidad de dar unidad al ser humano, dando referencias para superar la contradicción y el sufrimiento.
XI. PROYECCIÓN DEL PAISAJE INTERNO - Destaca que los actos contradictorios o unitivos comprometen el futuro de quien los produce y de aquellos que están en contacto con él. En tal sentido, la contradicción individual “contamina” a otros y la unidad individual produce también efectos en los demás.
XII. COMPENSACIÓN, REFLEJO Y FUTURO - En el trasfondo de este capítulo está la antigua discusión entre determinismo y libertad. Se pasa revista muy veloz a la mecánica de los actos como juego de acciones compensatorias y también como reflejo del paisaje externo, sin dejar de lado al accidente como otro fenómeno que inhabilita a todo proyecto humano. Finalmente, destaca la búsqueda del crecimiento de la vida sin límite, como salto sobre las condiciones determinantes.
XIII. LOS SENTIDOS PROVISIONALES - Esboza una dialéctica entre “sentidos provisionales” y “sentido de la vida”. Pone como máximo valor la afirmación de la vida e insinúa que la rebelión contra la muerte es el motor de todo progreso.
XIV. LA FE - Considera la impresión de sospecha que se experimenta al escuchar la palabra “fe”. Marca luego diferencias entre fe ingenua, fe fanática y fe al servicio de la vida. Da a la fe especial importancia como energía movilizadora del entusiasmo vital.
XV. DAR Y RECIBIR - Establece que el hecho de dar (a diferencia del recibir, que es centrípeto y muere en el propio sujeto), abre el futuro y que toda acción válida va en esa dirección. Es por el dar que puede modificarse la dirección de una vida contradictoria.
XVI. LOS MODELOS DE VIDA - Explica a los “modelos”, como imágenes que motivan actividades hacia el mundo externo. Hace notar la modificación que sufren tales imágenes con el cambio del paisaje interno.
XVII. EL GUÍA INTERNO - Refiere que existen modelos en el paisaje interno que son ejemplos de acción para el sujeto. A tales modelos se los puede llamar “guías internos”.
XVIII. EL CAMBIO - Se estudia la posibilidad del cambio voluntario en la conducta del ser humano.


Ediciones

Sin contar las ediciones incluidas en Humanizar la Tierra el libro ha tenido ediciones como libro separado: numerosas ediciones en español, una edición en italiano (De Vecchi)...

El Paisaje Interno, editorial Bruguera, 1981. El Paisaje Interno, editorial Bruguera, 1981.


Versiones

La versión actual común a los dos libros donde esta inserto es la que estableció el autor al momento de publicar la trilogía de Humanizar la Tierra (1989); versiones previas han circulado hasta esta fecha.


Conferencia del autor

Dada por Silo el 1 de abril de 1982 en la VIII Feria Internacional del Libro de Madrid.


Algunos analistas eruditos, como quien me ha precedido en el uso de la palabra, han dejado perfectamente encuadrado el problema de la forma de “El Paisaje Interno”. Esto me exime de mayores comentarios sobre el particular.

De todas maneras, quisiera agregar que la estructura expositiva de este libro es idéntica a la de mi obra anterior, “La Mirada Interna”, aún cuando medie entre los dos escritos un lapso de diez años. La identidad formal hizo que algunos englobaran a las dos obras dentro de una misma calificación.

Para aclarar este punto referiré una anécdota…

El año pasado, en la Feria Internacional del Libro en Frankfurt, mi editor alemán explicó que tanto “La Mirada Interna” como “El Paisaje Interno” eran clasificados según los especialistas, dentro de una genérica literatura religiosa. Por otra parte, yo había leído algunos artículos europeos en los que se insistía sobre este punto. La razón principal que se daba en ellos era que estos libros estaban organizados en capítulos y fragmentos nume­rados, al estilo de las obras místicas tradicionales.

Yo no podía negar que estaban numerados los versículos bíblicos o los suras koráni­cos, o los yasnas y fargards del Avesta, o los Brihadosanyaka Upanishads y que también participaban mis escritos, de ese ordenamiento. Pero me vi obligado a desta­car que en obras de importancia de filosofía contemporánea se estaba utilizando crecientemente esta suerte de numeración de los parágrafos, y como ejemplos destacados cité las “ldeen” de Husserl y el “Tractatus” de Wittgestein, sin dejar de mencionar, por otra parte, obras sobre cálculo informacional y tratados de cibernética que cada vez más frecuentemente se iban presentando a los públicos especializados y todos ellos con las famosas numeraciones paragráficas. Para concluir con una sonriente observa­ción, hice notar que los códigos civiles, penales, de procedimientos, etc., eran un ejemplo de tratados religiosos si se consideraba a sus artículos numerados como la definición misma de la literatura mística.

Así las cosas, quedó en claro que no eran estas razones suficientes para ubicar a mi obra dentro de los escritos reli­giosos. Debía haber otros elementos que justificaran tal encuadre. Y esos elementos, tal vez, no estuvieran en la forma sino en el contenido. Pero ya que el contenido de mis libros era la vida humana, de existir la mencionada “religiosidad” esta no habría de referirse a los dioses sino al hombre mismo. Yo siempre creí haber escrito en prosa poética tomando como materia prima, los temas fundamentales de la vida humana. Y de entre ellos escogí el del sentido, el de la dirección de la vida. ¿Se trataba acaso de una teología? ¿O tal vez de una antropología filosófica? ¿Era una descripción o una interpretación? En todo caso, ¿con qué instrumental metódico se contaba para estudiar el sentido de la vida? Y si hablá­bamos de instrumental metódico seguramente habría una lógica previa que -explícita o no- estaría actuando y de haber una lógica, también habría una metafísica.

No trataré en estos pocos minutos, tan difíciles cuestiones sino que más bien me referiré a algunos temas del Paisaje Interno, guiado por el hilo conductor del sentido de la vida, mencionado una y otra vez, e implícito siempre en todo capítulo y pará­grafo de mis escritos.

Tomemos el primer capítulo dirigido al lector en estos términos: “A medida que la vida pasa, ¿crece en tí la felicidad o el sufrimiento?… Si no crece en tí y en quienes te rodean la felicidad y la liber­tad, rechazaré tu ejemplo”. Y más adelan­te:… “Salta por “encima de tu sufrimiento y entonces no crecerá el abismo sino la vida que hay en tí”. “No hay pasión, ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por tanto, tratemos lo único que merece ser tratado: el abismo y aquello que lo sobrepasa”.

Este planteo, aparentemente dualista, pone en evidencia las preocupaciones funda­mentales sobre el “crecimiento de la vida” y la aniquilación de la vida. La aniquila­ción toma una cierta sustancialidad al designarla como “abismo”. Pero no se trata sino de una licencia propia de la prosa poética en la que la sola mención de nihilización del ser, o “tachadura” del ser como propondría Heidegger, provocaría una fractura de estilo irreparable. No estamos pues hablando de “abismo” en términos de sustancia, sino de anonadamiento _ oscurecimiento del ser de la existen­cia humana. Queda claro que el primer efecto dualista desaparece al comprender el concepto de abismo como no-ser, como no-vida y no como entidad en sí.

Se escogió el concepto de abismo por las implicancias sicológicas que tiene y porque suscita registros del tipo de vértigo, asociados a una contradictoria sensa­ción de atracción y rechazo. Esa atracción de la nada que vence en el suicidio o en la embriagadora furia destructora y que motiva al nihilismo de un individuo, de un grupo, o de una civilización.

Así es que aquí no se está tratando la angustia que irrumpe en el existente o la náusea como una pasiva desintegración del sentido, sino el vértigo y la atracción nihilista, “deus inversus” de la vida, que disputan con ésta su reconocimiento.

“No hay pasión ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por tanto, tratemos lo único que merece ser trata­do: el abismo y aquello que lo sobrepasa”

Hagamos aquí un paréntesis. Inmediata­mente después que el pensamiento occidental llegó a la cúspide del idealismo absoluto numerosas corrientes retornaron la preocupación por la existencia humana. Pensadores optimistas trataron de orientarla en una dirección de progreso, otros reaccionaron en diversas opciones vitalistas. Pero, al parecer en el seno de las diversas corrientes se había ya instalado esa pérdida del ser, ese nihilismo que llevaba a un mecanicismo en que la vida humana y su conciencia eran reflejo de condiciones, o bien donde la vida como condición irra­cional sobrepasaba y determinaba mecánica­mente a la conciencia. No sólo en la filosofía y en las nuevas corrientes sicológicas hizo irrupción este nuevo fenómeno, sino en las doctrinas políticas y hasta en el diseño del ideal de felici­dad y de estilo de vida de las pobla­ciones.

No es de extrañar que el desarrollo de las dos tragedias mundiales ampliarán en los hechos lo que ya se había anunciado en las esferas de la especulación, porque claro está, se trataba del mismo fenómeno. Entonces, desde aquel desgarrador “Dios ha muerto” nietzscheano hasta la muerte en masa de millones de seres humanos, había un solo paso. ¿Qué habría de sobrevivir luego como un breve respiro entre la tragedia y el futuro? El absurdo, el sin-sentido. y la pérdida del horizonte vital.

Volviendo a nuestro tema, debemos pre­guntarnos: ¿es que se ha instalado en el corazón del ser humano actual, el abismo o aquello que lo sobrepasa? Y si se tratara del abismo, ¿podría existir algún cambio de dirección que no fuera rechazado por el nihilismo triunfante? Algunos proponen que sólo el temor ha detenido hasta ahora al nihilismo total. Otros dicen que para detener la aniquilación, se debe aniquilar a aquello que impide nuestro avance. Se trata, en todos los casos, de un débil equilibrio impulsado por el mismo nihi­lismo. Y entonces, ¿cómo elegir aquello que sobrepasa el abismo, si en este mecanismo gigantesco las opciones están ya predeter­minadas para las nuevas generaciones, para los contingentes humanos que en este mismo instante están naciendo?

Si en el ser humano existe la libertad de elegir, entonces es posible modificar las condiciones que se preanuncian catastrófi­cas en su mecánico desarrollo. Si por lo contrario, la libertad humana es sólo un mito piadoso, entonces no importa qué rumbo tomen los acontecimientos colectivos o la vida de los individuos, ya que la fatalidad gobierna los hechos.

En “El Paisaje Interno” se afirma la libertad de la vida humana. Es más, se dice que su sentido es por esencia libertad y que esta libertad rechaza el absurdo y la noción de la realidad de “lo dado”.

Así, el capítulo II nos dice:

“¿Qué quieres tú? Si dices que lo más importante es el amor o la seguridad, entonces hablas de estados de ánimo, de algo que no ves”.

“Si dices que lo más importante es el dinero, el poder, el reconocimiento social. la causa justa, Dios o la eterni­dad, entonces hablas de algo que ves o que imaginas. Nos pondremos dé acuerdo cuando digas: “¡Quiero la causa justa porque rechazo el sufrimiento!”.

y más adelante:

“¿De qué realidad hablas al pez ya1 rep­til. al gran animal, al insecto pequeño. al ave. al niño. al anciano. al que duerme ,.y al que frío o ahebrado vigila en su calculo o su espanto?”.

“Digo que el eco de lo real murmura o retumba según el oído que percibe; que si otro fuera el oído. otro canto tendría lo que llamas “realidad”. Por tanto que tu corazón afirme: !Amo la realidad que construyo!” .

y en el capítulo III:

“¿Si un mismo paisaje es diferente para dos personas en dónde está la diferen­cia? ” .

“A veces ocurre que un paisaje es reprobado o aceptado por las multitudes y los pueblos. Sin embargo, ¿esa reprobación, o aceptación está en el paisaje o en el seno de las multitudes y los pueblos?”. “Entre la sospecha y la esperanza, tu vida se orienta hacia paisajes que coin­ciden con algo que hay en tí”.

“Todo este mundo que no has elegido sino que te ha sido dado para que humanices, es el paisaje que más crece cuando crece la vida. Por tanto, que tu corazón nunca diga: “Ni el otoño, ni el mar, ni los montes helados tienen que ver conmigo, sino que afirme: ¡Amo la realidad que construyo! “.

De este modo, va quedando en claro que la noción de la realidad se modifica de acuer­do a la óptica con que es observada. Pero uno de los errores más notables es el de tomar la realidad de acuerdo a mi visión, sin reconocer que tal visión existe. En otros términos (y ya como había descubierto el raciovita1ismo), el sistema de creencias interfiere en la noción de realidad sin advertir que tales creencias existen. Y, en general, las llamadas ideas y hasta ideologías sobre la realidad, no son sino creencias.

Imaginemos ahora un sistema socio-cultu­ral cuya óptica básica de creencias sea de tipo nihilista y comprenderemos que sus ideas o su ideología dominante nos presentarán un mundo, una realidad que habremos de aceptar so pena de ser aniquilados en caso de no hacer lo. Y, por otra parte, si para no ser eliminados, aceptamos tal imposición, también seremos liquidados por el crecimiento y el desarrollo de esa óptica que moldeará nuestra forma de vida de acuerdo al nihilismo dominante.

En la obra se hace distinción entre tres tipos de “paisaje”:

el externo (correspondiente al mundo de la percepción)

el interno (propio de la representación)

y el humano (propio del mundo social).

De esta suerte, se reconoce que la percepción no actúa aislada sino que tanto los datos de memoria personales como las propias representaciones, actúan haciendo que el percep­tor seleccione y articule su percepción. Por otra parte, el mundo social es el que suministra la designación de lo percibido y así hace que lo percibido quede clasificado dentro del horizonte de las creencias de una sociedad particular en un momento dado. Siendo tomada tal designación y clasificación social como un dato propio del individuo.

Por ello, en la introducción al capítulo IV, se va a decir y casi a modo de definición:

“Paisaje externo es lo que percibes de las cosas; paisaje interno es lo que tamizas de ellas con el cedazo de tu mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen tu indisoluble visión de la realidad. Y es por tu visión, que te orientas en una u otra dirección”.

Pero es claro, se agrega, que:

“según avanzas se modifica tu visión. No hay aprendizaje, por pequeño que sea, que se cumpla sólo por contemplar. Aprendes porque algo haces con lo que contemplas y cuan to más haces, más aprendes, ya que según avanzas se modifica tu visión”.

“¿Qué has aprendido del mundo? Has apren­dido lo que has hecho. ¿Qué quieres del mundo? Quieres según lo que te haya sucedido. ¿Qué no quieres del mundo? No quieres de acuerdo a lo que te ocurrió”.

Luego de discutir acerca del conocimien­to de lo real, en el capítulo VII se pasa al problema del registro personal del que percibe y se estable­cen diferencias entre dolor y sufrimiento. Independientemente del conocimiento u opinión que se tenga sobre lo real, los registros de dolor y sufrimiento son seña­les con que cuenta el perceptor para reconocer aquello que amenaza, aquello que nihiliza su existencia.

Frente al dolor físico, la experiencia demuestra que este retrocede en la medida en que avancen la ciencia y la sociedad. Y por ello, quienes contribuyen con el progreso en este sentido, son portavoces y cons­tructores de la humanización del mundo.

Desafortunadamente, el sufrimiento mental no retrocede por el hecho de que la socie­dad y la ciencia avancen. Por ello, es de importancia comprender la estructura del sufrimiento para rescatar de sus dominios al ser humano cotidiano.

Es posible, afirma “El Paisaje Interno”, es posible hacer retroceder el dolor y también el sufrimiento. Pero con respecto a la segunda señal de peligro mencionada, surgen numerosos errores en su interpreta­ción. Uno es considerar al sufrimiento como producto de reacciones frente al medio externo hostil. Esta suerte de interpreta­ción “naturalista” del sufrimiento se basa en la creencia de que los fenómenos mentales son también parte de la realidad dada. En definitiva, se sigue creyendo en ese caso, que existe una naturaleza huma­na de algún modo inmodificable y por tanto, el sufrimiento como parte de, esta natura­leza se supone que no puede ser superado.

El libro ha considerado al paisaje humano como presentado en el mundo de lo natural y por ello, precisamente, se lo menciona así, como “paisaje”. Sin embargo, el mundo social y humano aparece más allá de la observación ingenua como básicamente un mundo histórico, no natural, y la conciencia humana, del mismo modo, como sin natura­leza sino por lo contrario, de existencialidad histórica.

Por todo ello, develar el sentido histórico del ser humano y comprender que en la estructura temporal de su conciencia están los elementos del sufrimiento, es desobjetivizar al hombre y precisamente, humanizarlo en el mejor de los sentidos.

El mundo objetal puede ser modificado y transformado por el hombre pero en tanto él mismo no se considere en devenir y trans­formación, sus objetos serán portadores de su falta de sentido y nihilizarán al mundo. “En el capítulo VII se dice:

“Nombrador de mil nombres, hacedor de sentidos, transformador del mundo…Tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido, ilumi­nas la tierra. Cuando pierdes tu sentido, la tierra se abre”.

“Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: humanizar la tierra. ¿Qué es huma­nizar la tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes”.

“No puedo pedirte que vayas más allá, pero tampoco será ultrajante que yo afirme: Ama la realidad que construyes y ni aún la muerte detendrá tu vuelo”.

“No cumplirás con tu misión si no pones tus fuerzas en vencer el dolor y el sufrimiento en aquellos que te rodean. Y si logras que ellos, a su vez, emprendan la tarea de humanizar el mundo, se abrirá su destino hacia una vida nueva”.

Más adelante, se sigue profundizando en la temática del tiempo de la conciencia.

Pero será bueno aquí hacer algunas consideraciones.

Ya Agustín en sus “Confesiones” había descubierto las diferencias entre el tiempo pensado y el tiempo experiencia1. El desta­caba:”Cuando trato de comprender el tiempo, no lo experimento y cuando lo experimento, no lo comprendo”.

Esta brillante intuición termina asfixia­d? ya en la definición de Hege1 en la que el tiempo es “la abstracción del consumir”. Será necesario un neoaristotélico como Brentano, para redescubrir el problema e inspirar en la Fenomeno1ogia de la con­ ciencia del tiempo inmanente de Husserl, el redescubrimiento del gran Agustín.

Y así las cosas, la conciencia es ya una estructura temporal en la que prima la protención. Esto es casi decir: la con­ciencia humana se organiza merced a su sentido. Contrariemos estos términos y al quitar el sentido a la conciencia, la negaremos.

Este es el punto: La negación del primado del futuro sobre el mundo de lo fáctico; la negación del sentido, es la clave del nihilismo y frente a la nihilización de la conciencia, surge el sufrimiento como señal de peligro.

Y porque en todo sufrimiento ha operado la inversión del futuro, el repliegue del sentido, la pérdida de la dirección hacia adelante, habrá una contradicción de su devenir. “Es la contradicción, lo que invierte la vida”, dirá el libro. No habrá pues otra posibilidad que reorientar la vida hacia el futuro para superar el sufrimiento. Sin embargo, en el existente coti­diana, la creencia en que la vida humana pertenece al mundo’ de lo natural es de fuerte arraigo y sustraer a la conciencia de tal ilusión, no es tarea que pueda realizarse por vía ideológica.

El ser humano sufre por lo que perdió, por lo que no tiene y por lo que desespera de alcanzar. De este modo, por las tres vías del recuerdo, de la percepción y de la imaginación, el sufrimiento se hace presente y delata la ausencia del sentido.

He aquí que la muerte, aparece como la confirmación del sin-sentido ya que se anuncia como la pérdida total de futuro.

Ideológicamente podrá decirse, aún adhi­riendo a nuestra propuestas, que ya que el individuo y la sociedad no pertenecen al mundo de lo fáctico, ya que no tienen naturaleza sino que se deve1an en su histo­ricidad, la muerte no impide que las accio­nes realizadas, contribuyan al desarrollo del futuro humano.

Pero he aquí que la muerte aparece al existente como la irrupción y el dominio definitivo de lo fáctico, frente a lo cual se alzó un día la conciencia humana. Y cualquier futuro que se imagine sin la pre­sencia experiencial de esa conciencia, no pasa de especulación, ni supera a lo fácti­co en la realidad de la existencia.

De manera, que solamente al tomar a la muerte como lo fáctico y romper la ilu­sión de naturalidad de la conciencia, afirmando su futuro, se puede superar el sufrimiento y dotar a todo acto de sentido.

La negación de la posibilidad de futuro para la mente, más allá del absurdo impacto de la muerte, lleva en sí la nihilización de todo acto, de toda intención y de todo sentimiento humano.

Cuando la base de creencias de una socie­dad y, por tanto de sus individuos, termina identificada con lo fáctico, la objetiviza­ción de todo producto humano y del ser humano mismo, se instala triunfalmente. Y esta nihilización lleva en sí la destruc­ción de todo lo que toca. .

Quisiera leer una parte del capítulo XII, que nos dice:

“¿Es que acaso la vida es sólo acción y reacción? El hambre ensueña con la sacie­dad, lo aprisionado con lo suelto; el dolor busca el placer y el placer se hastía de sí mismo”.

“Si la vida es sólo persecución de segu­ridad para quien teme al futuro; afirma­ción de sí para el desorientado; anhelo de venganza para la frustración pasada…

¿Qué libertad, responsabilidad y compromiso podrá sostenerse como invicta bandera?” .

“y si la vida es sólo el espejo que refleja un paisaje, ¿cómo podrá cambiar aquello que refleja?”.

“Si afirmas lo que se busca a sí mismo, aquello cuya naturaleza es transformarse, eso que no tiene saciedad en sí mismo y que por esencia está abierto al futuro, entonces amas la realidad que construyes. Esa es pues tu vida: ¡la realidad que construyes!”

“Que por tu boca hable la vida y ella diga: ¡No existe algo que pueda dete­nerme!”

“Inúti1 y malvada profecía que anuncia la hecatombe del mundo. Yo afirmo que el ser humano habrá no solamente de seguir viviendo, sino que crecerá sin límite. Y también digo que los negadores de la vida desean robar toda esperanza: palpitante corazón del acto humano”.

“Quiera tu futura alegría, que en los momentos más sombríos recuerdes esta frase: ¡La vida busca el crecimiento, no la compensación de la nada!”

Y más adelante se afirma:

“Por ello quiero a los santos que no temen, sino que verdaderamente aman Y quiero a los que con su ciencia y su razón, vencen a diario el dolor y el su­frimiento. y en verdad no veo diferencia entre el santo y el que alienta la vida con su ciencia. ¿Qué mejores ejemplos, qué guías superiores a esos guías?

“Un sentido que quiera ir más lejos que lo provisional, no admitirá la muerte como el fin de la vida, sino que afirmará la trascendencia como máxima desobe­diencia al aparente Destino”.

“Si la razón debe estar en función de la vida, que sirva para hacernos saltar sobre la muerte. Que la razón, entonces, elabore un sentido exento de toda frustración, .de todo accidente, de todo agotamiento” ‘.

Ya en estas frases aparece lo que, según dijéramos al comienzo de nuestra exposi­ción, ha hecho que algunos pudieran clasificar a la obra, dentro de la literatura mística.

Sí, tal vez entramos aquí en el terreno de la mística, pero en ella no hay dioses, ni cielos, ni infiernos. Hay más bien el descubrimiento racional de que la creen­cia en la trascendencia es útil para la vida, porque dota a ésta de un sentido que lo fáctico no puede destruir. Esta afirma­ción, proclama que la anulación del ente no es idéntica al anonadamiento del ser, pero que si por la ilusión naturalista se identifica al mundo de lo dado con el mundo humano de modo definitivo, en esa creencia estará la raiz del sufrimiento y, por tanto, la nihilización del futuro.

En los capitulo s siguientes, la creencia ya aparece designada como “fe”.

Se pasa revista a los distintos tipos de fe: así hay una fe ingenua que lleva al accidente, una fe fanática que es también negadora de la existencia y una fe fundamentada que es útil para la vida.

Seguramente, el hecho de considerar a la fe en términos de utilidad, crea en el lector una sensación ambigua. Esto es así, porque la palabra “fe” está cargada con las copresencias propias de los siste­mas religiosos y ligada, por cierto, a lo espiritual. Se piensa, en general, que lo espiritual y lo útil se oponen o, por lo menos, pertenecen a regiones que no tienen contacto entre si. Ello no debe desorien­tar, si se comprende a la fe en función de la vida y no fuera de ella. Pero semejante discusión nos alejaría un tanto de los comentarios que ahora nos ocupan…

Prefiero retomar el tema de la contradic­ción para que todo lo anterior se clarifi­que al máximo dentro de lo que permite esta breve exposición. Veamos algunos parágrafos:

“La contradicción invierte la vida. Es la inversión de esa corriente creciente de la vida lo que se experimenta como sufrimiento. Por ello. el sufrimiento es la señal que advierte sobre la necesidad de cambio en la dirección de las fuerzas que se oponen”.

“Todo acto contradictorio. que por cual­quier circunstancia hayas efectuado en tu vida tiene un inequívoco sabor de vio­lencia interna y de traición a tí mismo… Algo se fracturó y cambió tu rumbo. Pero ello te predispuso a una nueva fractura Así es que todo acto contradictorio te obliga a su repetición aunque te opongas. del mismo modo en que todo acto de unidad te lleva a la repetición pero acrecienta’ la vida”.

“Los actos contradictorios o unitivos hacen a la esencial construcción de tu vida. En el momento en que te encuentres enfrentado a ellos. no debes equivocarte porque si lo haces comprometerás tu futuro e invertirás la’ corriente de tu vida…

¿Cómo saldrás del sufrimiento luego?”

“¿Y cuál es el sabor del acto de unidad? Para reconocerlo te basarás en la profunda paz que acompañada de una suave a1egria,te pone en acuerdo contigo mismo. Este acto tiene por señal a la verdad más íntegra, porque en él se unifican en estrecha amistad el pensamiento, el sentimiento y el hacer en el mundo. ¡Indudable acción válida que se afirmaría mil veces más, si se viviera otras tantas vidas!”.

“Todo fenómeno que hace retroceder el sufrimiento en otros, se registra en quien lo produce como acto válido, como acto de unidad”.

Aquí ya hemos llegado a la necesidad de una moral que no está justificada sim­plemente por razones de convivencia social o porque la “naturaleza humana” así lo exige. No hay moral que pueda asentarse­ valederamente en la imposición de lo fác­tico, sino que por lo contrario debe admitir la libertad, la posibilidad de elegir entre un acto u otro. En este caso, una nueva moral puede justificarse al comprender que la producción de actos contradictorios o unitivos encadena a las posteriores acciones en una dirección sufriente o felicitaria. Como, por otra parte, se ha destacado el paradigma del acto de unidad en la ayuda a otros para su libera­ción del dolor y él sufrimiento, aparece claro que en el mundo social no hay acto moral aislado, que comience y termine en el individuo, sino que siempre implica a otros en su ejercicio y sus consecuencias.

Por ello también, en esta moral de la libertad, el acto inmoral no empieza y termina en el individuo aislado sino que contamina a otros y trae sufrimiento al cuerpo social en mayor o menor medida, comprometiendo también su futuro.

Ya en el capítulo XV, se llegará a decir:

“Si hablamos del “dar” y de la “ayuda”, tú pensarás sobre lo que te pueden dar, o acerca de cómo te pueden ayudar…Digo que tu egoísmo no es un pecado sino tu fundamental error de cálculo, porque has creído, ingenuamente, que recibir es más que dar… Recuerda los mejores momentos de tu vida y comprenderás que siempre estuvieron relacionados con un dar desprendido. Esta sola reflexión debería ser suficiente para cambiar radicalmente la dirección de tu existen­cia… Pero no será suficiente”.

“Es de esperar que esté hablando -se sigue diciendo- para otro y no para tí, ya que seguramente habrás comprendido frases como “humanizar la tierra”, “abrir el futuro”, “sobrepasar el su­frimiento en el mundo que te rodea” y otras cuantas más, que tienen como base la capacidad de dar”.

“Amar la realidad que se construye, no es poner como clave del mundo, la solu­ción a los propios problemas… ¿quieres sobrepasar tu contradicción profunda? Entonces, produce acciones válidas. Si ellas son tales, será porque estás dando ayuda a quienes te rodean”.

Ya a estas alturas puede comprenderse bien por qué este libro ha sido calificado de religioso. Reconsideremos por un momento temas mencionados como la fe, la trascendencia y por último la moral y entonces resultará inequívoca la sensación que tendrá cualquier clasificador formado en los esquemas convencionales.

Por nuestra parte, no hemos querido eludir palabras que se suponía comprendidas de una vez y para siempre. Muy por el contrario, hemos tratado de redefinirlas y ubicarlas en un nuevo contexto de pensa­miento, rescatándolas del campo que ha querido asignarle el bandolerismo semántico de los bienpensantes ajustados a la moda.

Repito ahora, lo dicho casi al comienzo de esta exposición. “El Paisaje Interno”, es un libro escrito en prosa poética, que trata acerca de la vida humana y que considera de ella el tema central del sentido. Y si el tratamiento de tales temas necesariamente toca a la fe, a la trascendencia y a cuestiones de moral, no veo por cuáles motivos todo esto deba ser eludido.

En cuanto a las consecuencias prácticas que se desprenden de los planteas de la obra, creo que los dos capítulos finales las aclaran convenientemente. En lo que hace a la proyección social del punto de vista de “El Paisaje Interno”, esto ha quedado debidamente explicitado en la conferencia dada el 8 de Noviembre de 1981 en “La Mutualité” de París. No será difícil para cualquier persona genuina­mente interesada en el tema, apelar al texto mencionado. De momento, es claro para todos los presentes que tales consi­deraciones no se ajustan al análisis de esta obra en el actual contexto. Nada más, muchas gracias.


Texto Completo

A continuación se reproduce el texto completo de El Paisaje Interno en su versión oficial, que se puede encontrar en www.silo.net


I. LA PREGUNTA

1. He aquí mi pregunta: ¿a medida que la vida pasa, crece en ti la felicidad o el sufrimiento? No pidas que defina estas palabras. Responde de acuerdo a lo que sientes...
2. Aún cuando sabio y poderoso, si no crece en ti y en quienes te rodean la felicidad y la libertad, rechazaré tu ejemplo.
3. Acepta en cambio mi propuesta: sigue el modelo de aquello que nace, no de lo que camina hacia la muerte. Salta por encima de tu sufrimiento y entonces no crecerá el abismo sino la vida que hay en ti.
4. No hay pasión, ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por tanto, tratemos lo único que merece ser tratado: el abismo y aquello que lo sobrepasa.


II. LA REALIDAD

1. ¿Qué quieres tú? Si dices que lo más importante es el amor o la seguridad, entonces hablas de estados de ánimo, de algo que no ves.
2. Si dices que lo más importante es el dinero, el poder, el reconocimiento social, la causa justa, Dios o la eternidad; entonces hablas de algo que ves o que imaginas.
3. Nos pondremos de acuerdo, cuando digas: “¡Quiero la causa justa porque rechazo el sufrimiento!”; “...quiero esto porque me tranquiliza; no quiero aquello porque me desconcierta o me violenta”.
4. ¿Será entonces que toda aspiración, toda intención, toda afirmación y toda negación, tienen por centro tu estado de ánimo? Podrías replicar que aunque triste o alegre, un número es siempre el mismo y que el sol es el sol, aunque no exista el ser humano.
5. Yo te diré que un número es distinto a sí mismo según tengas que dar o recibir, y que el sol ocupa más lugar en los seres humanos que en los cielos.
6. El fulgor de una brizna encendida, o de una estrella, danza para tu ojo. Así, no hay luz sin ojo y si otro fuera el ojo distinto efecto tendría ese fulgor.
7. Por tanto, que tu corazón afirme: “¡Amo ese fulgor que veo!”, pero que nunca diga, “¡ni el sol, ni la brizna, ni la estrella, tienen que ver conmigo!”.
8. ¿De qué realidad hablas al pez y al reptil, al gran animal, al insecto pequeño, al ave, al niño, al anciano, al que duerme y al que frío o afiebrado vigila en su cálculo o su espanto?
9. Digo que el eco de lo real murmura o retumba según el oído que percibe; que si otro fuera el oído, otro canto tendría lo que llamas “realidad”.
10. Por tanto, que tu corazón afirme: “¡Quiero la realidad que construyo!”.


III. EL PAISAJE EXTERNO

Mira cómo, lentamente, camina esa pareja. Mientras él enlaza su cintura ella reclina su cabeza sobre el hombro amistoso. Y avanzan en el otoño de las hojas crepitantes... en la expiración del amarillo, del rojo y del violeta. Jóvenes y hermosos avanzan, sin embargo, hacia la tarde de la niebla plomo. Una llovizna fría y los juegos de los niños, sin niños, en jardines desiertos.

1. Para unos, esto reaviva suaves y tal vez, amables nostalgias. Para otros, libera sueños. Para algunos más, promesas que serán cumplidas en los días radiantes que vendrán. Así, frente a un mismo mar, este se angustia y aquél, reconfortado, se expande. Y mil más, sobrecogidos, contemplan los peñones helados; mientras otros tantos, admiran esos cristales tallados a escala gigantesca. Unos deprimidos, otros exaltados, frente al mismo paisaje.
2. Si un mismo paisaje es diferente para dos personas, ¿en dónde está la diferencia?
3. Ha de suceder con aquello que se ve y aquello que se escucha. Toma como ejemplo la palabra “futuro”. Este se crispa, aquél permanece indiferente y un tercero sacrificaría su “hoy” por ella.
4. Toma como ejemplo la música. Toma como ejemplo las palabras con significado social o religioso.
5. A veces ocurre que un paisaje es reprobado o aceptado por las multitudes y los pueblos. Sin embargo, esa reprobación o aceptación, ¿está en el paisaje o en el seno de las multitudes y los pueblos?
6. Entre la sospecha y la esperanza tu vida se orienta hacia paisajes que coinciden con algo que hay en ti.
7. Todo este mundo que no has elegido sino que te ha sido dado para que humanices, es el paisaje que más crece cuanto crece la vida. Por tanto, que tu corazón nunca diga: “¡Ni el otoño, ni el mar, ni los montes helados tienen que ver conmigo!”, sino que afirme: “¡Quiero la realidad que construyo!”.


IV. EL PAISAJE HUMANO

Si una estrella lejana está ligada a ti, ¿qué debo pensar de un paisaje viviente en el que los venados eluden los árboles añosos y los animales más salvajes lamen a sus crías suavemente? ¿Qué debo pensar del paisaje humano en el que conviviendo la opulencia y la miseria unos niños ríen y otros no encuentran fuerzas para expresar su llanto?

1. Porque si dices: “Hemos llegado a otros planetas”, debes declarar también: “Hemos masacrado y esclavizado a pueblos enteros, hemos atestado las cárceles con gentes que pedían libertad, hemos mentido desde el amanecer hasta la noche... hemos falseado nuestro pensamiento, nuestro afecto, nuestra acción. Hemos atentado contra la vida a cada paso porque hemos creado sufrimiento”.
2. En este paisaje humano, conozco mi camino. ¿Qué pasará si nos cruzamos en dirección opuesta? Yo renuncio a todo bando que proclame un ideal más alto que la vida y a toda causa que, para imponerse, genere sufrimiento. Así es que, antes de acusarme por no formar parte de facciones, examina tus manos. No sea que en ellas descubras la sangre de los cómplices. Si crees que es valiente comprometerte con aquéllas ¿qué dirás de ése al que todos los bandos asesinos acusan de no comprometerse? Quiero una causa digna del paisaje humano: la que se compromete a superar el dolor y el sufrimiento.
3. Niego todo derecho a la acusación que provenga de un bando en cuya historia (cercana o lejana), figure la supresión de la vida.
4. Niego todo derecho a la sospecha que provenga de aquellos que ocultan sus sospechosos rostros.
5. Niego todo derecho a bloquear los nuevos caminos que necesita recorrer el ser humano, aunque se ponga como máximo argumento a la urgencia actual.
6. Ni aún lo peor del criminal me es extraño. Y si lo reconozco en el paisaje, lo reconozco en mí. Así es que quiero superar aquello que en mí y en todo hombre lucha por suprimir la vida. ¡Quiero superar el abismo!

Todo mundo al que aspiras, toda justicia que reclamas, todo amor que buscas, todo ser humano que quisieras seguir o destruir, también están en ti. Todo lo que cambie en ti, cambiará tu orientación en el paisaje en que vives. De modo que si necesitas algo nuevo, deberás superar lo viejo que domina en tu interior. ¿Y cómo harás esto? Comenzarás por advertir que aunque cambies de lugar, llevas contigo tu paisaje interno.


V. EL PAISAJE INTERNO

1. Tú buscas lo que crees que te hará feliz. Eso que crees, sin embargo, no coincide con lo que otro busca. Podría suceder que tú y aquél anhelaran cosas opuestas y que llegaran a creer que la felicidad del uno se opone a la del otro; o bien, que anhelaran la misma cosa y al ser ésta única o escasa, llegaran a creer del mismo modo, que la felicidad del uno se opone a la del otro.
2. Tal parece que se podría disputar tanto por un mismo objeto, como por objetos opuestos entre sí. ¡Extraña lógica la de las creencias capaz de mover un similar comportamiento respecto de un objeto y de su opuesto!
3. Ha de estar en la médula de lo que crees la clave de lo que haces. Tan poderosa es la fascinación de lo que crees que afirmas su realidad aunque sólo exista en tu cabeza.
4. Pero volviendo al punto: tú buscas lo que crees que te hará feliz. Aquello que crees de las cosas no está en ellas sino en tu paisaje interno. Cuando tú y yo miramos esa flor podemos coincidir en muchas cosas. Pero cuando dices que ella te dará la felicidad suprema me dificultas toda comprensión porque ya no hablas de la flor, sino de lo que crees que ella hará en ti. Hablas de un paisaje interno que tal vez no coincida con el mío. Bastará con que des un paso más para que trates de imponerme tu paisaje. Mide las consecuencias que se pueden derivar de ese hecho.
5. Es claro que tu paisaje interno no es sólo lo que crees acerca de las cosas sino también lo que recuerdas, lo que sientes y lo que imaginas sobre ti y los demás; sobre los hechos, los valores y el mundo en general. Tal vez debamos comprender esto: paisaje externo es lo que percibimos de las cosas, paisaje interno es lo que tamizamos de ellas con el cedazo de nuestro mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad.


VI. CENTRO Y REFLEJO

“Paisaje externo es lo que percibimos de las cosas, paisaje interno es lo que tamizamos de ellas con el cedazo de nuestro mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad.” Y es por esta visión que nos orientamos en una dirección u otra.

1. Pero está claro que, según avanzas, se modifica tu visión.
2. No hay aprendizaje, por pequeño que sea, que se cumpla sólo al contemplar. Aprendes porque algo haces con lo que contemplas y cuanto más haces más aprendes, ya que según avanzas se modifica tu visión.
3. ¿Qué has aprendido sobre el mundo? Has aprendido lo que has hecho. ¿Qué quieres del mundo? Quieres según lo que te haya sucedido. ¿Qué no quieres del mundo? No quieres de acuerdo a lo que te ocurrió.
4. Escúchame, jinete que cabalgas a horcajadas del tiempo: puedes llegar a tu paisaje más profundo por tres distintas sendas. ¿Y qué encontrarás en su interior? Emplázate en el centro de tu paisaje interno y verás que toda dirección multiplica ese centro.
5. Rodeado por una muralla triangular de espejos tu paisaje se refleja infinitamente en infinitos matices. Y allí todo movimiento se convierte y recompone una y otra vez conforme orientes tu visión por el camino de imágenes que hayas elegido. Puedes llegar a ver delante tuyo tus propias espaldas y al mover una mano a la derecha ésta responderá a la izquierda.
6. Si ambicionas algo en el espejo del futuro verás que corre en dirección opuesta en el espejo del hoy o del pasado.
7. Jinete que cabalgas a horcajadas del tiempo, ¿qué cosa es tu cuerpo sino el tiempo mismo?


VII. DOLOR, SUFRIMIENTO Y SENTIDO DE LA VIDA

1. El hambre, la sed, la enfermedad y toda injuria corporal, son el dolor. El temor, la frustración, la desesperanza y toda injuria mental, son sufrimiento. El dolor físico retrocederá en la medida en que avancen la sociedad y la ciencia. El sufrimiento mental retrocederá en la medida en que avance la fe en la vida, esto es: en la medida en que la vida cobre un sentido.
2. Si acaso te imaginas como un bólido fugaz que ha perdido su brillo al tocar esta tierra, aceptarás al dolor y al sufrimiento como la naturaleza misma de las cosas. Pero si crees que has sido arrojado al mundo para cumplir con la misión de humanizarlo, agradecerás a los que te precedieron y construyeron trabajosamente tu peldaño para continuar en el ascenso.
3. Nombrador de mil nombres, hacedor de sentido, transformador del mundo... tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido iluminas la tierra. Cuando pierdes tu sentido la tierra se oscurece y el abismo se abre.
4. Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: ¡humanizar la Tierra! ¿Qué es humanizar la Tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes.
5. No puedo pedirte que vayas más allá pero tampoco será ultrajante que yo afirme: “¡Ama la realidad que construyes y ni aún la muerte detendrá tu vuelo!”.
6. No cumplirás con tu misión si no pones tus fuerzas en vencer el dolor y el sufrimiento en aquellos que te rodean. Y si logras que ellos, a su vez, emprendan la tarea de humanizar al mundo, abrirás su destino hacia una vida nueva.


VIII. EL JINETE Y SU SOMBRA

Cuando el sol arreboló el camino, la silueta se alargó entre piedras y severos matorrales. Y el jinete fue enlenteciendo la marcha hasta que se detuvo muy cerca de un fuego joven. Y un hombre viejo, que con sus manos acariciaba las llamas, saludó al jinete. Este desmontó y ambos hablaron. Luego el jinete continuó su camino.

Cuando la sombra cayó bajo los cascos del caballo, el jinete se detuvo un instante e intercambió palabras con un hombre que lo detuvo a la vera del camino.

Cuando la sombra se alargó a espaldas del jinete, éste ya no aminoró el paso. Y un joven que quiso detenerlo alcanzó a gritar: “¡Vas en dirección opuesta!”.

Pero la noche desmontó al jinete y éste sólo vio la sombra en su alma. Entonces, suspirando para sí y las estrellas, dijo:

“En un mismo día un viejo me habló de la soledad, la enfermedad y la muerte; un hombre, acerca de cómo son las cosas y las realidades de la vida. Finalmente, un joven ni siquiera me habló sino que gritando quiso desviar mi camino en dirección desconocida. El viejo sentía temor a perder sus cosas y su vida; el hombre, temor por no alcanzar a tomar lo que creía que eran sus cosas y su vida. Y el joven, temor a no poder escapar de sus cosas y su vida.

Extraños encuentros éstos en los que el anciano sufre por el corto futuro y se refugia en su largo pasado. El hombre sufre por su situación actual buscando abrigo en lo que pasó o habrá de suceder, según se lo ajuste por el frente o por atrás. Y el joven sufre porque un corto pasado muerde sus talones impulsando su fuga hacia el largo futuro. Sin embargo, reconozco en el rostro de los tres mi propio rostro y me parece advertir que todo ser humano, sea cual fuere su edad, puede transitar por esos tiempos y ver en ellos fantasmas que no existen. ¿O existe hoy aquella ofensa de mi juventud? ¿O existe hoy mi vejez? ¿O anida hoy, en esta oscuridad, mi muerte?

Todo sufrimiento se desliza por recuerdo, por imaginación, o por aquello que se percibe. Pero gracias a esas tres vías existe el pensamiento y el afecto y el quehacer humano. Ha de ser, entonces, que si esas vías son necesarias también son conductos de destrucción si las contamina el sufrimiento.

¿Pero no será el sufrimiento el aviso que nos da la vida cuando su correntada es invertida? La vida puede ser invertida por algo (para mí desconocido), que se hace con ella. Así pues ese anciano, ese hombre y ese joven, algo han hecho con sus vidas para que ellas se inviertan”. Entonces el jinete que meditaba en la oscuridad de la noche se durmió. Y al dormirse soñó y en su sueño se iluminó el paisaje. Allí estaba en el centro de un espacio triangular, amurallado por espejos. Los espejos reflejaban su imagen, multiplicándola. Según escogiera una dirección, se veía como anciano; al tomar otra, su rostro era de hombre o, finalmente, de muchacho... Pero él se sentía como un niño, en el centro de sí mismo.

Entonces sucedió que todo comenzó a oscurecerse y cuando no pudo reconocer más que una pesada oscuridad, despertó. Abrió los ojos y vio la luz del sol. Luego montó en su cabalgadura y al ver que la sombra se alargaba, dijo para sí: “Es la contradicción la que invierte la vida y genera sufrimiento... El sol se opone para que el día sea noche pero el día será según lo que yo haga con él”.


IX. CONTRADICCIÓN Y UNIDAD

1. La contradicción invierte la vida. Es la inversión de esa corriente creciente de la vida la que se experimenta como sufrimiento. Por ello el sufrimiento es la señal que advierte sobre la necesidad de cambio en la dirección de las fuerzas que se oponen.
2. Aquel que se encuentra detenido en la marcha por su repetida frustración está aparentemente detenido porque, en verdad, regresa. Y una vez y otra vez, los fracasos pasados cierran su futuro. Quien se siente frustrado ve el futuro como repetición de su pasado al tiempo que experimenta la necesidad de separarse de él.
3. Quien presa del resentimiento acomete el futuro, ¿qué no hará por vengar en intrincado desquite, su pasado?
4. Y en la frustración y en el resentimiento se violenta el futuro para que curve su lomo en sufriente regreso.
5. A veces, los sabios recomendaron el amor como escudo protector de los sufrientes embates... Pero la palabra “amor”, engañosa palabra, ¿significa para ti el desquite del pasado o una original, límpida y desconocida aventura lanzada al porvenir?
6. Así como he visto a lo solemne cubrir grotescamente lo ridículo, así como he visto a la vacua seriedad enlutar lo grácil del talento, he reconocido en muchos amores la autoafirmación vindicativa.
7. ¿Qué imagen tienes de los sabios? ¿Verdad que los concibes como seres solemnes, de ademanes pausados... como quienes han sufrido enormemente y en función de ese mérito te invitan desde las alturas con suaves frases en las que se repite la palabra “amor”?
8. Yo, en todo verdadero sabio he visto un niño que corretea en el mundo de las ideas y las cosas, que crea generosas y brillantes burbujas a las que él mismo hace estallar. En los chispeantes ojos de todo verdadero sabio he visto “danzar hacia el futuro los pies ligeros de la alegría”. Y muy pocas veces he escuchado de su boca la palabra “amor”... porque un sabio verdadero nunca jura en vano.
9. No creas que por la venganza purificas tu pasado sufriente, ni tampoco por usar el “amor” como poderosa palabra, o como recurso de una nueva trampa.
10. Verdaderamente amarás cuando construyas con la mira puesta en el futuro. Y si recuerdas lo que fue un gran amor sólo habrás de acompañarlo con suave y silenciosa nostalgia, agradeciendo la enseñanza que ha llegado hasta tu día actual.
11. Así es que no romperás tu sufrimiento pasado falseando o envileciendo el futuro. Lo harás cambiando la dirección de las fuerzas que provocan contradicción en ti.
12. Creo que sabrás distinguir entre lo que es dificultad (bienvenida sea, ya que puedes saltar sobre ella) y lo que es contradicción (solitario laberinto sin punto de salida).
13. Todo acto contradictorio que por cualquier circunstancia hayas efectuado en tu vida, tiene un inequívoco sabor de violencia interna y de traición a ti mismo. Y no importará por qué motivos te encontraste en esa situación, sino cómo organizaste tu realidad, tu paisaje, en ese preciso instante. Algo se fracturó y cambió tu rumbo. Ello te predispuso a una nueva fractura. Así es que todo acto contradictorio te orienta a su repetición, del modo en que todo acto de unidad, también busca reflotar más adelante.
14. En los actos cotidianos se vencen dificultades, se logran pequeños objetivos, o se cosechan minúsculos fracasos. Son actos que complacen o desagradan pero que acompañan el vivir diario, como los andamios de una gran construcción. Ellos no son la construcción pero son necesarios para que ésta se efectúe. Tal vez estos andamios sean de un material u otro, no importará eso, mientras sean idóneos para su objetivo.
15. En cuanto a la construcción en sí, donde pongas material defectuoso multiplicarás el defecto y donde lo pongas sólido, proyectarás la solidez.
16. Los actos contradictorios o unitivos hacen a la esencial construcción de tu vida. En el momento en que te encuentres enfrentado a ellos no debes equivocarte, porque si lo haces comprometerás tu futuro e invertirás la corriente de tu vida... ¿Cómo saldrás del sufrimiento luego?
17. Pero sucede que en estos momentos son numerosos ya tus actos contradictorios. ¿Si desde los cimientos todo está falseado qué queda por hacer? ¿Desmontar acaso toda tu vida para empezar de nuevo? Permíteme decirte que no creo que toda tu construcción sea falsa. Por consiguiente, abandona ideas drásticas que puedan acarrearte males mayores que los que hoy padeces.
18. Una vida nueva no se basa en la destrucción de los “pecados” anteriores sino en su reconocimiento, de modo que resulte clara en adelante la inconveniencia de aquellos errores.
19. Una vida comienza cuando comienzan a multiplicarse los actos unitivos de manera que su excelencia vaya compensando (hasta finalmente desequilibrar favorablemente), la relación de fuerzas anterior.
20. Debes ser muy claro en esto: tú no estás en guerra contigo mismo. Empezarás a tratarte como un amigo con el que hay que reconciliarse, porque la misma vida y la ignorancia te alejaron de él.
21. Necesitarás una primera decisión para reconciliarte comprendiendo tus contradicciones anteriores. Luego, una nueva decisión para querer vencer tus contradicciones. Por último, la decisión de construir tu vida con actos de unidad rechazando los materiales que tanto perjuicio han atraído sobre tu cabeza.
22. Es conveniente, en efecto, que aclares en tu pasado y en tu situación actual los actos contradictorios que verdaderamente te aprisionan. Para reconocerlos te basarás en los sufrimientos acompañados de violencia interna y del sentimiento de traición a ti mismo. Ellos tienen netas señales.
23. No estoy diciendo que debas mortificarte en exhaustivos recuentos sobre el pasado y el momento actual. Recomiendo, simplemente, que consideres todo aquello que cambió tu rumbo en dirección desafortunada y que te mantiene ligado con fuertes ataduras. No te engañes una vez más al decirte que aquellos son “problemas superados”. No está superado, ni comprendido adecuadamente, aquello que no se ha cotejado a una nueva fuerza que compense y sobrepase su influencia.
24. Todas estas sugerencias tendrán valor si estás dispuesto a crear un nuevo paisaje en tu mundo interno. Pero nada podrás hacer por ti, pensando sólo en ti. Si quieres avanzar tendrás algún día que admitir que tu misión es humanizar el mundo que te rodea.
25. Si quieres construir una nueva vida libre de contradicciones, superadora creciente del sufrimiento, tendrás en cuenta dos falsos argumentos: el primero se ofrece como la necesidad de solucionar los íntimos problemas antes de acometer ninguna acción constructiva en el mundo. El segundo aparece como un total olvido de sí mismo, como un declamativo “compromiso con el mundo”.
26. Si quieres crecer ayudarás a crecer a quienes te rodean. Y esto que afirmo, estés o no de acuerdo conmigo, no admite otra salida.


X. LA ACCIÓN VÁLIDA

1. Toda inversión en la correntada creciente de la vida, se experimenta como sufrimiento. Por ello, no solo la contradicción es fuente de injuria mental. Pero mientras numerosas formas de sufrimiento pueden ser sobrepasadas por imperio de las circunstancias, la contradicción permanece tejiendo su oscura red de sombras.
2. ¿Quién no ha sufrido la pérdida de afectos, de imágenes, de objetos? ¿Quién no ha temido, quién no ha desesperado, quién no ha compadecido y quién no se ha agitado en irritada rebelión contra los hombres, la naturaleza o los fatales desenlaces no queridos? Sin embargo, aquello que se temió en la oscuridad se esfumó con el día y mucho de lo perdido fue olvidado. Pero aquella íntima traición a sí mismo perdura en el pasado y envenena el futuro.
3. Lo más importante de la vida humana se construye con materiales de unidad o contradicción. Y ésa es la profunda memoria que continúa proyectando la existencia más allá de todo aparente límite, o que la desintegra en el preciso umbral. ¡Quepa a todo ser humano en su revisión final, la rememoración de su unidad interna!
4. ¿Y cuál es el sabor del acto de unidad? Para reconocerlo te basarás en la profunda paz que acompañada de una suave alegría te pone en acuerdo contigo mismo. Este acto tiene por señal a la verdad más íntegra porque en él se unifican en estrecha amistad el pensamiento, el sentimiento y el hacer en el mundo. ¡Indudable acción válida que se afirmaría mil veces más si se vivieran otras tantas vidas!
5. Todo fenómeno que hace retroceder el sufrimiento en otros se registra en quien lo produce como un acto válido, como un acto de unidad.
6. Entre dos tendencias se limita el hacer: allí el abismo que crece en la contradicción y, por encima, el vuelo que permite sobrepasarlo en acto válido.
7. Y la cuerda de la vida toma su singular modulación, en tanto se afloje o tense, hasta alcanzar la nota a que se aspira. Debe haber una nota y un ajuste y un especial procedimiento, de manera que la vibración ruede y luego se multiplique de modo conveniente.
8. La moral de los pueblos balbuceó con el hombre a medida que este se irguió en el paisaje. Y la moral señaló el “si” y el “no” de la acción, reivindicando lo “bueno”, persiguiendo a lo “malo”. ¿Seguirá lo bueno siendo bueno en este paisaje tan diverso? Si un inmutable Dios así lo afirma, ¡sea! Pero si Dios ha desaparecido para muchos ¿a quién queda ya juzgar? Porque la ley cambia con la opinión de los tiempos.
9. Este es el punto: ¿aquellos principios de acción válida que permitan a todo ser humano vivir en unidad interna serán fijas imágenes que habrán de obedecerse, o corresponderán a lo que se experimente cuando se los rechace o se los cumpla?
10. No discutiremos aquí la naturaleza de los principios de acción válida. En todo caso, tendremos en cuenta la necesidad de su existencia.


XI. PROYECCIÓN DEL PAISAJE INTERNO

Hemos hablado del paisaje, del sufrimiento, de la contradicción y de aquellos actos que dan unidad a la corriente de la vida. Pudiera creerse que todo ello permanece encerrado en el interior de cada ser humano o, en todo caso, que se exterioriza como acción individual sin otra consecuencia. Pues bien, las cosas son del modo opuesto.

1. Toda contradicción invierte la vida, comprometiendo el futuro de quien la padece y de aquellos que están en contacto con ese agente transmisor de infortunio. Toda contradicción personal contamina el paisaje humano inmediato como invisible enfermedad que se detecta solo en los efectos.
2. Antiguamente se culpaba a demonios y brujos por toda plaga que azotaba a las regiones. Pero, con el tiempo, el avance de la ciencia hizo más por los acusadores y acusados que el milenario clamor irresponsable. ¿En qué bando hubieras comprometido tu opinión? Tanto del lado de los puros como del lado de los réprobos, hubieras enzarzado sólo tu torpeza.
3. Aún hoy, cuando buscas a los culpables de tus desgracias, te sumas a la larga cadena de la superstición. Reflexiona, por tanto, antes de levantar tu dedo porque tal vez el accidente o, en otros casos, la proyección de tus contradicciones provocaron los tristes desenlaces.
4. Que tus hijos se orienten en dirección opuesta a tus designios tiene que ver más contigo que con tu vecino y, por cierto, que con un terremoto acontecido en otra latitud del mundo.
5. Así es que si tu influencia llega a un pueblo cuida muy bien de sobrepasar tu contradicción a fin de no envenenar con ella el aire que todos los demás respiren. Tú serás responsable por ti y por aquellos que reúnas a tu alrededor.
6. Por todo esto, si tu misión consiste en humanizar la Tierra, fortalece tus manos de noble labrador.


XII. COMPENSACIÓN, REFLEJO Y FUTURO

1. ¿Es que acaso la vida es sólo acción y reacción? El hambre ensueña con la saciedad, lo aprisionado con lo suelto, el dolor busca el placer y el placer se hastía de sí mismo.
2. Si la vida es sólo persecución de seguridad para quien teme al futuro, afirmación de sí para el desorientado, anhelo de venganza para la frustración pasada... ¿qué libertad, responsabilidad y compromiso, podrá sostenerse como invicta bandera?
3. ¿Y si la vida es sólo el espejo que refleja un paisaje, cómo podrá cambiar aquello que refleja?
4. Entre la fría mecánica de péndulos, o la fantasmal óptica de sólo espejos, ¿qué afirmas tú que afirme sin negar? ¿Qué afirmas sin regreso, o sin aritmética repetición?
5. Si afirmas aquello que se busca a sí mismo, eso cuya naturaleza es transformarse, que no tiene saciedad y que por esencia está abierto al futuro, entonces amas la realidad que construyes. Esa es pues tu vida: ¡la realidad que construyes!
6. Y habrá acción y reacción y también reflejo y accidente, pero si has abierto el futuro no habrá algo que te detenga.
7. Que por tu boca hable la vida y ella diga: “¡No existe algo que pueda detenerme!”.
8. Inútil y malvada profecía que anuncia la hecatombe del mundo. Yo afirmo que el ser humano habrá no solamente de seguir viviendo sino que crecerá sin límite. Y también digo que los negadores de la vida desean robar toda esperanza, palpitante corazón del acto humano.
9. Quiera tu futura alegría que en los momentos más sombríos recuerdes esta frase: “¡la vida busca el crecimiento, no la compensación de la nada!”.


XIII. LOS SENTIDOS PROVISIONALES

1. Cuando movido por la pendular compensación busco sentidos que justifiquen mi existencia, me dirijo hacia lo que necesito o creo necesitar. En todo caso ¿si no consigo aquello, o bien si lo consigo, qué pasará con mi sentido (en cuanto movimiento en una dirección)?
2. Estos sentidos provisionales, necesarios para el desarrollo de la actividad humana, no fundamentan mi existencia. Por otra parte, si me afirmo en una particular situación ¿qué sucederá cuando el accidente la desarticule?
3. A menos que se quiera reducir la existencia al agotamiento o la frustración, será menester descubrir un sentido que ni aún la muerte (si fuera el accidente), pueda agotar o frustrar.
4. No podrás justificar la existencia si pones como su fin el absurdo de la muerte. Hasta ahora fuimos compañeros de lucha. Ni tú, ni yo, quisimos doblegarnos ante dios alguno. Así quisiera recordarte siempre. ¿Por qué, entonces, me abandonas cuando voy a desobedecer a la muerte inexorable? ¿Cómo es que hemos dicho: “¡ni aún los dioses están por encima de la vida!” y ahora te arrodillas ante la negación de la vida? Tú haz como quieras, pero yo no bajaré la cabeza ante ningún ídolo aunque se presente “justificado” por la fe en la razón.
5. Si la razón debe estar en función de la vida, que sirva para hacernos saltar sobre la muerte. Que la razón, entonces, elabore un sentido exento de toda frustración, de todo accidente, de todo agotamiento.
6. No aceptaré a mi lado al que proyecte una trascendencia por temor sino a quien se alce en rebelión contra la fatalidad de la muerte.
7. Por ello quiero a los santos que no temen sino que verdaderamente aman. Quiero a los que con su ciencia y su razón vencen a diario el dolor y el sufrimiento. Y, en verdad, no veo diferencia entre el santo y el que alienta la vida con su ciencia. ¿Qué mejores ejemplos, qué guías superiores a esos guías?
8. Un sentido que quiera ir más lejos que lo provisional, no admitirá la muerte como el fin de la vida sino que afirmará la trascendencia como máxima desobediencia al aparente Destino. Y aquel que afirme que sus acciones desencadenan acontecimientos que se continúan en otros, tiene tomado entre sus manos parte del hilo de la eternidad.


XIV. LA FE

1. Siempre que escucho la palabra “fe”, una sospecha brinca en mi interior.
2. Cada vez que alguien habla de la “fe”, me pregunto a qué sirve eso que se anuncia.
3. He visto la diferencia que hay entre fe ingenua (también conocida como “credulidad”) y aquella otra violenta e injustificada que da lugar al fanatismo. Ninguna de las dos es aceptable ya que mientras una abre la puerta al accidente, la otra impone su paisaje afiebrado.
4. Pero algo importante ha de tener esa tremenda fuerza capaz de movilizar la mejor causa. ¡Que la fe sea una creencia cuyo fundamento esté puesto en su utilidad para la vida!
5. Si se afirma que la fe y la ciencia se oponen, replicaré que he de aceptar la ciencia en tanto no se oponga a la vida.
6. Nada impide que la fe y la ciencia, si tienen la misma dirección, produzcan el avance auxiliando el entusiasmo al sostenido esfuerzo.
7. Y quien quiera humanizar, que ayude a levantar los ánimos señalando la posibilidad futura. ¿Sirve acaso a la vida la derrota anticipada del escéptico? ¿Podría la ciencia haberse sostenido sin la fe?
8. He aquí un tipo de fe que va contra la vida, esta fe que afirma: “¡la ciencia destruirá a nuestro mundo!” Cuánto mejor será poner fe en humanizar la ciencia cada día y actuar para que triunfe la dirección con la que fue dotada ya desde su nacimiento.
9. Si una fe abre el futuro y da sentido a la vida, orientándola desde el sufrimiento y la contradicción hacia toda acción válida, entonces su utilidad es manifiesta.
10. Esa fe, así como aquella que se deposita en uno mismo, en los demás y en el mundo que nos rodea, es útil a la vida.
11. Al decir: “¡la fe es útil!”, seguramente habrás de molestar algún oído particularmente sensible, pero eso no debe preocuparte ya que ese músico, si se examina un poco, reconocerá cuán útil es también para él la fe aunque provenga de un instrumento distinto al que tú tocas.
12. Si logras fe en ti mismo y en lo mejor de quienes te rodean, fe en nuestro mundo y en la vida siempre abierta al futuro, empequeñecerá todo problema que hasta hoy te pareció invencible.


XV. DAR Y RECIBIR

1. Veamos qué relación estableces con tu paisaje externo. Tal vez consideres a los objetos, las personas, los valores, los afectos, como cosas expuestas ante ti para que elijas y devores de acuerdo a tus especiales apetencias. Esa visión centrípeta del mundo probablemente marque tu contradicción desde el pensamiento hasta los músculos.
2. Si tal es el caso, con seguridad que todo lo que se refiere a ti será muy apreciado: tanto tus placeres, como tu sufrimiento. Es difícil que quieras sobrepasar tus íntimos problemas ya que en ellos reconoces un tono que, por sobre todas las cosas, es tuyo. Desde el pensamiento hasta los músculos, todo está educado para contraer, no para soltar. Y, de este modo, aún cuando procedes con generosidad, el cálculo motiva tu desprendimiento.
3. Todo entra. Nada sale. Entonces, todo se intoxica desde tus pensamientos a tus músculos.
4. E intoxicas a cuantos te rodean. ¿Cómo podrías luego reprochar su “ingratitud” para contigo?
5. Si hablamos del “dar” y de la “ayuda”, tú pensarás sobre lo que te pueden dar, o acerca de cómo te deben ayudar. Pero he aquí que la mejor ayuda que pudieran darte consiste en enseñarte a relajar tu contracción.
6. Digo que tu egoísmo no es un pecado sino tu fundamental error de cálculo porque has creído, ingenuamente, que recibir es más que dar.
7. Recuerda los mejores momentos de tu vida y comprenderás que siempre estuvieron relacionados con un dar desprendido. Esta sola reflexión debería ser suficiente para cambiar la dirección de tu existencia... Pero no será suficiente.
8. Es de esperar que esté hablando para otro, no para ti, ya que habrás comprendido frases como: “humanizar la Tierra”, “abrir el futuro”, “sobrepasar el sufrimiento en el mundo que te rodea” y otras cuantas más que tienen como base la capacidad de dar.
9. “Amar la realidad que se construye” no es poner como clave del mundo la solución a los propios problemas.
10. Terminemos esto: ¿quieres sobrepasar tu contradicción profunda? Entonces produce acciones válidas. Si ellas son tales, será porque estás dando ayuda a quienes te rodean.


XVI. LOS MODELOS DE VIDA

1. En tu paisaje interno hay una mujer o un hombre ideal que buscas en el paisaje externo a través de tantas relaciones, sin poder jamás tocar. Salvo el corto período en que el amor completo deslumbra con su chispa, esos pedernales no coinciden en un punto preciso.
2. Cada cual y a su modo, lanza su vida hacia el paisaje externo buscando completar sus modelos ocultos.
3. Pero el paisaje externo va imponiendo leyes propias y cuando pasa un tiempo, lo que fue el más acariciado ensueño resulta en una imagen por la que se experimenta ahora vergüenza o, cuando menos, un desvaído recuerdo. No obstante, existen profundos modelos que duermen en el interior de la especie humana esperando su momento oportuno. Esos modelos son la traducción de los impulsos que entrega el propio cuerpo al espacio de representación.
4. No discutiremos ahora el origen ni la consistencia de tales modelos; ni tampoco hablaremos de la complejidad del mundo en que se encuentran. Habremos simplemente de anotar su existencia, destacando que su función es compensar necesidades y aspiraciones que, a su vez, motivan la actividad hacia el paisaje externo.
5. Las culturas y los pueblos dan su singular respuesta al paisaje externo siempre teñida por modelos internos que el propio cuerpo y la historia han ido definiendo.
6. Es sabio quien conoce sus modelos profundos y más sabio es aún quien puede ponerlos al servicio de las mejores causas.


XVII. EL GUIA INTERNO

1. ¿Quién es tan admirado por ti que quisieras haber sido él?
2. Preguntaré más suavemente. ¿Quién te es ejemplar, de tal manera que desees incorporar en ti algunas de sus particulares virtudes?
3. ¿Acaso alguna vez, en tu pesar o confusión, has apelado al recuerdo de alguien que, existente o no, acudió como reconfortante imagen?
4. Estoy hablando de particulares modelos a los que podemos llamar “guías” internos, que a veces coinciden con personas externas.
5. Esos modelos que quisiste seguir desde pequeño fueron cambiando solamente en la capa más externa de tu diario sentir.
6. He visto cómo los niños juegan y hablan con sus imaginarios compañeros y sus guías. También he visto a las gentes de distintas edades, conectar con ellos en oraciones hechas con sincera unción.
7. Cuanto más fuertemente se hicieron las llamadas, desde más lejos acudieron estos guías que trajeron la mejor señal. Por ello supe que los guías más profundos son los más poderosos. Sin embargo, solamente una gran necesidad puede despertarlos de su letargo milenario.
8. Un modelo de ese tipo “posee” tres importantes atributos: fuerza, sabiduría y bondad.
9. Si quieres saber más de ti mismo observa qué características tienen aquellos hombres o mujeres que admiras. Y repara en que las cualidades que más aprecias de ellos obran en la configuración de tus guías internos. Considera que, aunque tu referencia inicial haya desaparecido con el tiempo, en tu interior quedará una “huella” que seguirá motivándote hacia el paisaje externo.
10. Y si quieres saber cómo se interpenetran las culturas estudia además del modo de producción de objetos, el modo de difusión de los modelos.
11. Importa pues que dirijas tu atención a las mejores cualidades de las demás personas porque impulsarás hacia el mundo lo que hayas terminado de configurar en ti.


XVIII. EL CAMBIO

Miremos hacia atrás por un instante.

Consideramos al ser humano en total ligazón e influencia con el mundo. Dijimos que su acción se manifiesta en el paisaje externo de acuerdo a cómo se va formando su paisaje interno. Esa acción es variada pero lo que define a una vida es su actividad contradictoria o unitiva. Por otra parte, la contradicción invierte a la vida y produce sufrimiento contaminando con él al mundo. Los actos de unidad abren el futuro haciendo retroceder el sufrimiento en uno mismo y en el mundo.

“Humanizar la Tierra” es lo mismo que “dar” en actos unitivos. No puede tener sentido más que provisional todo objetivo que concluya en el recibir. Su destino es conducir a la contradicción.

Existe una gran energía que puede ser movilizada al servicio de la vida: es la fe. También, en el paisaje interno, se mueven otras fuerzas que motivan la actividad hacia el paisaje externo: son los “modelos”.

1. Definitivamente, la pregunta es ésta: ¿quieres superar el abismo?
2. Tal vez quieras hacerlo. ¿Pero cómo tomarás una nueva dirección si el alud ya ha sido desprendido y en su arrastre suma lo que encuentra?
3. Cualquiera sea tu decisión resta saber con qué medios y energía contarás para poder ejecutar el cambio.
4. Aunque tu elección sea muy tuya quisiera indicarte que cambiar la dirección de tu vida no es cosa que puedas realizar solamente con recursos de trabajo interno sino actuando decididamente en el mundo, modificando conductas.
5. Suma a la tarea tu medio inmediato, ese que influye decisivamente sobre ti y sobre el cual tú influyes. ¿Y cómo lo harás? No hay otro medio que éste: despertar la fe en que la conversión de la vida invertida es posible.
6. Este es el punto en que te dejo. Si te dispones a modificar tu vida transformarás al mundo y no triunfará el abismo sino aquello que lo sobrepase.


Enlaces

http://silo.net/es/collected_works/humanize_the_earth


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